Algunas comunicaciones moleculares del músculo esquelético. Un poco de mioquinas a favor del rendimiento y la salud
Publicado 28 de octubre de 2020, 19:40
Si el siglo XXI ha traído miradas de asombro sobre el tejido muscular, sin dudas que entre ellas ha sido observarlo “comunicándose” con otros órganos, tanto en situación de inactividad física como bajo condición de ejercicio. De gran interés para la ciencia implica comprender sobre los alcances que dicho fenómeno tiene, definido por muchos investigadores bajo la denominación “crosstalk” por el intercambio que la misma representa y los resultados que de ella se están conociendo.
En esta diafonía entre tejidos hay evidencia de que el músculo tiene vínculos con órganos de importancia metabólica, como lo son los constituidos por el tejido adiposo, el páncreas y el hígado. Al respecto, se sabe que esta comunicación es de valor tanto en la salud como en el ejercicio, siendo llevada a cabo por diferentes moléculas. Se conoce acá que muchas de estas moléculas son producidas por el propio músculo y por ello denominadas mioquinas.
Quizás de lo más llamativo y no poco interesante para el análisis de lo posible, es el hecho de saberse que las mioquinas tienen su mayor liberación en pleno proceso contráctil del músculo, lo que ha llevado a valorar la importancia del ejercicio en esta cuestión. Así por ejemplo, resulta de mucha utilidad el saberse que ciertas intensidades de esfuerzo muestran diferentes respuestas en la liberación de estas moléculas, lo que ha llevado a los investigadores a indagar el potencial vínculo de ellas en cuanto a la producción en fibras musculares concretas. Este interés surge al conocerse que el ejercicio en sí mismo tiene la capacidad de inducir adaptaciones fisiológicas y metabólicas en otros órganos sin mediar el sistema nervioso. Sobre esto se expresó Mohr y colegas al observar cambios funcionales en sujetos parapléjicos en los cuales se aplicaba estimulación eléctrica pero no existía aferencia ni eferencia nerviosa (Mohr T., et al.. Long-term adaptation to electrically induced cycle training in severe spinal cord injured individuals. Spinal Cord 35, 1997).
Al presente han podido reconocerse más de 650 mioquinas, las que representan a tres tipos funcionales, las autocrinas, paracrinas y endocrinas. Entre tantas, destacan en músculo la miostatina, IL6, musclina, el BDNF, la decorina, el FGF-21, la irisina y la folistatina. Más recientemente se descubrió a la apelina, una mioquina asociada a la hipertrofia del músculo y que se la está estudiando muy detenidamente al verse que disminuye con la edad. Esto ha multiplicado investigación en los últimos años en busca de su vínculo con la sarcopenia. Un reciente trabajo de Vinel al respecto expresa que la restauración de la señalización por la apelina durante la vejez muestra mejoras en la función muscular, desencadenando biogénesis mitocondrial e importantes vías antiinflamatorias en las miofibrillas, viéndose además mejoras en la capacidad regenerativa por su acción sobre las células satélite (Vinel C., et al. . The exerkine apelin reverses age-associated sarcopenia. Nat. Med. 24, 2018).
De las mioquinas descubiertas, la IL6 ha sido quizás de las que más dudas ha generado, debido a que había sido observada en sus inicios con una fuerte acción proinflamatoria. Diferentes trabajos de investigación fueron mostrándola en realidad como una adipomioquina, es decir, una citoquina producida y liberada tanto por células adiposas como por fibras musculares. De destacar acá es que la función inflamatoria la tiene la que es liberada por el adipocito, en tanto que la muscular no solo es antagónica a esta función sino también se le reconocen otras actividades altamente beneficiosas. A esta última se le registran acciones vinculadas al metabolismo, viéndose un incremento notable en su liberación ante el vaciamiento de glucógeno muscular (Febbraio M. A., et al.. Glucose ingestion attenuates interleukin-6 release from contracting skeletal muscle in humans. J. Physiol. 549(Pt 2) 2003). Se le atribuye además un rol sobre la lipólisis, a la que aumenta movilizando más lípidos durante el ejercicio y ahorrando con ello la glucosa como recurso energético principal (van Hall G., et al.. Interleukin-6 stimulates lipolysis and fat oxidation in humans. J. Clin. Endocrinol. Metab. 88, 2003). Y más recientemente un estudio de Wedell-Neergaard y colegas demostró que se requiere IL-6 para reducir la masa de tejido adiposo visceral en respuesta al entrenamiento físico en humanos (Wedell-Neergaard A. S., et al.. Exercise-induced changes in visceral adipose tissue mass are regulated by il-6 signaling: a randomized controlled trial. Cell Metab. 29, 2019). Incluso en un trabajo del corriente año, Larabee y colegas advierten que la IL-6 también está involucrada en dos fenómenos de gran significación en el territorio de la obesidad. Ellos señalan que esta interleuquina está comprometida con el “pardeamiento” (diferenciar un adipocito blanco en beige) y la termogénesis en los denominados adipocitos marrones. (Larabee C.M., et al.. A neuroimmunometabolic perspective. Nat. Rev. Endocrinol. 2020). De esta manera desencadenan en lo inmediato (en adipocitos marrones) y en lo mediato (diferenciando a los blancos en beige) un potencial incremento de la combustión de ácidos grasos en el cuerpo más allá de cualquier situación propia del ejercicio. A esto se le agrega el interesante aporte hecho por Pedersen y su equipo de trabajo, quienes habían demostrado hace casi dos décadas el rol de la IL-6 en la inhibición de dos poderosísimas adipoquinas altamente inflamatorias como lo son el TNF-α y la IL-l. (Pedersen BK, et al. Muscle-derived interleukin-6: possible biological effects. J Physiol. 2001). Respecto a los estudios de esta mioquina vinculada al tipo de esfuerzo, se destaca el trabajo de Laggate y su equipo, quienes compararon la liberación de IL-6 en ejercicios de intensidad moderada y prolongados (al 60% del VO2max) con el HIIT (4’ x 10 repeticiones al 85-90% VO2max) a igual cantidad de caga externa. De sus observaciones concluyeron que la referida mioquina mostró una elevación significativa en HIIT respecto del ejercicio de intensidad moderada, diferencia que se apreció incluso hasta 6hs posteriores al ejercicio(The response of interleukin-6 and soluble interleukin-6 receptor isoforms following intermittent high intensity and continuous moderate intensity cycling. Leggate M., et al Cell Stress Chaperones, Nov 2010). Se cree que la razón del por qué este tipo de esfuerzos de alta intensidad podrían ser causales de liberación aumentada de IL-6 respecto al de intensidad moderada, quizás pueda estar en la caída de la reserva glucogénica muscular que los HIIT producen. También, y de no menor relevancia, es de consideración reparar en que esta modalidad de esfuerzo se concreta con fibras de tipo IIa. Analizar estas conclusiones en el contexto adecuado es de suma importancia, porque vuelve a resaltar la relevancia de la ejercitación de alta intensidad dentro de las de elección cuando de eventos cardiometabólicos favorables se trata, con especial atención en el territorio fisiopatológico.