​Ayuno y ejercicio (Parte 1 de 2), Recibiendo desde la ciencia o creyendo desde los actos de fe.

Publicado 2 de enero de 2021, 13:10

​Ayuno y ejercicio (Parte 1 de 2), Recibiendo desde la ciencia o creyendo desde los actos de fe.

Existe una fundada razón para avanzar contra la obesidad en todas las edades y en cualquiera de sus formas por lo que de ella se conoce como patología en sí misma, pero también por sus asociadas comorbilidades. Hoy tiene sobrado fundamento comprender que incluso hasta decisiones que filtran por lo estético deben ser bien vistas para atacar esta condición patológica, la que al presente puede ser un tema de imagen pero a futuro una enfermedad severa tardíamente atendida.

Ente la diferentes formas de establecer una lucha contra el excedente graso, las dietas restrictivas han dominado en las últimas décadas la elección de este supuestamente mejor camino. La ecuación calórica conocida genéricamente por las siglas CICO (calories in - calories out), la cual da crédito a que todo exceso de consumo calórico alimentario por sobre las necesidades acaba por acumularse como grasa, y que el excedente perdido favorece la reducción de tejido adiposo, es la que ha dominado durante décadas. Ello finalmente orientó las formas de abordar la obesidad con la alimentación a través de la ingesta reducida en calorías diarias así como prescribir actividad física mostrando el camino adecuado para potenciar la pérdida energética. Aquí el ayuno y el entrenamiento físico se presentan como dos formas económicas y no farmacológicas para controlar las complicaciones relacionadas con el excedente de tejido graso.

En la actualidad se le está dando una importancia destacable al ayuno, y entre los diferentes formatos de este el ayuno intermitente (AI) es el que más dimensión ha tomado y al que mayoritariamente se escoge en las estrategias tendientes a eliminar grasa corporal.

Para comenzar, es oportuno destacar que si bien los períodos prolongados de ayuno perjudican la salud y el rendimiento físico, no está claro si los ciclos más cortos o más prolongados de AI son efectivamente dañinos, como afirman varios investigadores. Los estudios más importantes ligados al AI en su vínculo con el ejercicio han surgido con fuerza a partir de dos hechos centrales en el deporte, los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y la Copa Mundial de Fútbol FIFA 2014, debido a que ambos eventos se llevaron a cabo durante el mes de Ramadán. Las características únicas de este ayuno indicado por la religión islámica asegura una preciosa información a recabar debido a las características del mismo. El mismo reclama un ayuno pleno, tanto de alimentos sólidos como de la ingestión de líquidos, durante las horas del día en las cuales domina la claridad. Solo llegada la noche está permitido salir de esa condición, por lo que la extensión de las horas sin alimentarse normalmente está superando largamente las 12hs. De considerar acá es que no es lo mismo transitar el Ramadán en invierno que en verano en virtud a la cantidad de horas totales que se extiende la luz del día.

Para destacar es que el AI tiene diferentes formatos, pudiendo concretarse en el día (16:8; 20:4, como formato de ayuno-alimentación) o tener un formato semanal, donde hay días sin ingestión (2-3 días) y otros con alimentación plena normal. Dado que no es el espíritu del artículo la descripción de los diferentes tipos de ayuno, se abordará seguidamente las implicancias de esta práctica nutricional tomando como base el AI.

De tener en cuenta, primeramente, es que el ayuno está asociado a un conjunto coordinado de cambios metabólicos diseñados para conservar los carbohidratos (CHO) al tiempo de que se logre aumentar la dependencia de las grasas como sustrato energético. Sin embargo y para considerarse debidamente por las implicaciones en el rendimiento y en la capacidad de atención, durante el mismo hay una disminución en el comportamiento cognitivo (Solianik R, et al. Effect of 48 h fasting on autonomic function, brain activity, cognition, and mood in amateur weight lifters. Biomed Res Int. 2016). Considerando el ciclo de alimentación hasta alcanzar el ayuno, se transitan etapas claramente diferentes que tienen su impacto sistémico. Así, durante las horas inmediatas posteriores a la alimentación la glucosa se eleva en sangre, pero más allá de las 6hs de este momento comienza una baja en la glucemia. Estas modificaciones se producen fundamentalmente debido a la disminución de las concentraciones de insulina, pero también al aumento de los niveles de glucagón junto con una mayor actividad simpática (Azizi F. Islamic fasting and health. Ann Nutr Metab. 2010). También durante el ayuno se aprecia una elevación de los ácidos grasos libres circulantes así como de cuerpos cetónicos (CC), considerados centrales en la aportación de energía muscular y cerebral frente al déficit severo de CHO. En estas condiciones metabólicas, hay activación de la gluconeogénesis, la que entre los aportantes a ella están los aminoácidos musculares, el glicerol y los ya mencionados CC. El ambiente fisiológico que se consigue en esta condición de ayuno, prima facie, se muestra antianabólico, pero también catabólico. Como ya fue comentado antes, las catecolaminas se incrementan, pero además lo hará el cortisol y se reducirá la liberación de insulina así como del factor de crecimiento insulínico (IGF-1). En este contexto debe agregarse el hecho de que el metabolismo de las proteínas se constituye en un contribuyente importante al suministro de energía frente a la restricción calórica severa. En este punto, Chaouachi y colegas sostienen que la gluconeogénesis es la principal causa de pérdida de tejido muscular en los deportistas. 64 Los autores demostraron que cuando un grupo de judocas ingirieron cantidades de proteína que no excedieron 1,6g/kg, hubo una disminución de 0,6 kg en la masa de tejido magro después del Ramadán, esto es, más de medio kilo en un mes (Chaouachi A, et al. Perfiles lipídicos de deportistas de judo durante el Ramadán . Int J Sports Med . 2008). También mostró lo mismo Bouhlel en un trabajo de investigación concretado en jugadores de rugby (Bouhlel E, et al.. Effect of Ramadan fasting on fuel oxidation during exercise in trained male rugby players. Diabetes Metab. 2006). En sentido opuesto a esta documentación, Soeters y colegas informaron que en el ayuno a días alternos a corto plazo (alternando entre 20 h de ayuno y 28 h de alimentación) no influyó en el metabolismo de las proteínas en hombres delgados sanos, afirmando que el catabolismo de las proteínas comenzaba en el tercer día de ayuno, siendo que hasta ese momento la energía que se utilizaba durante los primeros 2– 3 días de ayuno derivaron en gran medida del metabolismo del glucógeno y las grasas. Está claro que aquí estar hablando de glucógeno solo puede ser del muscular (y por ello sin haber hecho actividad física de ningún tipo), ya que si refiriera al hepático este provendría de una gluconeogénesis con compromiso proteico obligado.

Como se aprecia hasta acá, las implicancias del ayuno no son menores a varios niveles, pero su accionar favorablemente sobre hormonas catabólicas y además operar negativamente sobre las anabólicas muestra que hay un significativo protagonismo del mismo sobre los metabolismos de los macronutrientes, al que se lo debe considerar no solo eventualmente por favorecer la utilización de grasas sino tener implicancias sobre el metabolismo proteico y con ello en el deterioro muscular y el rendimiento, como se documentará en la parte 2 de este artículo.