​Alimentación y sarcopenia. Olvidando los ladrillos en la construcción muscular y los viejos pagando los costos.

Publicado 17 de marzo de 2019, 21:56

​Alimentación y sarcopenia. Olvidando los ladrillos en la construcción muscular y los viejos pagando los costos.

Quizás el mensaje más multiplicado entre las personas que se ven delgadas sea el que propone “cargar energía” para no debilitarse. O sea y simplificando, comer para tener energía. Esto es lo que normalmente se ofrece como solución, pensando que estar energéticamente “cargado” es necesariamente salud, y en verdad ello no va de la mano, y hasta genera opositores fuertes, especialmente en los que no quieren almacenar el sobrante. Para muestras sobra un botón, las personas obesas, vaya si ellas son un verdadero reservorio energético con alta carencia de salud y calidad de vida. En este contexto, todo pareciera indicar que una vez más la problemática obliga a tener una mirada calórica en la atención nutricional de la persona. Lamentablemente acá aparecen las históricas propuestas que indican incrementar el consumo de aquello que les dará más vigor dirán, o sea, lo que defina un listado de alimentos energéticos. Harán la salvedad, en el mejor de los casos, que a ellos no les falte vitaminas y minerales. Esto, simplificado, se ofrece como propuesta rotulada de la siguiente forma: no consumir alimentos que solo representen “calorías vacías”. Lo que proponen, prima facie entonces, es evitar aquellos reconocidos como energéticamente densos (altos en calorías por unidad de alimento), e ir por los “normodensos”, donde están las verduras y frutas como la panacea de la alimentación diaria, las que no merecen cuestionamiento de ningún tipo, obvio, y esto por ello no tiene que explicarse en sus razones. Sobran los fundamentos para ingerirlas. El tema es si al organismo le es suficiente desde el punto de vista nutricional.

