El entrenamiento de resistencia diario. ¿Obliga realmente a un trabajo extra al corazón del deportista?

Publicado 28 de mayo de 2013, 10:35

El entrenamiento de resistencia diario. ¿Obliga realmente a un trabajo extra al corazón del deportista?

En el diario el País (España), publicado en su edición digital, el periodista Carlos Arribas (1) escribe un reportaje titulado “El Deporte, aunque sea extremo, es salud”. Éste, afirma que Distintos estudios médicos contradicen la idea de que la alta competición acorta la esperanza de vida - El hombre de hoy tiene los mismos genes que el del paleolítico: cuanto más ejercicio, mejor”.

El periodista cita una publicación de Alejandro Lucía (catedrático de Fisiología de Universidad Europea de Madrid) que afirma que “existe menor riesgo de enfermedades crónicas sufrirán, como lo prueban los deportistas de resistencia". Este autor, se basaba en una publicación en el British Journal of Sports Medicine de una investigación dirigida por Jonathan Ruiz, del Instituto Karolinska de Estocolmo.

Igualmente recoge la opinión José A. López Calbet, fisiólogo de la Universidad de Las Palmas en la que afirma que "los datos publicados parecen indicar que las deportistas de élite que han practicado pruebas de resistencia viven de uno a cuatro años más que las personas de edad comparable y similar lugar de nacimiento”.

El reportaje del periodista cita otra serie de afirmaciones de autores contrastadas que van todas en la misma línea: El entrenamiento de resistencia de alta exigencia durante largos periodos, produce una mayor esperanza de vida.

Nosotros, por nuestra parte, nos preguntábamos si esa mayor esperanza de vida pudiera deberse a un menor trabajo del el corazón de los corredores que practican especialidades de resistencia a lo largo de su vida. Esto nos llevó a realizar un breve experimento basado en la comprobación del nº de latidos que podría dar una atleta especialista en resistencia y otra persona de actividad normal y que no practicaba deporte y, a ser posible, entre las que hubiese la mayor similitud posible, tanto en el aspecto genético como en lo referente a la edad.

Con la intención de indagar sobre el tema y, aprovechando que entrenábamos a una atleta profesional cuya hermana no practicaba deporte, pese a haberlo practicado en su etapa juvenil se les pidió a cada una de ellas que se colocasen un cardiofrecuenciómetro (pulsómetro) durante 24 horas. Las dos hermanas reunían las siguientes características:

E.D.P.

  • Edad: 26 años
  • Estatura: 1,62 m.
  • Peso: 49,00 Kg.
  • Ingeniera informática.
  • Profesión: Atleta profesional especialista en 1.500m.
  • Nivel de rendimiento: medio-alto, con una marca de 4:10 en 1.500 y 2’00:64 en 800 m.
  • Actividad diaria: Entrenamientos en doble sesión y trabajo informático en su domicilio.

L.D.P.

  • Edad: 25 años.
  • Estatura: 1,60 m.
  • Peso: 50,200 Kg.
  • Ingeniera en telecomunicaciones.
  • Profesión: Empresaria.
  • Actividad diaria. Ejercía su profesión fuera de casa.

Para la observación ambas utilizaron, en un plazo de 48 horas (días sucesivos), el mismo cardiofrecuenciómetro (modelo Polar Pro Trainer 5).

La atleta (E.D.P.) el día que se colocó el pulsómetro realizó el siguiente entrenamiento:

  • Primera sesión, por la mañana): Con objetivos de trabajo complementario, consistió en 30 minutos de carrera continua a nivel aeróbico extensivo (entre el 50 y el 60% de su VO2max) y terminó con una breve sesión de estiramientos y trabajo de rehabilitación específica para los tendones de Aquiles.
  • Segunda sesión (por la tarde): Con objetivos de desarrollo de la potencia aeróbica máxima. Consistió en un trabajo de 30 min de carrera continua al 70% del VO2max y 3 repeticiones de 1.000 m a un porcentaje aproximado alrededor del 100-105% del VO2max.
  • El resto del día realizó una actividad normal de trabajo informático desde su propia casa.

Su hermana (L.D.P.), el día que se colocó el pulsómetro, realizó la actividad que le exigía su profesión (desplazamiento, asistencia a la oficina, gestión, etc.).

El resultado de la observación de ambos casos puede observarse en el figura 1.

Figura 1. Puede apreciarse la gráfica de la atleta (parte superior) y su hermana (parte inferior). Aquí se pueden comprobar, entre otras, las diferencias en las horas de sueño. A la derecha, aparecen resúmenes que dio el software del polar Polar Pro Trainer 5.

Resultados.

Una vez transcurridas las 24 horas da cada una se pudo observar los siguiente:

El corazón de la atleta (E.D.P.), pese a haber mantenido (por error) el cardiofrecuencímetro 5 minutos y 10 seg. más de las 24 horas, tuvo un total de 78.043 latidos, lo que habrían supuesto 77.774 latidos si hubiese parado el pulsómetro a las 24 horas justas.

El corazón de su hermana L.D.P. tuvo un total de 103.392 latidos en un tiempo de 24 horas y 5 seg. lo que supondrían 103.386 pulsaciones para 24 horas exactas.

Esto supone que el corazón de la atleta latió 25.349 veces menos que el de su hermana o, lo que es lo mismo, tuvo un 25,48% menos de latidos.

Si estos datos, se extrapolan a periodos de mayor duración se tendrían datos similares a lo que se refleja en la tabla 1.

Tabla 1. Número de pulsaciones una vez extrapoladas las que se obtuvieron durante 24 horas en periodos de una semana, un mes, un año y 20 años.

El resultado induce a pensar que, a falta de estudios serios, el corazón de una corredora que entrena a diario y de forma exigente, en especialidades de resistencia, al latir menos veces a lo largo del día, por extensión, podría hacerlo igualmente en menor número a lo largo de su vida, siempre que mantuviese un entrenamiento constante y con la exigencia que le permitiese su edad.

Con esta breve reflexión no ha pretendido entrar en el campo de la cardiología, del cual nos sentimos ignorantes. Lo único que se ha aspirado es a exponer una curiosidad que pudiera inducir a la realización de estudios más científicos y fiables, en los que sería necesario hacerlos con poblaciones mayores, a ser posible, con hermanas o hermanos gemelos en los que se de la circunstancia de que uno entrene y el otro mantenga una actividad normal sin practicar deporte. Esto podría llevar a conclusiones interesantes que pudiesen marcar pautas en un futuro.

(1) Arribas, C. (2011).: El deporte, aunque sea extremo, es salud. Diario El País. Madrid.http://www.elpais.com/articulo/sociedad/deporte/sea/extremo/salud/elpepisoc/20110228elpepisoc_1/Tes.

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