​Masa muscular e independencia física en la vejez. Buscando soluciones por el ejercicio adecuado o aumentando los problemas.

Publicado 9 de mayo de 2019, 12:53

​Masa muscular e independencia física en la vejez. Buscando soluciones por el ejercicio adecuado o aumentando los problemas.

La perdida de independencia de quien atraviesa la vejez, entendida ella como la incapacidad para poder auto-valerse en el medio e interactuar con él, arrastra una complicación más o menos severa para el adulto mayor (AM) debido a que lo obliga a buscar ayuda para subsistir en su día a día. El núcleo de esta problemática lo representa el músculo, tanto en su cantidad como en su función, situación que al presente es definida como sarco-dinapenia o, simplemente sarcopenia (SAR). Esta pérdida progresiva por envejecimiento puede acabar en discapacidad física, mala calidad de vida y finalmente en la muerte de la persona (Cruz‐Jentoft AJ, et al. Sarcopenia: European consensus on definition and diagnosis: report of the European working group on sarcopenia in older people. Age Ageing 2010).

La atención de esta problemática es una verdadera preocupación en el ámbito de la salud pública, pero no siempre se ha definido correctamente la mejor forma de enfrentarla de manera de lograr un estándar de vida superior. Así por caso, se ha intentado controlar la pérdida cuantitativa de la masa muscular (MM), pero se ha desatendido a la fuerza del músculo, la que desciende entre 2 y 5 veces más rápido que el tejido muscular (Mitchell WK, et al. Sarcopenia, dynapenia, and the impact of advancing age on human skeletal muscle size and strength; a quantitative review. Front Physiol. 2012). Interesantemente acá, hay mensajes de ciertas organizaciones médicas que proponen atender al AM con actividades aeróbicas de una duración semanal de entre 150 y 300 minutos, de manera moderada o intensa, y también aunque casi de soslayo, proponen el fortalecimiento muscular. Da para pensar que hay un nivel de incomprensión del problema en estas entidades prestigiosas, porque, como sostiene Venturelli, la disminución de la fuerza inexorablemente impacta en la independencia física generando su deterioro. Y en este aspecto y tal como refieren los citados investigadores, la función muscular se atenúa con la edad y se ve agravada por la falta de uso (Venturelli M, et al. In vivo and in vitro evidence that intrinsic upper‐ and lower‐limb skeletal muscle function is unaffected by ageing and disuse in oldest‐old humans. Acta Physiol (Oxf) 2015). O sea, y simplificando, el no entrenamiento de esta capacidad empeora el cuadro de la salud de quien padece SAR, pero además la disminución en la función muscular representa un mayor riesgo de padecer el deterioro de la salud y dependencia física que la pérdida de masa muscular misma.

Respecto a lo anterior, también entre las propuestas para la atención de la salud en el AM se indican las caminatas vigorosas, algo que suena interesante hasta que nos encontramos con la persona sarcopénica, justamente la que nunca podría tener esa respuesta de una “marcha exigente” porque lo que ha perdido es la fuerza muscular en sus extremidades. Al respecto se han expresado Scott y colegas refiriéndose a individuos que transitan la vejez pero además padecen obesidad, esto es, son obesos sarco-dinapénicos. Acá, dicen estos investigadores, la obesidad combinada con una función muscular baja, pero no con una masa muscular deprimida, es predictiva del riesgo de caídas en las edades avanzadas de la vida. Vale decir quela atención de la fuerza muscular es una prioridad por cuanto su disminución afectará más e inmediatamente a quien transita las etapas finales de la vida (Scott D, Sanders KM, Aitken D, Hayes A, Ebeling PR, Jones G. Sarcopenic obesity and dynapenic obesity: 5‐year associations with falls risk in middle‐aged and older adults. Obesity (Silver Spring) 2014).

De alguna manera y abonando lo anterior, Mitchell sostiene que estos cambios relacionados con la edad parecen ser más pronunciados en los músculos de las extremidades inferiores, precisamente las que nos trasladan, y se ve agravada esta condición, como sostiene Narici, por el desuso, esto es, por no atender la fuerza debidamente (Narici MV, Maffulli N. Sarcopenia: characteristics, mechanisms and functional significance. Br Med Bull 2010).

