¿Es posible remar en la misma dirección? Reflexiones en torno a la Relación Padres - Niños - Monitores Deportivos

María del C Pulgarin Medina

Artículo publicado en el journal PubliCE, Volumen 0 del año 2005.

Publicado 23 de diciembre de 2005

Resumen

En este trabajo se hace una revisión bibliográfica sobre las relaciones entre padres, deportistas jóvenes y técnicos deportivos con idea de comentar la idoneidad de las aportaciones que los teóricos de la Psicología del Deporte aplicada a la iniciación deportiva han sugerido, y se desarrollan los comentarios personales que la experiencia propia sugiere acerca de cómo hacer que el trabajo con padres sea un respaldo al trabajo de los entrenadores deportivos.

Palabras clave: iniciación deportiva, entrenadores, sugerencias

“Sabéis más de lo que creéis, así que no le hagáis tanto caso a los demás y seguid lo que os dice el corazón” (Javier Mahíllo “Mis pequeños monstruos”)

Este párrafo, encontrado en un ameno libro en el que el fallecido escritor Javier Mahíllo contaba sus experiencias como padre de familia, nos sirve para introducir este tema que solemos tratar en charlas con padres de jóvenes deportistas.

La preocupación por llenar de contenido el tiempo de ocio de los hijos, unido a las posibilidades de interacción y educación que ofrece la práctica deportiva convierten esta opción en una de las alternativas preferidas de la mayoría de los padres para que sus hijos puedan llenar de contenido ese espacio de tiempo. Por otra parte, las exigencias de la vida diaria: horarios de trabajo, cuidado y vigilancia de los niños más pequeños, seguridad en los lugares donde habitualmente vivimos, motivan que los padres busquen en recintos cerrados y personal especializado la ayuda necesaria para favorecer esa educación íntegra que los adultos esperan dar a los niños. De la misma forma, la posibilidad de que la práctica deportiva sea una alternativa de ocupación para aquellos niños con buenas aptitudes físicas y la demostrada idoneidad de la detección precoz de jóvenes deportistas como base de futuros profesionales son la segunda razón que justifica el aumento del interés por la práctica deportiva de los hijos.

Desde que la Psicología del Deporte no es considerada como una disciplina exclusiva del deportista de competición sino que extiende su influencia a todos los ámbitos en los que se desarrolla una actividad deportiva han sido varios los autores que han profundizado en el tema de la iniciación deportiva y los factores que en ella inciden. Brustad (1992) insiste en la importancia de los padres hasta los 8 años y de su retroalimentación como referente en la práctica de cualquier actividad deportiva. Tal y como Gimeno (2003) recopila, el proceso educativo encuentra en la práctica deportiva un escenario excepcional en le que pueden plantearse la consecución de objetivos del presente y del futuro relacionados con:

  1. El desarrollo de cualidades físicas básicas.
  2. El aprendizaje de los patrones motores básicos, la coordinación y el dominio del propio cuerpo.
  3. El desarrollo de cualidades psicológicas básicas tales como la superación de uno mismo, la socialización y el trabajo en grupo.
  4. El aprendizaje de actitudes y habilidades psicológicas específicas como saber ganar y perder, “jugar limpio”, saber controlarse en momentos de dificultad, ocupar activamente el tiempo libre, etc.
  5. El desarrollo de hábitos de práctica deportiva para el futuro.
  6. La educación para la salud.
  7. La diversión.

Sin embargo, el mismo autor apunta la existencia del problema de la falta de objetivos comunes claros entre padres y monitores deportivos a la hora de conocer qué pueden esperar las familias de la práctica supervisada de una especialidad deportiva, y especialmente, cómo iniciar y mantener una comunicación fluida con los responsables deportivos de jóvenes deportistas.

