El volumen muscular de los isquiotibiales como indicador del rendimiento del sprint
Publicado 12 de junio de 2021, 15:28
En los deportes de equipo, la capacidad de aceleración es crucial para el rendimiento debido a movimientos cortos y multidireccionales que se requieren en estas actividades. Por el contrario, en los eventos de pista y campo, con distancias más largas, el rendimiento del sprint está determinado por la capacidad de aceleración y la velocidad máxima.
Aunque muchos factores pueden influir en el rendimiento del sprint, la literatura reciente ha demostrado que la capacidad de producir grandes cantidades de fuerzas de reacción horizontal del suelo (GRFs) es el predictor más fuerte de la aceleración y el rendimiento del sprint independientemente del nivel de rendimiento (Brughelli 2011, Morin 2015, Samozino 2016). La capacidad mecánica general para producir y aplicar fuerzas horizontales a lo largo del sprint está bien descrita por la relación lineal inversa de fuerza-velocidad (FV) y la relación parabólica de potencia-velocidad (PV), que caracterizan los límites mecánicos de todo el sistema neuromuscular (Samozino 2016). Estas relaciones de FV individual describen los cambios en la generación de fuerza horizontal con el aumento de la velocidad de carrera y se resumen en las siguientes variables: la fuerza máxima teórica (F0), la velocidad máxima teórica (V0) y la potencia máxima (Pmáx) (Mendiguchia 2014, Samozino 2016). Como la relación entre estas variables abarca toda la capacidad del sistema neuromuscular, incluye las propiedades de los músculos, las características morfológicas y los mecanismos neurales que sustentan el impulso de la unidad motora. Además, estas propiedades mecánicas del sprint integran la capacidad de un atleta dado para orientar la GRF horizontalmente (Samozino 2016).
Hacer un sprint es un patrón de movimiento complejo en el que la masa corporal del atleta es impulsada hacia adelante por las fuerzas de propulsión producidas por las articulaciones de las extremidades inferiores (Sugisaki 2017). Se sabe que el volumen muscular (VM) es el principal determinante del torque articular en humanos (Fukunaga 2011), por lo que se puede plantear la hipótesis de que el VM juega un papel importante en el rendimiento del sprint. Al comparar a los velocistas con la población promedio, las diferencias en la musculatura son notables (Bex 2017, Handsfield 2017). Debido a que los músculos más grandes producirán una mayor fuerza y potencia, se puede esperar que los músculos extremadamente grandes tengan ventaja para el rendimiento del sprint. Sin embargo, se debe tener precaución con esta afirmación porque el agrandamiento de un músculo aumenta el momento de inercia del segmento y, por lo tanto, reduce la aceleración angular de la extremidad para un torque articular dado (Handsfield 2017, Sugisaki 2017). Muchos estudios han investigado la relación de la musculatura y el rendimiento en el sprint (Hoshikawa 2016 y 2010, Kubo 2011, Perez-Gomez 2008) utilizando el grosor muscular o el corte transversal del músculo (CSA), a menudo reportando relaciones positivas entre estas medidas y el rendimiento del sprint. No obstante, se sabe que los cambios en la forma del músculo no son uniformes a lo largo del mismo; esto destaca las limitaciones de una sola medida, que podría no ser suficiente para cuantificar con precisión los cambios hipertróficos (Ema 2013, Handsfield 2017). Por lo tanto, la adopción del VM, en lugar del grosor muscular o el CSA, como medida de la musculatura, puede proporcionar una evaluación más precisa de las adaptaciones al sprint y su relación con el rendimiento (Sugisaki 2017).