Para comenzar debe recordarse que existe clara evidencia para avalar el protagonismo de las proteínas y el ejercicio de fuerza como estímulos anabólicos en la síntesis de proteínas musculares. Pero no menos cierto es que la proximidad con la vejez lleva implícito la disminución de las necesidades energéticas y de alimentos, tal como lo refieren Wakimoto y Block (Wakimoto P, Block G. Dietary intake, Dietary patterns, and Changes with age: an epidemiological perspective. Journals Gerontol Ser A. 2001). Infelizmente el envejecimiento es un aliado a la pérdida de masa muscular, algo que directa o indirectamente tiene un vínculo estrecho con la nutrición, Así, por caso, la reducción cuantitativa de la ingestión de comida en la vejez ha llevado a Malafarina a definir un estado de “anorexia del envejecimiento” como consecuencia de la disminución del apetito y, peor aun, la falta de hambre (Malafarina V, Uriz-Otano F, Gil-Guerrero L, Iniesta R. The anorexia of ageing: physiopathology, prevalence, associated comorbidity and mortality. A systematic review. Maturitas. 2013). Se admite que un conjunto de factores se asocian para desencadenar este estado, desde los que pertenecen a la esfera fisiológica, a la psicológica y también a la social. En cuanto a los primeros, está la alteración de estímulos sensoriales como el olfato, la vista y el gusto, pero también los que hacen a la producción y liberación de orexígenos en el cerebro, los asociados a la motilidad intestinal y otros que comprometen al mismísimo acto masticatorio, en donde se observa en las edades geriátricas la disminución o ausencia de piezas dentales en forma parcial o total. Todos ellos contribuyen a la elección de ciertos nutrimentos que podrían afectar finalmente la carga de macronutrientes. Asociado a esto no le es de menor impacto en la cantidad a comer aspectos que involucran los estados depresivos, ciertas formas de demencia, hasta el estado de “abandono social” que muchas veces existe incluso desde el seno de la propia familia, algo comunicado suficientemente por Robinson y colegas y que tiene una fuerte injerencia en el deseo de alimentarse (Robinson S, et al. Nutrition and sarcopenia: A review of the evidence and implications for preventive strategies. J Aging Res. 2012).
De recordar es que la respuesta anabólica a la ingesta de proteína está disminuida en los adultos mayores, por lo que la alimentación proteica debe estar incrementada en el día a día de manera de garantizar el aporte suficiente para evitar la pérdida de masa muscular y fuerza. De esta manera la calidad funcional del músculo puede estar sostenida, tal como hace ya una década lo ha mostrado Wolfe y su equipo de colaboradores (Wolfe RR, et al. Optimal protein intake in the elderly. Clin Nutr. 2008). Varios estudios han sido concretados en procura de información respecto de la capacidad retentiva de proteínas entre adultos mayores y jóvenes. Uno reciente de Wall y colegas no solo dio evidencia de que esta fue menor, también mostró que la tasa de síntesis proteica luego de ingerir 20g de proteínas resultó sustancialmente menor en los viejos que en las poblaciones jóvenes (Wall BT, et al. Aging Is Accompanied by a Blunted Muscle Protein Synthetic Response to Protein Ingestion. PLoS One. 2015). Lo importante de varios trabajos concretados respecto al aporte proteico y su potencial vínculo con la retención de la masa muscular, es que varios han confirmado que la cantidad que se consuma de este macronutriente puede tener injerencia directa sobre el sostenimiento o no de músculo en las edades geriátricas. Uno de estos estudios es el de Houston y colaboradores, los que compararon dos grupos de adultos mayores, uno de los cuales ingirió 1,2 ± 0,4 g / kg de peso corporal y por día. Estos perdieron un 40% menos de masa muscular durante el período de seguimiento en comparación con los que consumieron 0,8 ± 0,3 g / kg de peso corporal por día (Houston DK, , et al. Dietary protein intake is associated with lean mass change in older, community-dwelling adults: The Health, Aging, and Body Composition (Health ABC) study. Am J Clin Nutr. 2008). Y en línea con esto, en un reciente trabajo de McLean y colegas se observó que las ingestas más altas de proteínas se asociaron con una menor pérdida de la fuerza de agarre durante el período de estudio (McLean RR, et al. Dietary Protein Intake Is Protective Against Loss of Grip Strength Among Older Adults in the Framingham Offspring Cohort. J Gerontol A Biol Sci Med Sci. 2016).
De interés de considerar acá es el trabajo reciente de Xu y colegas, quienes documentaron a través de una revisión sistemática y metaanálisis que la ingesta de leucina aumenta la síntesis proteica muscular en personas mayores, admitiendo los autores que ello puede ser beneficioso para tratar la potencial sarcopenia relacionada con la edad (Xu Z, Tan Z, Zhang Q, Gui Q, Yang Y. The effectiveness of leucine on muscle protein synthesis, lean body mass and leg lean mass accretion in older people: a systematic review and meta-analysis. Br J Nutr. 2014).
Del metabolito de la leucina, el HMB, también se ha investigado bastante y hay un cuerpo de evidencia que al menos obliga a tenerlo muy en consideración. Así por caso, hay efectos demostrados en la síntesis de proteínas y en el control de la proteólisis, tal como lo mostraron Wilkinson y su equipo (Wilkinson DJ, et al. Effects of leucine and its metabolite β-hydroxy-β-methylbutyrate on human skeletal muscle protein metabolism. J Physiol. 2013). De relevancia acá también son los aporte de Kuriyan y colaboradores, quienes dan constancia de la disminución del HMB endógeno asociado con la edad así como la correlación positiva que observaron entre las concentraciones del referido metabolito y la masa muscular apendicular (Kuriyan R, et al. The relationship of endogenous plasma concentrations of β-Hydroxy β-Methyl Butyrate (HMB) to age and total appendicular lean mass in humans. Exp Gerontol. 2016)
Para tener presente finalmente, es que la suplementación con HMB se ha probado bastante en adultos mayores, habiendo un creciente cuerpo de evidencias que indican que el HMB puede ayudar a controlar además la disminución de la pérdida muscular y mejorar la fuerza muscular (Argiles JM, et al. Skeletal Muscle Regulates Metabolism via Interorgan Crosstalk: Roles in Health and Disease. J Am Med Dir Assoc. 2016). Y aquí vale observar el trabajo de Deutz y su grupo, los que mostraron que en adultos mayores sanos, la suplementación con HMB también logró preservar la masa muscular durante un período de reposo en cama de 10 días (Deutz NEP, et al. Effect of beta-hydroxy-beta-methylbutyrate (HMB) on lean body mass during 10 days of bed rest in older adults. Clin Nutr. 2013).
Como es lógico y esperable, estos “polvitos mágicos” que representan proteínas, aminoácidos y algunos de sus metabolitos , aun no han “copado” el mercado desde la industria farmacológica. Allí, cuando los laboratorios los produzcan masivamente, aparecerán varios portadores de delantales blancos defendiendo lo que hoy combaten con toda energía y en la misma dimensión que su desconocimiento.

Para reflexionar…