Efectos de un programa de entrenamiento de la fuerza de 12 semanas sobre la rigidez arterial: un estudio controlado aleatorizado

Publicado 16 de febrero de 2022, 23:22

Efectos de un programa de entrenamiento de la fuerza de 12 semanas sobre la rigidez arterial: un estudio controlado aleatorizado

El entrenamiento de la fuerza es popular y sus modalidades se encuentran comúnmente en los gimnasios de todo el mundo. El apoyo para el uso del entrenamiento de la fuerza proviene de recomendaciones clave desarrolladas por asociaciones y comités científicos influyentes (Evetovich 2009, Garber 2011). Las pautas actuales sugieren que los adultos sanos participen en actividades de entrenamiento de la fuerza durante al menos 2 días a la semana con intensidades de entrenamiento de moderadas a altas. Estas recomendaciones se basan en los hallazgos de que el entrenamiento de la fuerza crónico mejora los índices de la presión arterial (PA) (Heffernan 2009), sensibilidad a la insulina (Andersen 2003), composición corporal (Paoli 2017), equilibrio (Furlong 2014) y fuerza ósea y fuerza muscular esquelética (Rhodes 2000). Sin embargo, su impacto en otros marcadores de la salud cardiovascular sigue sin estar claro.

La rigidez arterial es un fuerte predictor del riesgo de enfermedad cardiovascular (Mitchell 2014). La identificación y caracterización de los estímulos que aceleran la rigidez arterial y el desarrollo de estrategias terapéuticas para retrasar la rigidez han ganado popularidad en los últimos años. La rigidez arterial está fuertemente correlacionada con la edad (Mitchell 2004) y el “envejecimiento” arterial se acelera por numerosos comportamientos, como fumar (Hata 2012), abuso de alcohol (Mattace-Raso 2005), privación del sueño (Chami 2016), inactividad (O’Donovan 2014) y patrones dietéticos deficientes (Rodriguez-Martin 2017). Sin embargo, se ha demostrado consistentemente que el ejercicio aeróbico atenúa la rigidez arterial asociada con la edad en adultos sanos (Li 2015, Montero 2015). Sin embargo, lo que se comprende menos es el impacto general del entrenamiento de la fuerza sobre la rigidez arterial asociada con la edad. Existen discrepancias en la literatura sobre la relación entre el entrenamiento de la fuerza crónico y la progresión de la rigidez arterial. Específicamente, algunos estudios (Casey 2007, Cortez-Cooper 2008, Fahs 2012, Heffernan 2009, Rakobowchuk 2005, Rossow 2014), pero no todos (Cortez-Cooper 2005, Kawano 2006, Miyachi 2004, Okamoto 2006), respaldan las prescripciones de ejercicio con actividades de entrenamiento de la fuerza para mantener y mejorar la salud cardiovascular. Revisiones recientes (Figueroa 2019, Li 2015) y metanálisis (Evans 2018, Miyachi 2013) han indicado problemas metodológicos entre los estudios que pueden ayudar a explicar algunas de las variaciones entre los estudios, como las diferencias en la duración, el volumen y la intensidad del entrenamiento, y las diferencias en la presión arterial con las técnicas de medición de la rigidez. Además, vale la pena mencionar que las investigaciones previas tienen otros problemas metodológicos. Por ejemplo, muchos estudios no incluyeron una rutina de entrenamiento de la fuerza para todo el cuerpo, mientras que otros no incluyeron un grupo de control o un proceso de aleatorización. Finalmente, en algunos estudios, se permitió el entrenamiento aeróbico durante el período de entrenamiento de la fuerza. Este es un tema importante porque se ha demostrado que el ejercicio cardiorrespiratorio más el entrenamiento de la fuerza, también conocido como entrenamiento combinado, mejora los índices de rigidez arterial en varios reportes (Li 2015, Son 2017). Por lo tanto, recientemente el Dr. Timothy J. Werner, de la Salisbury University (EEUU), llevó a cabo un estudio cuyo objetivo fue investigar la influencia de un programa de entrenamiento de alta intensidad (HI) o alto volumen (HV) de 12 semanas siguiendo las pautas de la Asociación Nacional de la Fuerza y del Acondicionamiento (NSCA, EEUU) (Haff 2016) en distintos índices de rigidez arterial.

Se reclutaron a 30 sujetos masculinos sin entrenamiento (18–30 años) y los designaron al azar en 1 de 3 grupos: control (CON, n = 10), ejercicio de fuerza de alta intensidad (HI, n = 10) y ejercicio de fuerza con alto volumen (HV, n = 10). Los sujetos asignados al azar a los grupos de entrenamiento de la fuerza debían realizar ejercicios de entrenamiento de la fuerza de todo el cuerpo de 3 a 5 días a la semana durante 12 semanas. El régimen de ejercicio consistió en 2–3 series de 3–8 repeticiones (80–90% de 1RM) para el grupo HI y 3–4 series de 10–15 repeticiones (50–70% de 1RM) para el grupo HV. Se midió antropometría, diámetros de las arterias carótidas, presión arterial periférica y central y la fuerza dinámica máxima, antes y después del período de estudio de 12 semanas. Se instruyó a los sujetos para que mantuvieran su dieta normal y evitaran el ejercicio aeróbico durante el estudio.

Después de la intervención, tanto el grupo HI como el grupo HV aumentaron su fuerza máxima en la sentadilla trasera, el press de banco y el remo sentado (todos p <0.05). Sin embargo, no hubo cambios en los índices de rigidez arterial entre los grupos.

Utilizando un ensayo controlado aleatorizado con medidas validadas de rigidez arterial, el entrenamiento de la fuerza crónico no parece influir en la rigidez arterial central, independientemente del volumen y la carga del entrenamiento.

Aplicaciones prácticas

Los resultados actuales sugieren que el entrenamiento de la fuerza, independientemente de la carga y el volumen, tiene un impacto mínimo en los índices de rigidez arterial. Como resultado, los protocolos de entrenamiento de la fuerza deben continuar utilizándose en el desarrollo y mantenimiento de la salud cardiovascular. Es importante tener en cuenta que estos protocolos se pueden aplicar con o en ausencia de entrenamiento con ejercicios cardiorrespiratorios sin ningún impulso sobre la distensibilidad vascular. Por lo tanto, los médicos y profesionales pueden aplicar estos protocolos de manera segura a una población sana.