En la literatura previa, aún no se ha logrado un entendimiento claro con respecto a la musculatura del muslo y su asociación con el rendimiento del sprint. Por ejemplo, Sugisaki y cols. (2011) y Tottori y cols. (2017) propusieron que la musculatura del cuádriceps y de los aductores es ventajosa para el rendimiento del sprint. Por su parte Sugisaki y cols. (2017) relacionaron el VM de los isquiotibiales y los glúteos con mejores tiempos de 100 m, y sin asociación con el cuádriceps y los aductores. Por el contrario, Bex y cols. (2017) compararon velocistas de élite con corredores de resistencia de élite y concluyeron que tener cuádriceps e isquiotibiales más grandes era un factor determinante del rendimiento del sprint. Sin embargo, la mayoría de los estudios con respecto a la musculatura y el rendimiento en sprint comparan grupos (generalmente de sprinters y no sprinters) o establecen relaciones, pero no examinan ambos. Además, estudios previos que comparan a velocistas y no velocistas no han emparejado ambos grupos antropométricamente (por altura o masa corporal), lo que puede haber sesgado los resultados: las diferencias en la musculatura pueden deberse a diferentes tipos de cuerpo más que a adaptaciones al entrenamiento de la velocidad. Por último, cabe señalar que los deportistas de élite son muy difíciles de reclutar y los estudios de esta población suelen realizarse con muestras relativamente pequeñas. Comprender cómo se adaptan los músculos del muslo a un entrenamiento de velocidad específico y analizar el desarrollo de los músculos del muslo en velocistas altamente entrenados podría contribuir al diseño de programas de entrenamiento complementarios mejorados en deportes basados en las carreras de velocidad.
Por lo tanto, Joan Aureli Cadefau de la Universidad de Barcelona (España), recientemente llevó a cabo un estudio donde el propósito de esa investigación fue determinar y comparar las propiedades mecánicas del sprint y el rendimiento de la carrera de sprint, así como los MVs de los muslos, entre hombres físicamente activos y velocistas de nivel nacional. También se investigaron las relaciones entre el VM del muslo y las propiedades mecánicas y el rendimiento del sprint.
Siete velocistas masculinos y 9 sujetos activos realizaron sprints de 40 m de esfuerzo máximo. La velocidad instantánea se midió por radar para obtener la fuerza máxima teórica (F0), la velocidad máxima teórica (V0) y la potencia máxima (Pmáx). Para la evaluación del VM, se obtuvieron series de imágenes transversales del muslo de cada sujeto mediante imágenes de resonancia magnética para cada uno de los músculos cuádriceps e isquiotibiales y el grupo de músculos aductores.
Los velocistas fueron más rápidos en 10 m (7%, tamaño del efecto [ES] 52.12, p <0.01) y 40 m (11%, ES = 3.68, p <0.01), con significativamente mayor V0 (20%, ES = 4.53, p <0.01) y Pmáx (28%, ES = 3.04, p <0.01). Los velocistas tenían cuádriceps (14%, ES = 1.12, p <0.05), aductores (23%, ES = 51.33, p <0.05) e isquiotibiales (32%, ES = 2.11, p <0.01) más grandes que los activos. El VM de los isquiotibiales se correlacionó fuertemente con el tiempo de sprint de 40 m (r =-0.670, p <0.01) y V0 (r = 0.757, p <0.01), y moderadamente con la Pmáx (r = 0.559, p <0.05).
Los velocistas fueron significativamente más rápidos y tuvieron una mayor V0 y Pmáx que los sujetos activos. Se encontró un VM más grande en los muslos de los velocistas, especialmente en la musculatura de los isquiotibiales, y se encontraron fuertes correlaciones entre el VM de los isquiotibiales y las propiedades mecánicas del sprint y el rendimiento del sprint.
Aplicaciones prácticas
Debido a que la comparación entre grupos indicó que los isquiotibiales eran el grupo de músculos del muslo más desarrollado de los velocistas y el análisis de correlación mostró fuertes correlaciones con su volumen y rendimiento en el sprint, este estudio proporciona más evidencia que respalda la noción de que la musculatura de los isquiotibiales juega un papel prominente en el rendimiento de sprint. Estos resultados, y el creciente cuerpo de investigación relacionado con la musculatura de los isquiotibiales, resaltan la necesidad de que los profesionales se concentren en el entrenamiento apropiado para esta área. Sin embargo, debe enfatizarse que las correlaciones y regresiones lineales no implican "causa y efecto", por lo que concentrarse únicamente en aumentar la musculatura de los isquiotibiales probablemente no conducirá a un mejor rendimiento. Como se dijo anteriormente (Nuelll 2019), la carrera de velocidad es un patrón motor muy complejo que requiere estrategias de entrenamiento muy específicas. Por lo tanto, los entrenadores de la fuerza y del acondicionamiento deben tener en cuenta que la carrera de velocidad en sí misma podría ser un estímulo de entrenamiento crucial para inducir adaptaciones crónicas de la musculatura de los isquiotibiales, así como para mejorar el rendimiento.