Sarcopenia, una enfermedad no atendida ni debidamente entendida
Publicado 19 de mayo de 2022, 20:45
La pérdida de masa muscular (MM) es una condición orgánica recurrente, generalizada y desmerecida en su verdadera dimensión como problema de salud. De resaltar es que ella se manifiesta tanto por sus efectos directos como por los indirectos, siendo por ello la desencadenante potencial de patologías como también agudizando la ya instalada en quien pudiera padecerla.
Es importante considerar que, tal y como lo refieren Cruz-Jentoft y colegas en el consenso europeo de Sarcopenia publicado recientemente, la sarcopenia (SA) es identificada no solo como la pérdida de la MM sino también como la de la función del referido tejido. Esta condición, se destaca, afecta incluso varias capacidades fisiológicas disminuyéndolas, pero también aumentando la fragilidad orgánica así como aumentando los índices de mortalidad por todas las causas (Cruz-Jentoft A.J., et al. Sarcopenia: Revised European consensus on definition and diagnosis. Age Ageing. 2019).
Si bien el envejecimiento es una condición central conducente a la pérdida de la MM (sarcopenia primaria), también otras situaciones llevan a ese estado, pudiéndose mencionar el prolongado reposo en cama, la inactividad física aguda, el sedentarismo, y varias otras situaciones en las cuales las patologías en sí mismas, pero también la medicación asociada a ellas, bien puede afectar el sostenimiento del mencionado tejido.
La SA muestra, entre sus características distintivas en la propia célula muscular, a la disfunción mitocondrial, la regresión neuromuscular, e incluso a anomalías en las células satélite. Pero sistémicamente también se aprecia su vínculo con la producción insuficiente de hormonas anabólicas así como una sensibilidad reducida a ellas (Narici M.V., Maffulli N. Sarcopenia: Characteristics, mechanisms and functional significance. Br. Med. Bull. 2010). Todo esto agravado por la reconocida anorexia del envejecimiento, la que arrastra a una situación de insuficiencia proteica en la ingesta diaria. Esto produce inexorablemente un desequilibrio proteostático negativo resultado de una alimentación disminuida en proteínas, lo que favorece la dominancia de un catabolismo proteico muscular.
Comprender que la SA secundaria acontece también por el impacto negativo de severas afectaciones en la salud, como puede ser una malignidad y o la insuficiencia orgánica, tiene relevancia importante toda vez que estas no necesariamente se vinculan con el envejecimiento, aun siendo estadísticamente prevalentes en esa fase etaria. De esta manera, distinguir esta anticipada reducción de la MM por factores particulares que afectan en alguna magnitud la salud debiera forzar la mirada al tejido muscular, porque bien puede verse afectado este en alguna magnitud mostrando el padeciente una temprana miopenia o incluso SA.
Resulta al menos intrigante apreciar que a pesar de conocerse a la SA hace décadas y hoy estar definida como una enfermedad con su propio código (ICD-10-MC), las ciencias médicas, mayoritariamente, siguen sin tener una acción directa sobre ella e incluso, por dicho desconocimiento, estimulan su aparición frente a ciertas prescripciones que realizan. Tal el caso de algunas dietas e indicaciones de actividades que muestran un camino seguro conducente a esta patología, como se verá seguidamente.
Relativamente a lo anterior, recientemente un trabajo de Anton y colaboradores evaluó los efectos de las intervenciones de dieta y ejercicio asociados, con el propósito de verificar el potencial impacto que esto podría tener sobre la MM y la función de la misma en portadores de SA y/o fragilidad. Interesantemente, los autores documentan que la suplementación con proteínas mejoró la calidad muscular expresada como fuerza, así como los resultados funcionales esperables de ello. Lo destacable también es que otras intervenciones nutricionales no dieron iguales beneficios, pero la presencia de ciertos ejercicios en la propuesta sí condujo a mejoras en la fuerza muscular de la parte inferior del cuerpo comprometida en la actividad, (Anton S.D., et al. Nutrition and Exercise in Sarcopenia. Curr. Protein Pept. Sci. 2018).
Comprender que muchas patologías se agravan con el déficit de MM es un imperativo, y ello porque ciertas formas de ejercicios representan la estrategia no medicamentosa de excelencia para colaborar con la atención del paciente frente a diversas enfermedades.
Respecto de lo anterior, esta bien documentado lo que implica en el mundo la enfermedad cardiovascular, siendo ella dominante. En este marco, la mayoría de las prescripciones como prácticas físicas que se indican al portador de patología cardiocoronaria y a las comorbilidades asociadas a ella (obesidad, hipertensión, diabetes, etc), normalmente no exceden el territorio propio de la baja intensidad, o sea se enrolan en los esfuerzos por debajo del umbral de lactato (JCS Guidelines Guidelines for Rehabilitation in Patients With Cardiovascular Disease (JCS Circ. J. 2014). Sin embargo en estos niveles de exigencia la evidencia científica actual advierte que el ejercicio por debajo del umbral, o sea de baja a muy baja intensidad, si bien suele ser parte de la rehabilitación cardíaca normalmente indicada solo tiene efectos menores sobre la fuerza y la masa muscular (Williams M.A., et al., Resistance Exercise in Individuals With and Without Cardiovascular Disease: 2007 Update. Circulation. 2007). De esta manera, aquellas personas que padecen cardiopatías junto a sarcopenia y/o fragilidad, tienen un riesgo aumentado de llegar a una atrofia muscular severa bajo esas propuestas de actividades. Y ello debido a que esas formas de ejercitaciones no pueden revertir la mala condición muscular como tampoco mejorar la fuerza ni el volumen del referido tejido. Es por ello justamente que la indicación precisa, actualmente, advierte que la rehabilitación cardíaca debe contemplar necesariamente el entrenamiento específico de la fuerza (Pollock M.L., et al. Resistance Exercise in Individuals With and Without Cardiovascular Disease. Circulation. 2000).
Vale finalmente destacar que diferentes investigadores advierten al presente que el entrenamiento de fuerza ejerce efectos beneficiosos en las personas con sarcopenia, incluso en quienes además presentan cualquier otra comorbilidad asociada, incluidos cáncer, enfermedad renal, pulmonar, hepática, enfermedades neurológicas y osteosarcopenia.