Los carbohidratos en situación de ejercicio (parte 3 de 3). El rol molecular vinculado a la ingesta de carbohidratos y las posibles adaptaciones

Publicado 27 de diciembre de 2020, 19:00

Los carbohidratos en situación de ejercicio (parte 3 de 3). El rol molecular vinculado a la ingesta de carbohidratos y las posibles adaptaciones

Entre las moléculas más estudiadas a nivel muscular asociadas al ejercicio, la AMPK se encuentra en primera línea debido a que la misma es considerada un verdadero regulador metabólico durante el ejercicio. Se sabe que ella responde con su activación aumentando la captación de glucosa por el músculo esquelético así como la oxidación de grasas, fenómeno que no debe observarse como causa-efecto dado que a intensidades por debajo del 50% el efecto sobre ambos macronutrientes está aumentado igualmente, pero no así la señalización de la AMPK (Wojtaszewski JF, et al.. Dissociation of AMPK activity and ACCbeta phosphorylation in human muscle during prolonged exercise. Biochem Biophys Res Commun 298, 2002). Varias investigaciones dan cuenta de una señalización más fuerte a intensidades de al menos el 65% del VO2pico, por lo que el reclamo de energía a ciertas intensidades es la que desencadena su rol en el metabolismo.

Un dato no menor a considerar es el hecho de haberse observado que en los sujetos entrenados no se aprecia la activación de la AMPK a la intensidad señalada en esfuerzos de 2hs a ese nivel de exigencia, pero sin embargo en los no entrenados la misma responde con una señalización de entre 8 y 10 veces ante dicha magnitud de estrés.

Es conocido que la AMPK está fuertemente activada cuando el ADP y el AMP se incrementan sustancialmente por las reacciones metabólicas en el ejercicio. Sin embargo no en todos los individuos se aprecia lo mismo, lo que pareciera depender del nivel de entrenamiento. Por ejemplo se ha observado que a pesar del aumento de cinco veces en el AMP libre durante el ejercicio en individuos entrenados, la actividad de AMPK no se incrementó a valores superiores a los del reposo. Es probable que en sujetos entrenados en endurance el umbral de activación de la misma se eleve, algo que podría tener que ver con la presencia de una cantidad de glucógeno muscular más elevado en ellos. Esto porque el contenido del mismo también se ha implicado en distintos trabajos de investigación, aunque no en todos, como un regulador potencial de la activación de AMPK durante el ejercicio (Polekhina G, et al. . AMPK beta subunit targets metabolic stress sensing to glycogen. Curr Biol 13, 2003). En concreto, los descensos del glucógeno almacenado puede disparar la activación de la AMPK, pero esas cantidades en los individuos entrenados en pruebas de endurance es superior, con lo que a niveles de intensidad del 65% pueden estar bastante más preservados y por ello no gatillar su activación sino a exigencias superiores a esa.

Si bien esto narra lo que puede estar pasando durante el ejercicio mismo, no necesariamente es la respuesta esperable en el postesfuerzo inmediato. Bajo estas circunstancias, hay una regulación a la baja de la utilización de glucosa e incremento de la de grasas. En este marco molecular y bajo la consideración de que la carga nutricional tiene su rol sobre el metabolismo dominante en el ejercicio, lo que se ingiera antes, durante y después debe controlarse detenidamente. Es sabido que las estrategias alteran la disponibilidad de nutrientes antes y durante el ejercicio, consiguiendo también afectar las adaptaciones al entrenamiento ya que modulan el estímulo del entrenamiento y con ello a las perturbaciones inducidas por el esfuerzo (Earnest C.P., et al. Metabolic adaptations to endurance training and nutrition strategies influencing performance. Res. Sports Med. 2019). En este punto, y tal como lo señala Stellingwerff y colegas, las habituales estrategias específicas que se aplican para perturbar la disponibilidad de nutrientes son básicamente el ayuno nocturno, la restricción de la comida de CHO entre sesiones de entrenamiento y/o el aumento en la ingesta de ellos antes o durante el ejercicio. Estas acciones, en conjunto, se enrolan globalmente en lo que al presente se define como periodización nutricional (Stellingwerff T., et al. A Framework for Periodized Nutrition for Athletics. Int. J. Sport Nutr. Exerc. Metab. 2019). Justamente estas consideraciones llevan a afirmar que si bien el rendimiento puede mejorar después de la alimentación con CHO antes del ejercicio, decidir entrenar con las reservas bajas de estos provoca una señalización molecular diferente respecto de tenerlas elevadas, pudiendo así influir en las adaptaciones a más largo plazo (Hawley J.A., Morton J.P.. Ramping up the signal: Promoting endurance training adaptation in skeletal muscle by nutritional manipulation. Clin. Exp. Pharmacol. Physiol. 2014)

Diversas líneas de evidencia han dado cuenta de que la disponibilidad de CHO endógeno y ácidos grasos libres actúan como señales intracelulares frente al entrenamiento, las que están afectadas tanto por la intensidad como por la duración de la sesión. Pero también y como vimos, por los nutrientes escogidos previamente al ejercicio. Aquí el tamaño de la porción, el tipo de alimento y el horario de la ingestión previa al entrenamiento tiene sus implicancias (Philp A., et al. Altering endogenous carbohydrate availability to support training adaptations. Nestle Nutr. Inst. Workshop Ser. 2011). Estas señales se ven afectadas tanto por la duración como por la intensidad de una sesión de ejercicio, así como también por la elección de la nutrición previa al ejercicio (es decir, el tamaño, tipo y horario de las comidas previas). Es oportuno considerar que la ingestión de CHO antes del ejercicio aumenta la glucosa circulante en plasma, lo que conduce a un incremento de la absorción de ella por el músculo durante el ejercicio (Marmy-Conus N., et al. Preexercise glucose ingestion and glucose kinetics during exercise. J. Appl. Physiol. 1996). Esto claramente puede reducir la oxidación de las grasas al disminuir la disponibilidad de ácidos grasos libres circulantes en plasma por inhibición de la lipólisis. Pero además el incremento de la glucosa plasmática acrecienta el flujo glucolítico al músculo, lo que favorece la oxidación de las grasas allí. Aquí, y tal como lo expresó Montain y colaboradores hace ya casi tres décadas, se torna relevante considerar, además de la ingesta previa de CHO, el momento a ingerirlos, ya que pueden ser necesarias hasta 6 h posteriores a una comida rica en dicho macronutriente para que la oxidación del sustrato y la homeostasis de la glucosa vuelvan a los niveles que pueden observarse durante el ejercicio en ayunas, con fuerte predominio de la utilización de grasas en el metabolismo energético (Montain S.J., et al.. Exercise metabolism at different time intervals after a meal. J. Appl. Physiol. 1991).

Lejos de ser la totalidad de los puntos a considerar cuando de CHO y ejercicio se trata dentro del plano metabólico, lo señalado hasta aquí en las 3 partes presentadas deja ver al menos que el vínculo de este macronutriente trasciende lo estrictamente energético. Cuestiones vinculadas a la intensidad y la duración del ejercicio alcanzan las vías de señalización molecular de acuerdo al estrés muscular que se consiga, pero también el qué, cuándo, el cuánto de lo que se ingiera afectará necesariamente el rendimiento así como las adaptaciones. Una visión siglo XXI, finalmente, que en muchas cuestiones son verdaderos cambios de paradigma en lo nutricional y en el entrenamiento.