Para Smoll (1991), el papel de los entrenadores se centra en el concepto de rol crítico y central de transmisores de nuevos conocimientos y de valoradores de los resultados de la participación deportiva, y se refiere al “triangulo deportivo” como concepto para entender las relaciones y los problemas que pueden darse en este ámbito. Según este autor, existen ciertos roles de padres “patológicos” cuyos patrones de interacción suelen ocasionar problemas en las relaciones con los entrenadores y que tarde o temprano, pueden desencadenar problemas en los niños a la hora del rendimiento deportivo satisfactorio. De manera resumida, los principales roles patológicos serían:

a) Padres desinteresados, frecuentemente ausentes de las actividades deportivas de sus hijos. Si bien en edades avanzadas, el desinterés no es tal, sino que es una muestra de la confianza de los padres en sus hijos para que sean ellos quienes se autorregulen y decidan acerca del tipo e intensidad que ellos desean, en categorías iniciales, estos padres suelen tener unas expectativas muy bajas acerca de lo que esperan del deporte en cuanto a la educación de sus hijos y frecuentemente consideran al monitor como un “cuidador” de sus hijos durante ciertos períodos de la semana. Los niños por su parte, son totalmente conscientes de esta falta de interés, y en ocasiones, muestran el mismo desinterés hacia la mejora y adquisición de habilidades que sus padres.

b) Padres críticos. Son padres que muestran una actitud poco reforzante ante los logros a corto plazo de sus hijos, ya que los niveles de exigencias que les imponen siempre van muy por delante de las metas conseguidas. Se caracterizan por una permanente insatisfacción hacia el trabajo desarrollado por los entrenadores, a los que culpan de que sus hijos aún no hayan llegado a los límites que ellos creen que están preparados. Sin entrar en analizar las motivaciones particulares de estos padres: frustraciones previas, creencias erróneas sobre la idoneidad de ser un punto de crítica permanente, ideas estereotipadas hacia los monitores deportivos, etc. estos padres son un escollo importante a la hora de trabajar con ellos por parte de los monitores y es preciso poseer una buena dosis de asertividad unida a habilidades sociales de comunicación para tratar con ellos y lograr neutralizar la posible influencia negativa que puedan transmitir a sus hijos.

c) Padres que hacen funciones de entrenadores en la sombra. Con frecuencia, se dan estos padres dentro del grupo anterior, ya que sus niveles de exigencia les convierten en entrenadores personales de sus hijos, de forma que ellos toman decisiones e instruyen al margen de las directrices de los técnicos. El problema se acentúa cuando estas directrices son claramente divergentes de las del entrenador, y someten al niño a un doble mensaje con frecuentes descalificaciones hacia la parte contraria, con el consiguiente desconcierto y problemas en la aceptación de la autoridad del entrenador en su parcela de trabajo.

d) Padres sobreprotectores. Aunque según Smoll (1991) este rol es más frecuente en madres, nuestra experiencia nos muestra que suele darse también en padres, especialmente cuando las edades de los niños son pequeñas. En otras ocasiones, se observa que uno de los progenitores, aún en desacuerdo con la sobreprotección que admite que el otro ejerce sobre su hijo, adopta una actitud pasiva de “no poder hacer nada” ante la situación, y de aceptación de la dinámica aún a sabiendas del perjuicio que esto le acarrea al niño.

Otros roles tales como los padres vociferantes, los que transmiten pautas de comportamiento contrarias a los valores deportivos: agresividad, prepotencia, etc., los que presentan problemas de relación con sus hijos, son casos que pueden darse dentro de al amplia gama de familias con las que normalmente se interactúa en este contexto y se encuentran condicionados por las dinámicas internas de cada una de ellas: valores, modelos de comportamiento, relaciones entre los miembros del grupo familiar. Es función del entrenador, detectar la presencia de este tipo de padres y conocer el grado de influencia sobre la conducta deportiva de sus hijos lo antes posible, para poder intervenir antes de que los problemas surjan.

