Deshidratación en la Copa de las Confederaciones

Publicado 24 de junio de 2013, 16:15

Deshidratación en la Copa de las Confederaciones

Estoy disfrutando estos dias del gran nivel de la selección española en la copa de las confederaciones. La victoria de ayer sobre la selección de Nigeria ha fortalecido la firme candidatura al título de campeones -con el permiso de la selección brasileña-, aunque aún faltaría superar la semifinal ante la rencorosa selección italiana. Uno de los temas más comentados, en relación al rendimiento de la selección española, ha sido la posible influencia de las altas temperaturas y la humedad en el rendimiento. Esto fue lo que pudo haber ocurrido -por ejemplo- en la segunda parte ante Uruguay. A diferencia del clima tropical seco que me ha tocado experimentar en Brasilia, en el noreste de Brasil -un país de dimensiones continentales-, las temperaturas son bastante elevadas todo el año y, con poco que la humedad relativa supere el 80%, la sensación térmica llega a ser insoportable. De hecho, hasta leí en algún medio de comunicación que perder ante Nigeria podría ser un consuelo, ya que el partido de semifinales se jugaría en ese caso en otra localización con un clima menos extremo que el de Fortaleza.

Es bastante conocido que la pérdida de rendimiento asociado a la deshidratación puede ser prevenida con una adecuada hidratación antes, durante y después de los partidos. El problema está en que en un deporte como el fútbol, la hidratación a un ritmo adecuado no es posible durante el partido, además de que la ingesta hídrica diaria por encima de lo habitual puede causar malestar gástrico y no todos los jugadores están dispuestos a beber a ese ritmo. Un método muy simple para monitorizar la hidratación de los jugadores es medir su masa corporal al levantarse, al acostarse, y antes y después de los partidos; además de controlar la coloración de la orina. En ausencia de cambios en la composición corporal (e.g. pérdida de masa muscular), este método es bastante efectivo aunque no infalible. Alternativamente, se podría estimar el cambio en la volemia a partir del hematocrito pero, si no se registran cambios importantes en la masa corporal, no estaría justificado tomar muestras de sangre de los jugadores todas las mañanas.

Un aspecto menos evidente de los cambios en la volemia es que la actividad de los barorreceptores puede verse alterada y, consecuentemente, afectar a la actividad del sistema nervioso autónomo (SNA). Este aspecto no es baladí ya que, por ejemplo, recuperar mejor entre partidos depende, en gran medida, de la actividad del SNA. Aunque la actividad del SNA se puede evaluar de una forma muy simple con la variabilidad de la frecuencia cardiaca (VFC), es importante señalar que la validez de esta técnica puede verse comprometida por los cambios en la volemia, con lo que su aplicabilidad dependerá en gran medida del protocolo de evaluación y del estado euhidratado de los jugadores. Alternativamente, podríamos monitorizar la actividad del SNA de los jugadores con la recuperación de la frecuencia cardiaca (RFC), ya que la RFC no es dependiente de la volemia como lo es la VFC y es un índice muy sencillo para evaluar la reactivación parasimpática después de un esfuerzo. De hecho, en un estudio nuestro recientemente publicado hemos observado que la RFC entre esfuerzos es un método válido para detectar adaptaciones autonómicas en jugadores de fútbol, con lo que podríamos evaluar de una forma simple y en cada sesión de entrenamiento las adaptaciones del SNA de los jugadores sin las limitaciones asociadas a los cambios en la volemia.

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