​Proteínas y función renal en el siglo XXI

Publicado 11 de enero de 2018, 11:12

​Proteínas y función renal en el siglo XXI

Y si nos actualizamos?

Jorge Roig (2015)

Cuando de sugerir el incremento en el consumo de proteínas se trata, lo frecuente es escuchar que ello puede desencadenar patología renal. La fundamentación a esta afirmación se sedimenta en que un exceso en la ingestión de dicho nutriente incrementa la presión glomerular y la hiperfiltración consecuente. La instalación de una situación crónica de esto podría conducir al daño renal. Ese es el argumento que se defiende para negar la suplementación con proteínas.
Dado que los estudios que han documentado el vínculo entre la patología renal y el consumo de proteínas se han efectuado con enfermedades renales instaladas previa al incremento en la ingestión proteica, se ha dado evidencia que esto en personas sin daño renal no acontecía y en verdad los cambios que se instalaban en los riñones de estos eran verdaderas respuestas adaptativas (Sugaya K, et al. Compensatory renal hypertrophy and changes of renal function following nephrectomy. Hinyokika Kiyo 2000).
Seguramente es necesario aclarar cuál es la dosis que podría ser considerada elevada para afirmar que la misma existe en la alimentación y/o suplementación que una persona lleva a cabo, siendo ese un punto que curiosamente aun no ha sido debidamente establecido. Incluso recientemente se han dado evidencias que la tradicional indicación de que los adultos deben consumir 0,8grs de proteína por kilogramo de peso corporal estaba representando una subestimación cercana al 50% de las necesidades reales (Elango R. et al, Evidence that protein requirements have been significantly underestimated. Current Opinion in Clinical Nutrition and Metabolic Care 2009). También en este aspecto se ha expedido el Consejo de Nutrición y Alimentación del Instituto de Medicina Americano, afirmando que no hay realmente un límite superior en la cantidad de proteínas a ingerir, aunque sugiere un rango de entre un 10 y un 35% del referido nutriente como calorías totales en la ingesta diaria (Food and Nutrition Board, Institute of Medicine: Macronutrient and Healthful Diets. InDietary Reference Intakes for Energy, Carbohydrate, Fiber, Fat, Fatty Acids, Cholesterol, Protein, and Amino Acids (Macronutrients). Washington, D.C. , The National Academies Press; 2002).
En un interesante trabajo llevado a cabo por Knight y su equipo sobre 1135 mujeres, el autor no encontró ningún efecto adverso con el consumo elevado de proteínas (1,5grs/kg de peso corporal, lo que frepresenta casi el doble de lo sugerido por la OMS) en esta población femenina sin patología renal previa (Knight et al.,Ann Intern Med 2003). Esto que ha sido puesto en evidencia por otros trabajos también, ha llevado incluso a la Asociación Americana del Corazón (AHA) a afirmar que las recomendaciónes sobre la limitación en la ingesta proteica alcanza solamente a las personas con daño renal y que no sirve dicha restricción como camino preventivo tampoco para evitar la patología renal. Sin embargo dichas advertencias a la población de enfermos renales, inexplicablemente, han conducido a generar una preocupación no fundamentada por la investigación científica al respecto y tal como lo destaca la AHA (Krauss RM, Eckel RH, Howard B, Appel LJ, Daniels SR, Deckelbaum RJ, Erdman JWJ, Kris-Etherton P, Goldberg IJ, Kotchen TA, Lichtenstein AH, Mitch WE, Mullis R, Robinson K, Wylie-Rosett J, St Jeor S, Suttie J, Tribble DL, Bazzarre TL: AHA Dietary Guidelines: revision 2000: A statement for healthcare professionals from the Nutrition Committee of the American Heart Association).
Si bien la ingesta abusiva de proteinas en sujetos con enfermedad renal favorece la hipertrofia y la hiperfiltración glomerular y ello empeorar el cuadro, esto en las personas normales no se ha visto. Analizando la evolución de los cambios en la función renal de la mujeres embarazadas, se ha visto que estos son de tipo adaptativo y que el incremento del ritmo de filtración glomerular que ellas presentan y que llega incluso hasta un 65%, luego del embarazo retorna a los valores normales (Conrad KP: Mechanisms of renal vasodilation and hyperfiltration during pregnancy. J Soc Gynecol Investig 2004). Y en este aspecto y tal como lo afirma Calderón, a pesar de estos cambios a nivel de los riñones, está claro que el embarazo no es un factor de riesgo para la función renal (Calderon JL, Zadshir A, Norris K: A survey of kidney disease and risk-factor information on the World Wide Web. MedGenMed 2004).
Dado que es común observar entre diferentes deportistas que el consumo de proteinas es superior a lo habitual (2 ó más gramos por kg de peso corporal), como es el caso de los que realizan fuerza y potencia como especialidad, hay estudios concretados en estas poblaciones que dan evidencia la inexistencia de un mayor riesgo de enfermedad renal por este modelo de ingesta proteica (Lemon PW: Is increased dietary protein necessary or beneficial for individuals with a physically active lifestyle? Nutr Rev 1996). Incluso en otro trabajo concretado por Poortsmans y Dellalieux con 37 deportistas, ellos encontraron que el consumo de proteínas de entre 1,4grs y 1,9grs/kg de peso corporal o el equivalente de 170% a 243 % de la ingesta diaria recomendada, no alteró la función renal en ninguno de ellos (Poortmans JR, Dellalieux O: Do regular high protein diets have potential health risks on kidney function in athletes? Int J Sport Nutr Exerc Metab 2000).
Al momento actual, y tal como lo afirman Martin y colaboradores, todo parece indicar que la llamada “Hipótesis de Brenner” respecto al vínculo de las proteínas con el daño renal, no puede ni debe ser aplicada a la población sin patología renal, dado que la evidencia cientifica citada por los autores se generó a partir de modelos animales y pacientes con enfermedad renal co-existente y no en sujetos sanos. (Martin W. et al. Dietary protein intake and renal function. Nutrition & Metabolism 2005).
Para finalizar, y tal como lo afirma también Martin en el artículo citado, “en la actualidad no hay pruebas suficientes para justificar las directivas de salud pública dirigidas a restringir la ingesta de proteínas de la dieta en adultos sanos con el propósito de preservar la función renal”.Mientras tanto, en ciudad Gótica y un poco más acá también, el Guasón y el Acertijo siguen jugando a despertar el pánico entre los dedicados a proteger la salud y el rendimiento satisfactorio de aquellos que necesitan nutrirse debidamente con proteínas. Y como siempre, sin fundamentos. Siglo XXI, muchach@s, siglo XXI, que los reyes no existen.Para reflexionar…