Hipertensión arterial y ejercicio

Publicado 8 de marzo de 2013, 20:29

Hipertensión arterial y ejercicio

La hipertensión arterial es el principal factor de riesgo modificable, que contribuye a sufrir enfermedades cardiovasculares,tales como: accidente cerebrovascular (ACV), infarto agudo de miocardio (IAM), insuficiencia cardíaca (IC), entre otros. Si bien existen varias categorías donde se pueden clasificar los valores de la presión arterial, cifras como 140/90 mmHg son considerados hipertensión arterial y a su vez, la evidencia científica ha demostrado que a mayor presión arterial, mayor mortalidad (Barrios, Escobar, 2011).

La tensión arterial depende del producto del volumen minuto cardíaco (VMC) y de la resistencia vascular periférica (RVP). Particularmente, la tensión arterial sistólica dependerá del VMC y la diastólica de la RVP. Uno de los principales mecanismos que va a influir en los valores, es el sistema nervioso autónomo (SNA), el sistema simpático por un lado, actúa mediante la adrenalina, hormona de la glándula suprarrenal y la noradrenalina, neurotransmisor de los nervios simpáticos, sobre los receptores adrenérgicos del corazón aumentado el cronotropismo y el inotropismo y a nivel vascular, sobre las células musculares lisas, influyendo sobre la RVP. Por otro lado, el sistema nervioso parasimpático, a través de su neurotransmisor, la acetilcolina, actúa sobre los receptores colinérgicos del corazón, cumpliendo con una función antagónica al simpático. (Cingolani y Houssay, 2010; López Chicharro, 2006; López Mojares, 2009; Guyton, 2001; Villat, 2005).

Por lo tanto, mientras uno sube la presión el otro la reduce, pero este equilibrio que debería existir entre ambos sistemas, muchas veces se encuentra alterado por distintos factores modificables con el estilo de vida de la persona: estrés, diabetes, tabaquismo, sedentarismo, alcohol, mala alimentación, etc.

Otro factor no menos importante, que va a influir en la presión arterial, es el comportamiento de la capa interna que recubre a todos los vasos sanguíneos, el endotelio, esta membrana unicelular se comporta como un verdadero órgano autócrino, parácrino y endocrino, produciendo y liberando al torrente sanguíneo y a la túnica media, en determinadas circunstancias, sustancias vasodilatoras como: el óxido nítrico, prostaglandinas, factor hiperpolarizante derivado del endotelio, etc. Y en otras,vasoconstrictoras como: angiotensina II, endotelinas, troboxano A2, etc. Todo esto dependerá del estado funcional y estructural en que se encuentre el mismo.

A modo general, el tratamiento de la HTA tiene dos vertientes, por un lado, el tratamiento farmacológico y por otro, el tratamiento no farmacológico como: reducción de peso,del consumo de sodio,del alcohol, tabaco y una de las principales herramientas para combatir esta enfermedad, el ejercicio físico (López Mojares, 2009), en la cual nos detendremos.

El ejercicio físico es utilizado como una herramienta de vital importancia, ya sea,para la prevención o como para el tratamiento de esta patología. Por este motivo se han realizados varios estudios de investigación tratando de poder evidenciar los beneficios que producían distintos tipos de ejercicios, con diferente duración, volumen, pausa, etc. sobre la salud de las personas que padecieran esta enfermedad, como también así en potenciales hipertensos.

Como lo ha demostrado, el metaanálisis de Hagberg y cols. en el año 2000, donde evaluaron a másde 1200 personas con HTA y pudieron demostrar que el ejercicio aeróbico disminuyó la presión arterial sistólica entre 11mmHg y la diastólica en 8 mmHg en la mayor parte de los pacientes. Por otro lado, Kelley y Kelley en otro metaestudio, encontraron reducciones de la presión arterial alrededor del 4-5% en pacientes con HTA frente a reducciones del 1-2% en personas sanas.

Otros autores como Kokkinos y cols. 1995; Ishiawa y cols. 2003; Hagberg y cols. 2000, han estudiado otras variables, como la intensidad, duración, frecuencia composición corporal, y sus distintas respuestas y adaptaciones en personas HTA.

En la actualidad, la fisiología del ejercicio ha podido demostrar de manera categórica el lugar que ocupa el ejercicio físico para la prevención y tratamiento de esta enfermedad. De todas maneras una correcta programación del ejercicio por sí sola, sin realizar cambios en el estilo de vida como: una correcta alimentación, no fumar, evitar ponerse nervioso, etc. nunca lograría obtener los mismos beneficios que aquellas personas que realizan un tratamiento integral.

Prof. Santa María, Matías (UNLP)

Especialista en Fisiología del Ejercicio (UNLP)