Más músculo o más fuerza?

Publicado 6 de agosto de 2015, 22:06

Más músculo o más fuerza?

Un camino a recorrer mucho más corto para una vida más larga

Jorge Roig (2015)

Cuando se habla de sarcopenia debiera ser de lectura obligatoria considerar la reducción de la fuerza que la misma lleva implícita. La llamada dinapenia refiere justamente a la disminución de esta capacidad, la que acontece tan solo por su desatención a la hora de elegir trabajo muscular o, al mismo nivel de gravedad, por sedentarismo. Esto tan primario a considerar pareciera que no es suficientemente valorado, toda vez que lo más habitual es observar en las planificaciones en los gimnasios la movilización de pesos absolutamente incapaces de lograr las deseadas adaptaciones para incrementar la fuerza en la masa muscular involucrada en el ejercicio. Alcanza ver a las personas de edad avanzada y a las mujeres de edad adulta entrenando en esos sitios para comprobar lo que aquí sostengo.

El envejecimiento es un camino biológico normal para padecer ambas situaciones narradas, por lo que la sarcopenia y la dinapenia son esperables en las personas durante su envejecimiento. Es interesante considerar en este punto que aun padeciendo una disminución de la masa muscular no necesariamente se pierde fuerza si se atiende convenientemente la situación. Y esta lectura es absolutamente posible hacerla en dirección contraria, porque puede ganarse fuerza en los músculos sin que ellos incrementen su tamaño.

Hace ya algunos años Metter y colegas demostraron que existía una fuerte asociación entre la fuerza muscular y la mortalidad por todas las causas (Metter EJ et. al. Skeletal muscle strength as a predictor of all-cause mortality in healthy men. J Gerontol Biol Sci Med Sci.2002). Interesantemente estas conclusiones son coincidentes con los resultados de otra investigación concretada en el mismo año por Katzmarzyk y Craig (Katzmarzyk PT, Craig CL. Musculoskeletal fitness and risk of mortality. Med Sci Sports Exer.2002).

El hecho de que la masa muscular se reduzca con el envejecimiento quizás haya hecho poner el énfasis en la mirada del tamaño del músculo más que en su capacidad para desarrollar fuerza al describir la asociación entre la sarcopenia y la expectativa de vida más reducida. Sin embargo varias investigaciones se han concretado en los últimos años buscando lazos entre esta y la dinapenia, especialmente porque en los hombres hay un fuerte vínculo de la testosterona y el IGF-1 con la referida capacidad, factores hormonales estos que se reducen significativamente tanto con el avance de la edad como con la disminución de la fuerza (Cappola AR, Bandeen-Roche K, Wand GS, Volpato S, Fried LP. Association of IGF-1 levels with muscle strength and mobility in older women. J Clin Endocrinol Metab.2001).

En un trabajo concretado por Andersen, el autor advierte que con el envejecimiento de la persona acontece una pérdida de motoneuronas, pero que ello lleva en simultáneo de un aumento del tamaño de las que perduran. Además sostiene que esto se asocia a una reducción del número de las fibras musculares del tipo 2 y un aumento proporcional de las de tipo 1. Siendo así, ello explicaría la disminución de la fuerza muscular en la persona con el avance de la edad ya que las responsables de la generación de fuerza son las que se van perdiendo, incrementándose las clasificadas como aeróbicas o de resistencia (Andersen JL. Muscle fibre type adaptation in the elderly human muscle. Scand J Med Sci Sports.2003).

Por lo que se puede apreciar hasta acá, imaginar el entrenamiento de la fuerza muscular en los sedentarios u obesos solo con métodos hipertróficos (sarcoméricos o sarcoplásmicos) puede ser únicamente con el conocimiento de alguien que está demasiado lejos del mundo del rendimiento deportivo y/o de la salud por el ejercicio. Y no porque no se puedan procurar también esos objetivos muchas veces en esas poblaciones. Sino porque ni la fuerza es sinónimo de hipertrofia ni esta lo es de la magnitud de fuerza que puede tener el músculo observado. Infelizmente este es el ojo que utiliza el profesional que está muy lejos de las Ciencias del Ejercicio del siglo XXI (aunque muchos se crean que pertenecen a ellas porque se sientan en el banco de suplentes de algún equipo) cuando se le dice a los avanzados de edad, obesos y/o sedentarios que tienen que entrenar la fuerza. Pareciera que ellos el único vínculo (y además equivocado) que le conocen a la pesa está con el tejido muscular y los huesos y no con el sistema nervioso central. Y así entonces, en este punto de prescribir, siguen enviando gente a la piscina para prevenirla no se sabe bien de qué, sacándola del único ambiente realmente protector de las estructuras musculo-esqueléticas que tanto se van deteriorando con el paso de los años inexorablemente. Pérdida esta que la conduce infaliblemente a la disminución de la calidad de vida y las esperanzas de tener una superior expectativa de vida por no atenderse debidamente la fuerza como principal capacidad.

Para reflexionar…