La diabetes mellitus se caracteriza tanto por un conjunto de trastornos metabólicos que afecta a diferentes órganos y tejidos, como por un aumento de los niveles de glucosa en la sangre (hiperglucemia). La prevalencia en personas mayores de 65 años es del 25% y, al menos el 40% de todos los pacientes son mayores de 65 años. En la actualidad se estima que en el 2050, el número de casos de diabetes en personas mayores de 70 años se multiplicará por 4.

Esta enfermedad crónica se relaciona directamente con un gran aumento del gasto sanitario y social. Por ejemplo, tan sólo en España, se estima que los gastos sanitarios asociados a la diabetes se elevan a 2.5 billones de euros. Por otro lado esta enfermedad está asociada con una pérdida de la capacidad funcional y puede explicar hasta el 20% del aumento del riesgo de discapacidad en la población de personas mayores. En estudios recientes con personas mayores, se ha observado que un 28% de los pacientes con diabetes requieren ayuda para la realización de las actividades de la vida diaria, mientras que ese procentaje baja hasta el 16% en el caso de de  pacientes que no padecen esta enfermedad. Además estos estudios permiten constatar cómo la reducción funcional puede ser explicada hasta en un 50% de los casos por las clásicas complicaciones que se asocian a esta enfermedad. 
Esta gran pérdida de la capacidad funcional, junto con el gran aumento de la comorbilidad y exceso de medicación asociada con la diabetes, hace que  se agrave y  se complique la situación de discapacidad de las personas mayores consideradas frágiles. Todo esto implica una disminución en gran medida su calidad de vida y un aumento  del uso de recursos socio-sanitarios. 
En este contexto, el ejercicio físico es un pilar fundamental en la prevención y el tratamiento tanto de enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades crónicas como del declive de la capacidad funcional que comienza a manifestarse de modo muy significativo a estas edades. Estas dos razones son las causas más importantes de discapacidad en las personas mayores de 50 años. 
En las últimas décadas algunos investigadores han establecido la hipótesis de que los programas de ejercicio físico multicomponente y particularmente el entrenamiento de la fuerza, constituyen las intervenciones más eficaces para retrasar la discapacidad y otros eventos adversos. Asimismo, han demostrado su utilidad en otros dominios frecuentemente asociados a este síndrome como las caídas, el deterioro cognitivo y la depresión. Por otro lado, el nivel de actividad física se relaciona con la tasa de morbimortalidad en diversas enfermedades crónicas como son las enfermedades cardiovasculares. Diversos estudios han mostrado que la realización de un entrenamiento físico relativamente intenso adaptado a su capacidad funcional se acompaña de incrementos significativos en la fuerza muscular, la condición física aeróbica, movilidad articular, habilidad motora, autoestima y longevidad, independientemente de la edad y el sexo, siempre y cuando la intensidad y duración del periodo de entrenamiento sean suficientes. Los incrementos iniciales de la fuerza pueden llegar a ser hasta un 10-30% (o incluso más) durante las primeras semanas o 1-2 meses de entrenamiento, tanto en personas de mediana edad como en las de avanzada edad en ambos sexos. Estos estudios muestran cómo las personas entre 60-70 años que participaron en un programa de 4 meses de entrenamiento para el desarrollo de la fuerza y masa muscular recuperaron la capacidad funcional y potencia muscular de veinte años antes, es decir, se encontraban igual que compañeros suyos de 40 años que empezaron el mismo programa de entrenamiento.

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