De las proteínas de whey asociadas a ciertos cánceres.
Publicado 6 de agosto de 2015, 21:14
Una ayuda de la ciencia para los que hablan demasiado cuando están dormidos.
Jorge Roig (2015)
Que los suplementos han sido la cuerda de la cual tiran los que documentan su eficacia y aquellos que le adjudican efectos nocivos para la salud, no merece demasiado análisis. Sencillamente es así. No menos cierto es que generalmente hay suficiente ciencia de un lado de la soga y bastantes “actos de fe” del lado opuesto. El problema a resolver entonces deberá ser el comprobar en qué extremo está la ciencia actualmente para empezar a actuar con ella en cada circunstancia que se necesite tomar decisiones con los suplementos. Vamos allá entonces.
Hace ya más de 20 años que se comenzó a observar que una elevada concentración de IGF-1 (Factor de Crecimiento Insulínico tipo-1) podía tener algún vínculo con la multiplicación de células cancerosas. Como se sabe, dicho factor está fuertemente asociado al anabolismo proteico y por ello a la hipertrofia muscular. En este aspecto, una de las maneras de generar el crecimiento del tejido muscular se apoya en hacer justamente que el referido factor se incremente en su producción (o aporte exógeno) a los fines de accionar sobe la mTOR y de esta manera favorecer la síntesis de proteínas en el músculo esquelético. Los entrenamientos de fuerza, de facto, logran este incremento del IGF-1, pero también el consumo de ciertos alimentos pueden lograrlo con suficiente efectividad, y claro esta, los suplementos proteicos. Hay evidencia científica que el IGF-1 puede aumentar el desarrollo tumoral justamente como consecuencia de su poder anabólico proteico, y ello ha generado bastante investigación en el territorio de la nutrición con el objetivo primario de poder establecer en qué magnitud la ingesta de algunos de estos alimentos, como es el caso de la leche de vaca, podrían tener un efecto pernicioso sobre nuestra salud, llegando incluso a producir alguna forma de cáncer. Un excelente trabajo en co-autoría, de mi querido amigo Pedro Carrera Bastos, aporta muy buena información sobre ello (The impact of cow's milk-mediated mTORC1-signaling in the initiation and progression of prostate cáncer Melnik B et al, Nutr Metab Lond. 2012).
Ahora bien, es la mismísima leche de vaca la que podría tener efecto cancerígeno? Pues aquí se originan las confusiones. Lo que bien se sabe es que la FDA (Administración de Drogas y Alimentos) americana aprobó en 1994 el suministro de la hormona de crecimiento bobina recombinante (rBGH) y ella comienza a aplicarse indiscriminadamente a las vacas lecheras para aumentar la producción de este alimento. Es suficientemente conocido que esta hormona acrecienta sustancialmente la producción hepática de IGF-1 en las vacas, el que se incrementa 10 veces en el referido líquido. Dado que no se elimina con la pasteurización, el mismo pasará a la circulación sanguínea de quien beba leche de vaca.
Este IGF-1 es el mismo que produce el ser humano y su exceso en el organismo está asociado a cáncer de próstata, de mama, de colon, etc.. Para destacar también es que no se habla de que sea la proteína de suero de leche la generadora de la referida patología ni mucho menos que ella desencadene cantidades elevadísimas del mismo, algo que está suficientemente documentado. Respecto de esto, y precisamente en la vereda opuesta de tal afirmación (en buena medida tendenciosa y sesgada a los fines), en un interesante trabajo de Bounus se documenta lo importante que puede ser el consumo de proteína de suero de leche en patologías como el cáncer (Bounus G., Anticancer Res. 2000 Nov-Dec. Whey protein concentrate (WPC) and glutathione modulation in cancer treatme). Referido a esto, el autor destaca la importancia del glutatión, una poderosa molécula antioxidante que constituye un verdadero sistema protector de la célula y por ello se lo denomina GSH (glutathione antioxidant system). Dado que esta molécula de glutatión se ha visto muy disminuida a nivel muscular en ejercicios extenuantes y también en linfocitos en situaciones de fuerte agresión del sistema inmune (en ambos casos por la formación de gran cantidad de especies reactivas de oxígeno), se propone el consumo de proteína del suero de leche. La razón que se defiende con esta sugerencia es por el significativo aporte del aminoácido cisteína que hacen estas proteínas, siendo el mismo el factor limitante fundamental para la formación de GSH. Así y tal cual lo sostiene el autor “Los informes de casos que se presentan sugieren fuertemente un efecto antitumoral de un suplemento dietético de proteínas de suero de leche en algunos cánceres urogenitales”.
Así las cosas, decir que la proteína de suero de leche sea generadora de alguna forma de cáncer es tan arriesgado como afirmar que la leche produce eso. Ahora bien, si esta última está literalmente infectada de IGF-1 la culpa habrá que buscarla en aquellos que deben analizarla para el consumo humano, pero finalmente será este factor y no las proteínas del suero de leche las que tienen potencia cancerígena. Lo mismo le cabe a estas como suplementos, mal que le pese a los que practican la somniloquia.
Para reflexionar.