Varios trabajos de investigación recientes han colocado al entrenamiento de la fuerza por sobre la búsqueda del aumento de la MM. Aquí ellos muestran que si bien el proceso de envejecimiento arrastrará la pérdida de tejido muscular, el mayor problema no es este sino que parece ser la disminución de la función muscular y la calidad de sus prestaciones. Admitiendo que ella se produce más rápido y con mayor magnitud que la reducción de la MM esquelética, diferentes investigadores admiten que es de suma importancia incrementar la actividad física en el AM poniendo énfasis en el entrenamiento de la fuerza. Así, y tal como lo afirman Iolascon y su equipo, el entrenamiento de esta capacidad parece ser el más efectivo para mantener y aumentar la fuerza y la calidad funcional del músculo en la vejez (Iolascon G, et al. Physical exercise and sarcopenia in older people: position paper of the Italian Society of Orthopaedics and Medicine (OrtoMed). Clin Cases Miner Bone Metab 2014).

Anteriormente había documentado que la baja fuerza muscular se asocia con mayores riesgos de discapacidad, morbilidad y mortalidad. En un relevante trabajo concretado hace ya una década, Ruiz y colegas demostraron que los hombres con baja fuerza muscular aumentaron la mortalidad por todas las causas (23%), la mortalidad por cáncer (23%) y la mortalidad por enfermedad cardiovascular (ECV) (29%) en comparación con los hombres que tenían mayor fuerza (Ruiz JR, et al. Association between muscular strength and mortality in men: prospective cohort study. BMJ 2008). También es para recordar que el entrenamiento de fuerza, al mantener y/o incrementar la masa muscular, aumenta la sensibilidad a la insulina, factor fundamental para potenciar el incremento de la masa muscular ya que la hormona, además de ser normalizadora de la glucemia en situación de glucosa elevada en sangre, es anabólica proteica (Gordon BA, et al. Resistance training improves metabolic health in type 2 diabetes: a systematic review. Diabetes Res Clin Pract 2009).

Finalmente cabe un espacio para referirse a las preocupaciones que normalmente se tiene respecto del impacto que podría tener el entrenamiento de fuerza en aquellos con enfermedad cardiovascular (ECV), en donde entran muchos individuos que transitan la vejez, justamente. La preocupación central radicaba en los aumentos de la presión arterial, lo que podría colocar al individuo en mayor riesgo de un evento cardíaco desfavorable. Contrariamente a la preocupación del siglo pasado, hoy se recomienda el entrenamiento de fuerza para personas con dicha patología cardíaca, incluso en quienes han sufrido un infarto de miocardio o un derrame cerebral, tal como lo documenta Featherstone. Este investigador afirma que esos individuos experimentan menos dolor de pecho (angina) debido a isquemia durante el entrenamiento de fuerza que durante el entrenamiento aeróbico en cinta rodante (Featherstone JF, et al. Physiologic responses to weight lifting in coronary artery disease. Am J Cardiol 1993). Aportando algo más al comparar el entrenamiento de fuerza y el aeróbico sobre la presión arterial, Sigal y su equipo de trabajo afirman que durante el entrenamiento de fuerza tanto la presión arterial sistólica como la diastólica aumentan en paralelo, lo que ayudaría a mantener la perfusión coronaria, mientras que en el ejercicio aeróbico la presión sistólica se incrementa significativamente más que la presión diastólica. También hay un aumento menor en el gasto cardíaco con el entrenamiento de fuerza y más descanso entre series de fuerza en comparación con los episodios continuos de ejercicio aeróbico. Y sobre este punto ya Beniamini y colegas se habían expresado a finales del siglo pasado afirmando que en las personas diagnosticadas con enfermedad coronaria el entrenamiento con pesas en realidad puede ser una actividad más segura que la mayoría de los ejercicios aeróbicos de alta intensidad (Beniamini Y, Rubenstein JJ, Zaichkowsky LD, Crim MC. Effects of high-intensity strength training on quality-of-life parameters in cardiac rehabilitation patients. Am J Cardiol 1997).

En función a lo expuesto, quizás la próxima aventura de la caminata que se indique sea la que nos conduzca al gimnasio a entrenar la masa muscular, más allá de la edad que se posea.