La brecha energética en la pérdida de peso graso
Publicado 13 de febrero de 2018, 21:40
O cuando las leyes de la termodinámica no entran en la biología humana
Jorge Roig (febrero 2018)
Si hay algo que no se puede negar es que la obesidad implica necesariamente una acumulación excesiva de energía en los adipocitos, la que se almacena en forma de moléculas de triacilglicerol. Si bien este acopio de energía ha sido colocado como el resultado de una ecuación energética positiva en la cual de un lado se ubica la carga y del otro lado el gasto, la realidad biológica no puede leerse, para el caso, desde las leyes de la termodinámica, como seguidamente se verá. Infelizmente aun existen profesionales que no han logrado salir de esta lectura y generan expectativas de logros que en la inmensa mayoría de los casos siguen mostrando el fracaso, no las conquistas procuradas.
En principio, y para ir aclarando un poco la interpretación que se hace de la ecuación energética en el marco de la termodinámica, la primera ley sostiene que la energía ingerida en exceso respecto de la gastada, generará su acumulación. Y también advierte que las reservas energéticas disminuirán si el gasto excede a la energía consumida. Sin embargo, al ser colocada en el contexto de un organismo humano, Hall sostiene que “esta primera ley ha sido aplicada de manera inapropiada en los entornos de asesoramiento nutricional para informar a los pacientes/clientes sobre la magnitud de la pérdida de peso que experimentarán, basándose únicamente en el grado en que restrinjan su consumo de energía”. Y continúa aseverando algo que explicaré más detenidamente abajo, en cuanto a lo que acontece al momento de reducir la ingestión calórica, esto es, alterando la ecuación energética introduciendo menos energía. Al respecto Hall afirma que, “lamentablemente este enfoque no reconoce que cambiar el lado de la ingesta/disponibilidad en la ecuación del balance de energía resultará invariablemente en cambios metabólicos y/o de comportamiento en el lado del gasto de energía. (Hall K.D. Modeling metabolic adaptations and energy regulation in humans. Annu. Rev. Nutr. 2012).
Respecto a lo anterior, es de sumo interés comprender qué acontece en nuestro organismo cuando se reduce la ingesta energética, porque esto quizás sirva para aclarar cómo las leyes de la termodinámica no pueden aplicarse indiscriminadamente en nuestro organismo. Veamos seguidamente cómo responde fisiológicamente el organismo ante las alteraciones de la carga energética, para percibir mejor de lo que se habla.
La que reconozco como “inteligencia biológica humana”, toma decisiones más allá de nuestra voluntad, llevando al organismo a la concreción de medidas en el afán de, al menos, no tener perjuicios que la coloquen en una condición peor al momento. Tal es el caso que se observa frente a la pérdida de peso, donde se aprecian adaptaciones fisiológicas que se manifiestan en principio, como un aumento del hambre. Interesantemente y poco considerado, también acontece una disminución del gasto energético para la vida diaria. Esto es definido como la “brecha energética”, la que se observa muy amplia porque en verdad se reclama más energía de la requerida en esa situación. Como se puede apreciar, hay tres condiciones claramente presentes al desequilibrar la ecuación energética negativamente: 1) pérdida de peso asociado, 2) un gasto de energía más bajo y 3) un incremento desproporcional del deseo de comer para incorporar energía. Esto, mal que nos pese, tiene impacto fisiológico que juega a favor del organismo, el que tomará decisiones para defenderse de tal desequilibrio. Bajo esta realidad, la respuesta hormonal no se hará esperar y la sinfonía neuroendocrina comienza a sonar par deleitar a la biología humana satisfaciendo sus necesidades. Así por caso, el incrementarse nuestro deseo de comer tiene sus responsables, viéndose a hormonas orexígenas aumentadas (generan hambre), al tiempo que disminuyen las anorexígenas (limitan el apetito). Además de esto, se aprecia también que frente a la reducción del gasto energético diario asociado, y ello a la pérdida de peso, desencadena una reducción desproporcionada de la leptina circulante junto a una tasa metabólica de reposo también menor. Todo esto junto a una merma del conocido “efecto térmico de los alimentos” (se gasta menos energía para procesarlos porque se come menos) y además una reconocida disminución del gasto energético en las actividades diarias por mayor eficiencia energética. Como se puede apreciar, todo se ordena fisiológicamente para “gastar menos” ante el “menor ingreso”, algo que no encuadra con lo definido por la primera ley de la termodinámica.
En un trabajo reciente de MacLean y su equipo, los autores advierten que la restricción calórica que conduce a la disminución en la ingesta de calorías produce una discrepancia entre el apetito y los requerimientos de energía, lo que se ha dado en llamar, como se dijo antes, espacio o brecha energética (energy gap). En esta condición, el organismo se ordena de manera de generar reacciones tendientes a recuperar el peso perdido, lo que en primera línea se manifiesta como un incremento del hambre y una reducción del gasto energético. Una imbricada red neuronal hipotalámica y romboencefálica se encarga de dar respuestas a señales que le llegan por la privación de alimentos, desencadenando “infelizmente” un aumento del hambre y una reducción del gasto energético, esto es, un incremento desproporcionado de la brecha energética, con un elevado “input” calórico asociado a una reducción del “output” energético (MacLean P.S., Higgins J.A., Giles E.D., Sherk V.D., Jackman M.R. The role for adipose tissue in weight regain after weight loss. Obes. Rev. 2015).
Otra cuestión que merece ser considerada es que, tal como lo expresan Levine y colegas, “existe una variabilidad interindividual significativa en la eficiencia energética en respuesta a excesos y déficits de energía bien controlados, inducidos experimentalmente, probablemente relacionados con la heredabilidad genética y/o la regulación génica (epigenética) (Levine J.A., Eberhardt N.L., Jensen M.D. Role of nonexercise activity thermogenesis in resistance to fat gain in humans. Science. 1999). Y también al respecto se manifiesta Van den Berg y colegas , al afirmar que “esto puede ayudar a explicar por qué algunas personas son más susceptibles que otras al aumento/recuperación de peso frente a perturbaciones similares del balance de energía (Van den Berg S.A., et al. Skeletal muscle mitochondrial uncoupling, adaptive thermogenesis and energy expenditure. Curr. Opin. Clin. Nutr. Metab. Care. 2011).
Para concluir, y a manera de explicar la imposibilidad cierta de aplicar las leyes de la termodinámica en forma literal (oportunamente me expresaré sobre la segunda ley, que tampoco puede aplicarse en biología humana, necesariamente), cabe traer un trabajo de Noakes y colegas (Effect of an energy-restricted, high-protein, low-fat diet relative to a conventional high-carbohydrate, low-fat diet on weight loss, body composition, nutritional status, and markers of cardiovascular health in obese women.), en el cual los sujetos con sobrepeso graso fueron asignados aleatoriamente a 1 de 2 intervenciones dietéticas isocalóricas de 5600 kJ, durante 12 semanas según un diseño paralelo y aleatorio, y en el cual unos consumieron una dieta alta en proteínas (Pr) y el otro grupo una alta en carbohidratos (CHO). Quienes incorporaron mayor cantidad de Pr perdieron un 50% más de grasa total que quienes consumieron mayor cantidad de CHO, pero como se dijo, ambos consumieron igual cantidad de calorías.
Para reflexionar…