Caminata por la salud…y por el agravamiento de la patología.

Publicado 27 de septiembre de 2017, 16:10

Caminata por la salud…y por el agravamiento de la patología.

Cuando la intensidad no forma parte del estímulo, lo que cura enferma

Jorge Roig (septiembre 2017)

Numerosas veces he escrito sobre las implicancias negativas que tiene la propuesta de muchos profesionales respecto de sugerir la caminata buscando salud. El principal enfoque, aunque no único, que he hecho al respecto, se fundamentó en el deterioro muscular que las personas normalmente tienen, el que se agudiza con las caminatas.

Los obesos y los diabéticos están entre los que más reciben este tipo de consejos, pero como no podía ser de otra manera, también los sedentarios son invitados a la tan famosa expresión que habitualmente emerge desde el consultorio del médico, la consabida….”aunque sea camine”.

Hay suficiente evidencia, como se verá, que documenta que las dosis más altas de actividad física predicen una mayor longevidad, pero también menores riesgos de enfermedades cardiovasculares, diabetes y otras patologías. Lo que está claro es que no es tan solo “hacer”, sino es “hacer de una determinada manera”. Y en esta última expresión, el protagonista se llama intensidad.

Respecto de lo anterior, las investigaciones se han centrado en asociar niveles de exigencia con mejoras en la salud, en la calidad de vida y, como se dijo, en la expectativa de vida analizada desde la longevidad. En este punto, la intensidad se expresa en términos de equivalentes metabólicos (METs), siendo 1 MET el gasto energético de reposo, lo que representa 3,5ml de oxígeno/kg/min.

Como es de concluirse analizando esto, no es igual caminar a 3 METs que hacerlo a 6 METs, por lo que también es de esperarse que el impacto fisiológico de ambas intensidades resulte diferente, al punto incluso que una pueda generar beneficios y la otra quizás no. Analicemos más profundamente esto. Como ejemplo, caminar a intensidades de 3 METs o menos no tiene impacto sobre la salud en términos de mejoras, e incluso puede estar más cerca de la enfermedad, como se verá. Entre estos niveles de exigencia pobre, se incluye actividades tales como caminar bajo la forma de actividad social, las propias del hogar, las que impone el trabajo, la procura del transporte público, y hacerlo con los niños (Ainsworth BE, et al. Compendium of physical activities: an update of activity codes and MET intensities. Med Sci Sports Exerc 32, 2002).

Trayendo acá un claro ejemplo de lo que implica la velocidad de desplazamiento en la caminata, recientemente Williams demostró que una mayor intensidad de la marcha, al ajustarse ella a la distancia recorrida, se asoció con una menor prevalencia de diabetes tipo 2, hipertensión e hipercolesterolemia, (Williams PT, Reduced diabetic, hypertensive, and cholesterol medication use with walking. Med Sci Sports Exerc 40, 2008). Y yendo un poco más allá en el territorio de ciertas patologías, dos trabajos merecen un espacio de consideración especial. Así, Bittner y colegas ((Bittner V, et al. Prediction of mortality and morbility with a 6-min walk test in patients with left ventricular dysfunction. J Am Med Assoc 270, 1993) y también Rasekaba y colaboradores (Rasekaba T, Lee AL, Naughton MT, Williams TJ, Holland AE, The six-minute walk test: a useful metric for the cardiopulmonary patient. Intern Med J 39, 2009), documentaron que una caminata lenta presagia un peor pronóstico en 1) pacientes con insuficiencia cardiaca, 2) en pacientes con hipertensión pulmonar, 3) en la enfermedad renal en etapa terminal, y 4) después de la cirugía de revascularización coronaria.

Varios estudios han dado incluso “velocidades seguras” y “velocidades de riesgo” para considerar a la hora de prescribir. Así por ejemplo, y respecto a lo anterior, quienes caminan menos de 400 metros en la reconocida prueba de caminata durante 6 minutos, están en mayor riesgo que quienes se desplazan a una velocidad mayor que esa (Lord SR, et al. Physiologic, psychologic and health predictors of 6-min walk performance in older people. Arch Phys Med Rehabilitation 83, 2002).

Quizás uno de los trabajos más concluyentes y orientadores que se hayan llevando a cabo respecto de la caminata, es el denominado “National Walkers 'Health Study”, el que se concretó a través del seguimiento prospectivo durante algo más de 9 años e incluyó cerca de 40 mil personas de ambos sexos, en la intensión de evaluar la relación dosis-respuesta considerando la intensidad del caminar (minutos por milla) y el riesgo de mortalidad. El referido trabajo de investigación evaluó: 1) si la caminata más intensa (más rápida) se asociaba con menor riesgo de enfermedad al controlar la cantidad total de distancia caminada, y 2) si durante la prueba de caminata de seis minutos se identifica a sujetos con un riesgo de enfermedad sustancialmente elevado en una población no clínica. Varias e interesantes han sido las conclusiones emergidas de la referida y valiosa investigación, como seguidamente se verá. Así, por ejemplo., se concluyó que por cada minuto adicional demorado por milla caminada, ello se asoció con 1) un mayor riesgo de mortalidad por todas las causas, también se vinculó a 2) incrementada posibilidad de padecer cardiopatía isquémica, 3) insuficiencia cardíaca, 4) diabetes y 5) demencia. Pero además, y considerando un tiempo de 24 minutos para una milla, quienes tuvieron un ritmo más lento mostraban prácticamente los mismas probabilidades que lo que se señaló anteriormente, ya que tenían un mayor riesgo de mortalidad por todas las causas, enfermedades cardiovasculares y demencia. Las conclusiones de tan importante estudio fueron que el riesgo de mortalidad disminuye en relación inversa a la intensidad del caminar, pero también que aumenta sustancialmente en asociación con el ritmo de caminar a un tiempo ≥ 24 minutos de milla. Esto equivale a ir a un ritmo <400 m durante un test de caminata de seis minutos.

De acuerdo a los estudios que al respecto existen algunos de los cuales he colocado acá , leer “Caminata por la salud cardiovascular”, tal cual reza la publicidad de una propuesta hecha en “La semana del corazón” (2017), al menos obliga a pensar una de tres cosas: 1) se vive al margen de lo que la ciencia documenta, 2) se afirman cosas que acontecerían caminando pero que están lejos de que necesariamente pase o 3) importan mucho más las “drogas sintéticas” que la pócima biológica debidamente entregada, como lo es el ejercicio correctamente indicado y dosificado.