Por otra parte, los padres cuyos roles son considerados normales presentan un grado de ajuste respecto a las relaciones familiares y una capacidad para empatizar con los monitores que facilitan su trabajo y actúan de manera convergente respecto a las metas y métodos de trabajo de los entrenadores. En estos casos es fundamental aprovechar esa confluencia de objetivos junto con la preocupación en el grado justo para obtener de los niños el mayor rendimiento posible dentro de las actividades deportivas, ya sean de tipo lúdico y recreativo como de competición si fuera éste el caso.

De todo lo expuesto podemos concluir:

1) Los principales problemas de la relación padres-entrenadores se deben bien a una indiferencia, una incongruencia de mensajes o una sobreinvolucración en la actividad deportiva de los niños.

2) Entre padres e hijos también pueden darse problemas de relación, los mas frecuentes serían:

  1. Conductuales, relacionados con el comportamiento en la familia del niño/a.
  2. Académicos, relativos al desarrollo en la escuela del niño/ y su rendimiento escolar previsto.
  3. Sociales, en función del tipo de relación que el niño desarrolle y su aceptación por parte de la familia.

Individuales y/o cognitivos, relacionados con peculiaridades individuales o en ciertos casos, patrones de comportamiento y pensamiento que pudieran ser calificados de poco habituales.

Evidentemente, cada caso y situación es enormemente individual, ya que nos podemos encontrar uno o varios problemas, ya sea de un solo grupo o de distintos.

3) La relación entrenadores-deportistas se verán en mayor o menor medida influidas por la presencia o ausencia de estas circunstancias, el procesamiento individual que cada niño haga de las mismas y las habilidades de afrontamiento que posea el entrenador hacia ellas.

4) Si bien cada caso es susceptible de un trabajo específico según las circunstancias personales, el método de análisis que proponemos sería común para cada caso, basado en las aportaciones del paradigma del Aprendizaje Social del A. Bandura, del trabajo por objetivos y de la reelaboración del modelo de comparación social.

¿Cómo podemos conseguir que el triangulo deportivo sea un apoyo y no una dificultad en el trabajo deportivo con niños? De Diego y Sagredo (1992) basan sus sugerencias sobre comportamiento de padres y entrenadores en tres líneas:

  1. Establecer desde el principio los roles que cada parte desempeña.
  2. Establecer el/los objetivos particulares y los comunes.
  3. Proponer una guía de trabajo conjunta padres-entrenadores.

Dentro del mismo modelo Gimeno (2000-a) ha desarrollado un programa basado en talleres con padres y entrenadores de deportistas jóvenes en los que ha trabajado tanto la información como la mejora de los canales de comunicación entre ambos. Esta propuesta viene siendo incluida en numerosos proyectos de escuelas deportivas, y son cada vez más los organismos y asociaciones que requieren de la participación de profesionales de la Psicología y la Educación Física para coordinar estas actividades. Aunque el resultado de estas iniciativas se suele valorar de manera positiva, nuestra experiencia a lo largo de los años y de la participación en estos talleres nos revelan un importante problema, ya que los padres que suelen ser usuarios de estas actividades son precisamente aquellos que presentan escasos roles patológicos, es decir, son precisamente los padres más implicados, concienciados de la importancia de la actividad física en el desarrollo de sus hijos, colaboradores con los técnicos… mientras que aquellos padres y familiares que presentan problemas hacen escaso uso de estas iniciativas.

La intervención en estos casos recae en el abordaje individual a cargo del monitor o entrenador, y de la capacidad de persuasión que pueda desarrollar para conseguir que estos padres no supongan una influencia negativa para sus hijos. Sin embargo, está claro que en este trabajo no es conveniente dejar solo al profesional sino favorecer su respaldo a través de la entidad deportiva, con programas y reglamentos que pauten claramente los comportamientos paternos no favorecedores del desarrollo deportivo de los niños y jóvenes y con el asesoramiento puntual en casos conflictivos a cargo de profesionales que favorezcan la mediación entre las partes.

