Ayudando a padecer sarcopenia (parte I)

Publicado 3 de enero de 2018, 13:25

Ayudando a padecer sarcopenia (parte I)

Atacarla, no potenciarla con estrategias largamente superadas, ese es el desafío.

Jorge Roig (enero 2018)

Con el paso de los años la pérdida de masa muscular (MM) parece ser un destino inevitable, tanto más cuando no se hace algo para limitar este proceso o, aun peor, cuando lo que se hace la acelera. Suficiente documentación científica hay para informarse sobre esto, pero pareciera que romper estereotipados paradigmas instalados hace décadas no son fáciles de cambiar. Justamente en el artículo publicado por mí ayer aquí (31/12/2017), refería que Mathus-Vliegen sostiene que la investigación actual se ha centrado principalmente en el análisis de los riesgos cardiovasculares y no en los aspectos funcionales (Mathus-Vliegen EM. Obesity and the elderly. J Clin Gastroenterol. 2012). Dicho en términos sencillos, las estrategias han apuntado desde sus inicios al músculo cardíaco, descuidando al músculo esquelético.
Yendo directo al deterioro muscular, de la observación del músculo que envejece (sarcopenia primaria) o que no se ejercita o se desnutre (sarcopenia secundaria), se puede concluir, tal como lo señala Lang y su equipo, que la sarcopenia no solo muestra reducción del número de células constitutivas, también se acompaña de una pérdida de las motoneuronas que alcanzan a las fibras que van disminuyendo cuantitativamente. Y esto, además, se aprecia asociado a cambios adaptativos en las proporciones de las unidades motoras lentas y rápidas, así como en el área de sección transversal de las fibras musculares (Lang T, et al. Sarcopenia: etiology, clinical consequences, intervention, and assessment. Osteoporos Int. 2010).
Uno de los puntos más oscuros y de alta relevancia para identificar personas con sarcopenia, es justamente definirla. Ello permite aclarar y comenzar a reconocerla debidamente. Y en este aspecto, mucho ha sumado el trabajo reciente de Kim TN, y colegas. Los autores concretaron un estudio de cohorte llamado Estudio de Obesidad Sarcopénica Coreana (KSOS), con el fin de examinar la preponderancia de sarcopenia en adultos coreanos y de esta manera poder ver su impacto en la salud. (Kim TN, et al. Prevalence of sarcopenia and sarcopenic obesity in Korean adults: the Korean Sarcopenic Obesity Study. Int J Obes Lond 2009). Las conclusiones fueron de gran ayuda, porque ellos observaron que la prevalencia de sarcopenia difirió según la definición aplicada, así como la edad y el sexo.
Si bien aun no se ha logrado consensuar sobre una definición clarificadora de sarcopenia, algunas cuestiones están siendo analizadas y de ellas se ha aportado buena ayuda. Por ejemplo, hoy evaluar la fuerza y la aptitud física, valorando a esta por el rendimiento funcional, parece ser lo más indicado cuando a ello se lo asocia a la medición de la MM del evaluado. Aquí se considera la MM apendicular como criterio identificador de cantidades de músculo
Si bien no son pocos los que recurren al análisis de bioimpedancia (BIA) por ser este un método económico, fácil de usar y reproducible, Edwards sostiene que esta técnica no puede distinguir entre agua extracelular e intracelular, lo que hace que sea propensa a errores dependiendo del estado de hidratación del individuo (Edwards MH, Buehring B. Novel approaches to the diagnosis of sarcopenia. J Clin Densitom. 2015).
Dado que la conquista y/o no pérdida de MM implica entrenar la fuerza y no lo aeróbico ya que esta modalidad de ejercicio no tiene acción sobre dicha capacidad, estudios prospectivos como el de Wijnhoven, por ejemplo, han demostrado una relación entre la baja MM y/o la fuerza asociada a un mayor riesgo de mortalidad (Wijnhoven HA, et al. Region-specific fat mass and muscle mass and mortality in community-dwelling older men and women. Gerontology. 2012).
También merece considerarse lo publicado en el British Regional Heart Study, donde Atkins y su equipo informaron que la sarcopenia se asocia con una mayor mortalidad cardiovascular, pero además una mayor mortalidad por todas las causas (Atkins JL, et al. Sarcopenic obesity and risk of cardiovascular disease and mortality: a population-based cohort study of older men. J Am Geriatr Soc. 2014).
Y también varios trabajos han sugerido que la fuerza muscular deteriorada es un factor de riesgo más importante para la mortalidad que una disminución en la MM. Entre otros, es para citar el reciente de Filippin y colegas que muestra los datos de un trabajo concretado en 556 personas mayores de 65 años, en los cuales la razón de riesgo de muerte fue de 5,37 para quienes tenían la fuerza muscular pobre en el test de pierna. ( Filippin LI, Teixeira VN, da Silva MP, Miraglia F, da Silva FS. Sarcopenia: a predictor of mortality and the need for early diagnosis and intervention. Aging Clin Exp Res. 2015).
Buscar las causas de por qué la reducción de la fuerza se instala en los sujetos que envejecen es transitar caminos similares a los de cualquier individuo que no ejercita la capacidad referida. La fuerza entrena fibras rápidas (FT) y lo aeróbico aborda el rendimiento de las fibras lentas (ST). Si no se somete al músculo a estímulos que comprometan al modelo fibrilar rápido, su pérdida es la consecuencia inevitable, porque es la supervivencia proteica y molecular anabólica específica la que garantiza su mantenimiento. Su inactividad o el abandono de métodos de entrenamiento de la fuerza, también conduce al no reclutamiento de las unidades motoras rápidas y con ello a su pérdida con el tiempo. Y acá debe tenerse presente que ejercitarse en una dirección puede implicar el abandono de otro territorio de rendimiento. Y ello es para analizarse debidamente, porque es sabido que el envejecimiento o el desuso muestra un incremento en el número de fibras lentas y una reducción de las rápidas, se entrene o no. Y ello resulta por la conversión del modelo fibrilar FT en ST. De esta manera, sea por el abordaje de lo aeróbico y abandono (intencional o no) del entrenamiento de la fuerza, sea por sedentarismo o por la realización de prácticas físicas irrelevantes, o incluso haciendo ejercicios de fuerza pero con cargas de oposición que no alcancen el umbral de estimulación fibrilar suficiente, en todos los casos las FT tienen un solo destino, su pérdida. Llegado a esta situación, la sarcopenia es un problema instalado, pero la reducción de la fuerza (dinapenia) suma un problema mucho mayor. Interesantemente, ni la sarcopenia ni la dinapenia se tratan paseando al perro, bailando, nadando o pedaleando alegremente por el barrio. Y esa es la propuesta que uno, lamentablemente, escucha demasiado frecuentemente. Quienes la indican ya lo sabemos, y ellos también lo saben. Bastará conocer si lo hacen dominados por ignorancia o por conveniencia. Y aquí no logro distinguir cual de ambas razones los pone peor frente a la sociedad y la ciencia.

Para reflexionar…