El HIT induce cambios agudos en el sueño, hormonas relacionadas con el apetito y consumo energético libre.
Publicado 22 de agosto de 2019, 18:56
El ejercicio por intervalos de alta intensidad induce cambios agudos mayores en el sueño, las hormonas relacionadas con el apetito y el consumo energético libre comparado al ejercicio continuo de moderada intensidad
El sueño es un acontecimiento fisiológico esencial requerido para el rendimiento cognitivo óptimo y el funcionamiento metabólico. No obstante, al menos un tercio de los adultos no logra las recomendaciones del sueño (es decir, 7-9 hs por noche), en parte debido a las demandas de trabajo crecientes y a las responsabilidades domésticas. Estas reducciones crónicas en la cantidad de sueño están asociadas con alteraciones en los ritmos circadianos de hormonas reguladoras claves provocando una masa corporal mayor, un metabolismo empeorado, una ingesta de calorías alterada, y una percepción del apetito. Es más, la calidad del sueño determinada por la proporción del sueño estado N3 (es decir, el sueño profundo), el movimiento rápido del ojo (REM) durante el sueño, y la continuidad del sueño, parece disminuir con la edad. Dado que el ejercicio se cree que promueve una calidad del sueño, es razonable que los efectos asociados con la edad en el sueño pueden ser amortiguados luego del ejercicio; sin embargo, mucha de la literatura previa ha reclutado a adultos jóvenes con quejas de sueño mínimas. Por lo tanto, los efectos del ejercicio sobre los patrones del sueño en adultos de mediana edad a adultos mayores de edad, son inciertos.
Se ha demostrado que el ejercicio regular, independiente de la intensidad o modo del ejercicio, aumenta modestamente la duración de sueño, el sueño estado N3 y retrasa el comienzo del REM. Independientemente, el ejercicio también mejora la regulación del apetito y la sensibilidad al señalamiento de las hormonas orexigénicas y anorexigénicas. Hay interés continuado, sin embargo, con respecto a la intensidad específica del ejercicio que es muy beneficioso para tanto las respuestas del sueño como del apetito. La examinación del ejercicio de alta intensidad hace pensar en un aumento específicamente en el sueño estado N3 y reducir la latencia del comienzo de sueño (SOL, sleep onset latency) y el despertarse después del comienzo de sueño (WASO, wake after sleep onset), principalmente dentro de los adolescentes y adultos jóvenes, mientras el efecto en las poblaciones de mediana edad es ampliamente poco estudiado. Para el apetito, el ejercicio de alta intensidad ha sido asociado con una reducción de la señalización orexigénica (por ejemplo, grelina acetilada) y señalización ascendente anorexigénica (por ejemplo, leptina, péptido de tirosina: PYY, y glucosa), que puede llevar a un reducido apetito percibido y consumo de energía en hombres con sobrepeso, inactivos, por arriba de 24 horas comparado al ejercicio de moderada intensidad. Sin embargo, el efecto de estas diferentes intensidades del ejercicio sobre el sueño y el apetito, no se han examinado simultáneamente. Esto es importante dado que los cambios en el sueño pueden alterar la amplitud y la variación circadiana de las hormonas del apetito, como la leptina y la grelina. Por ejemplo, la restricción aguda del sueño (por ejemplo, 4-5.5 horas por noche) ha sido vinculada a elevaciones en la grelina circulante y reducido nivel de leptina, lo que lleva a sensaciones mayores de apetito y deseo de comidas densas en calorías y la ingesta de energía total.
A la fecha, la literatura previa se ha focalizado en la asociación entre el sueño y la regulación del apetito; los efectos del ejercicio agudos sobre la calidad y cantidad del sueño; o efectos agudos del ejercicio sobre la regulación del apetito. Por consiguiente, puede ser importante investigar ahora simultáneamente el rol del ejercicio sobre el sueño y el apetito, considerando la interacción potencial entre estos tres comportamientos principales. De ahí, Penelope Larsen de la Charles Sturt University (Australia) recientemente llevó a cabo un estudio donde el objetivo fue comparar el efecto del ejercicio por intervalos de alta intensidad (HIIE) y el ejercicio continuo de moderada intensidad tradicional (MICE) sobre las características de sueño, las hormonas relacionadas con el apetito y el consumo energético libre en hombres inactivos, de mediana edad. Se formuló la hipótesis de que ambas intensidades del ejercicio mejorarían la duración y calidad del sueño comparado a una línea de base de reposo, pero el HIIE podría ser más beneficioso para el sueño (mayor sueño en estado N3 y excitaciones reducidas) y parámetros del apetito (cambios anorexigénicos en hormonas circulantes e ingesta de energía reducida) comparado al MICE.