Para Gordillo (1992) que cita un trabajo anterior de Smoll (1986) las orientaciones que convienen recalcar en el trabajo con padres se centran sobre todo en:

  1. Aceptar el papel del entrenador.
  2. Estar orientados hacia la motivación y la mejora en lugar de hacia la competencia deportiva.
  3. Dedicación e intereses adecuados, sin sobreprotección ni desinterés.
  4. Favorecer que el niño vaya tomando sus propias decisiones.
  5. Ser un modelo de autocontrol.

Mientras que para los entrenadores, la recopilación de Weinberg y Gould (1996) sobre pautas de entrenamiento resume en pocas líneas nuestra conclusión final:

  1. Dar elogios y estímulos mas que reprimendas y castigos.
  2. Ser realistas en las expectativas.
  3. Recompensar el esfuerzo tanto como el resultado.
  4. Centrar las enseñanzas y el entrenamiento en destrezas.
  5. Variedad en las actividades para una misma destreza.
  6. Modificar las reglas para elevar al máximo la acción y la participación.
  7. Recompensar los logros técnicos.
  8. Corregir sin humillar.
  9. Crear un entorno seguro para el deportista, en el que el entrenador sea un referente y sus demandas sean vistos como retos estimulantes

En resumen, lo que vienen a decirnos estos y otros autores es que para trabajar de manera satisfactoria con niños son los adultos quienes deben convertirse en el principal generador de satisfacción hacia la práctica deportiva, ya que en tanto las nuevas situaciones a las que se enfrenten sean valoradas como positivas por los niños y jóvenes, la percepción de la actividad física y deportiva será motivante en sí misma, y no necesitará de referentes tales como los resultados de la competición, el ascenso de categoría o el prestigio social para justificar la práctica de una disciplina deportiva en sujetos cuya formación humana y educativa aún se encuentra en camino.

Referencias

1. Brustad, R (1992). Integrating socialization influences into the study of children`s motivation in sport. Journal of Sport & Exercise Psychology, 14(1), 59 - 77

2. De Diego, S.; Sagredo, C (1992). Jugar con ventaja. Las claves psicológicas del éxito deportivo. Madrid: Alianza Editorial

3. Gimeno, F (1995). La adecuación del desempeño de los roles paterno y materno como variable facilitadora de la práctica del deporte de competición en el joven deportista. Boletín de la Sociedad de Pediatría de Aragón, La Rioja y Soria, (25-2), 58-61

4. Gimeno, F (1997). La evolución psicológica de los deportistas jóvenes y el entrenamiento a diferentes niveles. En El entrenamiento en niños y jóvenes: la planificación. Colección Apuntes-nº4, Gobierno de Aragón - Escuela Aragonesa del Deporte

5. Gimeno, F (2000). Entrenando a padres y madres… Claves para una gestión eficaz de las relación con los padres y madres de jóvenes deportistas (guía de habilidades sociales para el entrenador). Zaragoza: Gobierno de Aragón

6. Gimeno, F (2003). Descripción y evaluación preliminar de un programa de habilidades sociales y de solución de problemas con padres y entrenadores en el deporte infantil y juvenil. Revista de Psicología del Deporte, 12-1, 67-79

7. Gordillo, A (1992). Orientaciones Psicológicas en la Iniciación Deportiva. En Caracuel, J.C.; Pérez, E.A. Psicología del Deporte. Investigación y Aplicación. Málaga: Instituto Andaluz del Deporte. Junta de Andalucía, 189-191

8. Llames, R (1989). Selección de jóvenes deportistas en fútbol. Revista de Psicologia del Deporte, 8 (2)

9. Mahillo, J (1998). Mis pequeños monstruos. Madrid: Espasa-Calpe

10. Smoll, F (1991). Relaciones padres-entrenador. Mejorar la calidad de la experiencia deportiva. En Williams, J.: Psicologia aplicada al Deporte. Madrid: Bilbioteca Nueva

11. Weinberg, R. S. y Gould, D (1996). Fundamentos de psicología del deporte y el ejercicio físico. Barcelona: Ariel