El Método Intermitente, o cuando la evidencia derrumba a la pseudociencia.
Publicado 9 de julio de 2013, 22:27
El Método Intermitente, o cuando la evidencia derrumba a la pseudociencia.
Como he venido presentando recientemente, el método intermitente (MI) está siendo tendenciosamente tratado en lo que hace a ciertas cuestiones que involucran a los recursos energéticos de que se vale el mismo.
Concretamente, fundamentan (?) algunos (y multiplican demasiados) que el mismo utiliza la energía proveniente de las grasas en virtud de un efecto inhibitorio sobre la PFK por parte del citrato formado bioquímicamente en las reacciones mioenergéticas. Sin necesidad de extenderme acá sobre esto último, absolutamente falso desde el fenómeno bioquímico (ya lo hice ampliamente en su momento en otra publicación) sí entendí sumamente interesante colocar acá unas gráficas sobre lo investigado y publicado por Randers et al.. recientemente (uno de los colaboradores del trabajo es nada menos que Jens Bangsbo, investigador “utilizado” en sus citas por los multiplicadores de lo indemostrado sobre recursos energéticos del MI). En este artículo cietífico denominado “Activity profile and physiological response to football training for untrained males and females, elderly and youngsters: influence of the number of players”, del año 2010, estos investigadores pesquizaron, entre otras cosas, el comportamiento de la reserva glucogénica en los diferentes tipos de fibras musculares. Para ello, sometieron a esfuerzo a 147 sujetos de diferentes edades y sexo, a quienes agruparon de manera tal de constituir equipos de fútbol que desarrollen su juego bajo la forma de los entrenamientos reconocidos como “de espacio reducido“. Así dividieron a los mismos en equipos de 1vs1, 2vs2, 3 vs3, 4vs4 y 7vs7, agrupándolos por sexo. En todos los casos, las ejercitaciones se realizaron en varios bloques de tiempo fijo, separados por pausas entre ellos y durante un total de 60 minutos.
Utilizando recursos como el bien conocido “Time–motion analysis”, la biopsia muscular y muestras sanguíneas, entre otros, determinaron:
1) tiempo de corridas de alta intensidad (25-30km/h durante 1,5 a 2,3seg),
2) número de repeticiones de esfuerzos de alta intensidad (98 a 140),
3) otras formas de desplazamiento en volumen e intensidad también (incluidas las “hacia atrás”)
4) lactato, con el objeto de determinar (indirectamente, según lo sabido al presente), niveles de acidez muscular y sanguíneos.
5) Ácidos grasos libres plasmáticos.
La elocuencia de las gráficas que adjunto a este pequeño texto, me eximen de aclarar lo que las imágenes referidas hacen por sí solas al respecto, pero además demostrar, con más testimonio científico, que la glucólisis no se inhibe en este tipo de ejercicios (observar la disminución del glucógeno muscular con y por el esfuerzo).
Finalmente debe tenerse presente, como tantas veces lo hemos sostenido, que el hecho de que los ácidos grasos se incrementen en sangre en el intraesfuerzo no es demostración de que se ha instalado la beta-oxidación mitocondrial de los mismos. La limitadísima circulación muscular en las micropausas no lo posibilitaría. Ella, cuando se verifica, acontece especialmente en el pos esfuerzo del ejercicio totalmente finalizado.