​El impacto de la pérdida de proteínas musculares en la salud.

Publicado 22 de enero de 2019, 20:45

​El impacto de la pérdida de proteínas musculares en la salud.

Desde aquella primera publicación personal sobre sarcopenia en el año 2002 (“Sarcopenia: algo más que la disminución de la masa muscular”), bastantes otras he escrito casi en sintonía con lo que la ciencia va informando respecto a la pérdida de músculo. Al día de hoy, tan solo escribir la palabra “sarcopenia” en la base de datos de la NCBI arroja 11856 artículos. En rigor, al presente ya no es tan solo hablar de una disminución más o menos importante de la masa muscular al expresar dicho concepto, sino además referirse a la pérdida de la función del músculo y la fuerza, lo que se define como sarco-dinapenia.

Se han definido diferentes niveles de sarcopenia, distinguiéndose una “sarcopenia primaria" relacionada con el envejecimiento, y una “sarcopenia secundaria" que a su vez comprende subtipos, a saber: a) sarcopenia relacionada con el desuso, b) sarcopenia asociada con enfermedades (pérdida de la masa muscular y la fuerza por una enfermedad aguda o crónica), y c) sarcopenia vinculada a la nutrición, producto de una ingesta inadecuada de proteínas y/o de energía.

Está bastante documentado que el deterioro muscular responde a fenómenos multifactoriales, donde se incluyen los endocrinos (reducción de hormonas anabólicas, disfunción tiroidea), alteraciones funcionales de las mitocondrias, trastornos circulatorios (menor flujo sanguíneo local), metabólicos (resistencia a la insulina, resistencia anabólica) y no menos importante, los nutricionales, donde el aporte energético y proteico es insuficiente. Todo esto no solo conduce a una pérdida de la calidad de vida, también al deterioro grave de la salud, lo que infelizmente puede acabar en la muerte de la persona. De facto hay evidencia que la pobre masa muscular está vinculada con la salud cardio-metabólica, no solamente en el adulto mayor, también en las personas de mediana edad, tal como lo ha documentado Scott y colegas (Scott D, et al. Associations of low muscle mass and the metabolic syndrome in Caucasian and Asian middle-aged and older adults. J Nutr Health Aging. 2016).

Resulta de interés destacar que el metabolito de la leucina, el β-hidroxi-β-metilbutirato (HMB), ejerce sus efectos a través de reconocidos mecanismos anticatabólicos, pero también se ha demostrado que influye directamente en el anabolismo proteico (Cruz-Jentoft AJ. Beta-hydroxy-beta-methyl butyrate (HMB): From experimental data to clinical evidence in sarcopenia. Curr Protein Pept Sci. 2017), por lo que hay últimamente un amplio marco de investigación alrededor del HMB que alcanza incluso la atención de individuos con caquexia.

Sin dudas que de lo menos tratados como causa potencial de sarcopenia están los factores nutricionales, donde las proteínas son protagónicas en el sostenimiento de la masa muscular, siendo que un consumo reducido de ellas desequilibra la ecuación hacia un catabolismo dominante. En este contexto, además, no es un dato menor considerar que este macronutriente es ingerido en menor cantidad a la necesitada por causas vinculadas a la dificultad que ciertos alimentos tienen para ser consumido en las poblaciones de avanzada edad. Así entonces, la procura de alimentos carbohidratados se potencia y una sucesión de males mayores puede avecinarse, entre ellos los del foro metabólico como la resistencia a la insulina, la diabetes tipo 2 y la obesidad.

A pesar de haber suficiente información sobre el estrecho vínculo que existe entre el entrenamiento específico de fuerza y la ingestión proteica en el crecimiento muscular (ver sobre ello en Cruz-Jentoft AJ, Landi F, Schneider SM, Zuniga C, Arai H, Boirie Y, et al. Prevalence of and interventions for sarcopenia in ageing adults: a systematic review. Report of the International Sarcopenia Initiative (EWGSOP and IWGS). Age Ageing. 2014), muy pocos médicos y nutricionistas han tomado nota de esto. En general se da una “alimentación para el organismo” pero no para el músculo. Y se indican actividades corporales que apuntan al sistema cardiocirculatorio, pero nuevamente se lo olvida al músculo.

En este contexto, puede afirmarse que en un intento para controlar la pérdida de masa muscular ha habido más desaciertos que correctas opciones. Y ello se aprecia claramente en las estrategias para mitigar la pérdida del referido tejido, indicando el ejercicio no hipertrófico y demasiadas veces una nutrición que pretende ser terapéutica y acaba por prolongar la agonía del músculo por ser hipoproteica. Desde la Medicina tampoco han sido las intervenciones farmacéuticas demasiado felices, recurriéndose a los inhibidores de la miostatina, a la testosterona y más recientemente a los moduladores selectivos del receptor de andrógenos (SARMs). Lo curioso es que en todo esto el músculo podría someterse al debido entrenamiento, ello ser apoyado por la nutrición correcta, y así se marginaría a los fármacos en no pocos casos. Claro, las empresas farmacéuticas harían lo suficiente para que no se las olvide, como lo han hecho últimamente, mostrándole al “mercado vendedor” (médicos y nutricionistas) que ellos también producen suplementos proteicos y hasta les agregan HMB (todo en cantidades infrafisiológicas, sin dosis diferenciadas y a un costo elevadísimo)

En un trabajo interesante respecto de la carga proteica, Wandrag y su equipo informa que los suplementos nutricionales que contienen altos niveles de proteínas, aminoácidos esenciales, y dentro de estos los aminoácidos de cadena ramificada (BCAA), favorecen el mantenimiento de la masa muscular en distinto tipo de pacientes (Wandrag L, Brett SJ, Frost G, Hickson M. Impact of supplementation with amino acids or their metabolites on muscle wasting in patients with critical illness or other muscle wasting illness: a systematic review. J Hum Nutr Diet. 2015). Y en línea con estos investigadores, Landi y colegas advierten que la ingesta de proteínas enriquecidas con leucina aporta beneficios en la preservación de la masa muscular y la función durante el envejecimiento y la enfermedad (Landi F, Calvani R, Tosato M, Martone AM, Ortolani E, Savera G, et al. Nutrients. 2016. Protein Intake and Muscle Health in Old Age: From Biological Plausibility to Clinical Evidence;)

Así entonces, quizás sea momento de evitar las históricas y equivocadas estrategias asistenciales aplicadas a enorme cantidad de personas, con base en ejercicios injustificados y pobre nutrición, especialmente en aquellas de edad avanzada, de suerte de dejar de ser una invitación a seguir con la enfermedad, adquirir otras o mantenerlas vivas con medicación. Habría que ver si es falta de conocimiento o de voluntad para hacer el “mea culpa”. En cualquier caso, es grave.

Para reflexionar…