Once hombres con sobrepeso, inactivos (±SD media; edad: 49±5 años; BMI: 28±3 kgm-2; proporción de cintura-a-cadera (WHR): 0.92±0.05; VO2pico: 34±8 mlkg-1min-1) completaron dos noches consecutivas de valoraciones del sueño para determinar la línea de base (BASE) de las fases del sueño y excitaciones registradas por polisomnografía (PSG).
En tardes separadas (14:00-16:00h), los participantes completaron un turno de ejercicio de 30 minutos: 1) ejercicio continuo de moderada intensidad (MICE; 60% del VO2pico) o 2) ejercicio por intervalos de alta intensidad (HIIE; 60" de trabajo al 100% del VO2pico:240" de pausa al 50% del VO2pico), en un orden aleatorizado. Las medidas incluyeron las hormonas relacionadas con el apetito (la grelina acetilada, la leptina, péptido de tirosina) y glucosa de pre-ejercicio, 30 min post-ejercicio, y próxima mañana post-ejercicio; Los estados de sueño por PSG, actigrapfía (cantidad y calidad del sueño), y auto-reportes del sueño y diarios de comida, fueron registrados hasta 48h post-ejercicio.
No hubo ninguna diferencia entre las pruebas durante el tiempo en la cama (p=0.19) o el tiempo de sueño total (p=0.99). Para el HIIE, el sueño en estado N3 fue mayor (21±7%) comparado a los datos de BASE (18±7%; p=0.02). También, el número de excitaciones durante el sueño del movimiento rápido del ojo fue inferior para el HIIE (7±5) comparado a los datos de BASE (11±7; p=0.05). El despertarse después del comienzo de sueño fue menor después de MICE (41 minutos) comparado a los datos de BASE (56 minutos; p=0.02). La grelina acetilada fue inferior y la glucosa superior a los 30 minutos post-ejercicio para el HIIE comparado a l MICE (p=0.05). No hubo ninguna diferencia significativa en la ingesta de energía total entre las condiciones (p=0.05).
El HIIE parece más beneficioso que el MICE para mejorar la calidad del sueño e inducir los cambios transitorios favorables en las hormonas relacionadas al apetito en hombres inactivos con sobrepeso. Sin embargo, la ingesta de energía no fue alterada a pesar de la intensidad del ejercicio.
En resumen, los resultados claves de este estudio están en que el HIIE induce cambios positivos en el sueño y el apetito, lo que parecería favorable para una calidad del sueño mejorada y una ingesta energética reducida. Los autores conjeturaron que el aumento en el sueño en estado N3 y el número reducido de excitaciones durante el REM del sueño fue asociado con las altas demandas de energía asociadas con el ejercicio de alta intensidad y la necesidad subsecuente de la restauración del cuerpo. En conjunción, la reducción mínima en la ingesta de energía después del HIIE pudo haber sido un resultado de la reducción transitoria de la grelina y de una concentración de glucosa mayor; sin embargo, estos cambios no fueron significativos y no continuaron durante las 48 horas post-ejercicio. Tomado juntos, el sueño agudo y las respuestas del apetito al ejercicio de alta intensidad parecen pequeñas y transitorias. No obstante, combinando estos efectos pueden ayudar mejor a la calidad del sueño, la regulación de las hormonas metabólicas, al control del peso y al comportamiento de la alimentación durante un tiempo extendido. Como tal, los estudios futuros deberían investigar el sueño, el apetito y sus asociaciones al ejercicio más allá bajo un ambiente crónico.