​Entrenamiento de fuerza e insuficiencia cardíaca

Publicado 13 de septiembre de 2017, 19:41

​Entrenamiento de fuerza e insuficiencia cardíaca

Cuando la fuerza muscular cuida al corazón enfermo

Si algo ha sido combatido casi impiadosamente, es el entrenamiento de fuerza en los individuos que padecen alguna enfermedad cardiocirculatoria (PCC). Desde la hipertensión a la insuficiencia cardíaca, así como muchas otras que afectan al corazón, directa o indirectamente, han sido literalmente desplazadas de la lista donde el entrenamiento de fuerza tiene especial cabida. Sin embargo al presente la mirada de la ciencia no solo es diferente, también se podría decir que es opuesta, porque entrenar la masa muscular se observa como una prioridad, tal como seguidamente lo veremos.

Para comenzar debe recordarse que la insuficiencia cardíaca (IC) es una enfermedad caracterizada por la incapacidad del corazón para cumplir satisfactoriamente su función, esto es, bombear la suficiente cantidad de sangre a todo el organismo y recibir del mismo lo necesario para cumplir el ciclo convenientemente. De esta manera, lo que él entrega está garantizado por lo que recibe, siempre y cuando esté realmente saludable.

De manera de ir penetrando en el problema, se sabe que las personas que padecen IC presentan discapacidad física, lo que se aprecia ya en las limitaciones para realizar actividades de la vida diaria. Interesantemente, varios estudios han documentado que la musculatura esquelética se muestra con alteraciones que disminuyen no solo la capacidad de trabajo físico, también aumentan la morbi-mortalidad en estos pacientes (Strassburg S, Springer J, Anker SD. Muscle wasting in cardiac cachexia. Int J Biochem Cell Biol. 2005).

Recientemente Toth y colaboradores han documentado que la fuerza, la velocidad y la potencia se encuentran disminuidas en personas que padecen IC (Toth MJ, Shaw AO, Miller MS, Vanburen P, Lewinter MM, Maughan D, Ades PA. Reduced knee extensor function in heart failure is not explained by inactivity. Int J Cardiol. 2010b). Y esto es todo un detalle, porque tener restringidas estas capacidades no hacen más que empeorar la problemática ya que cada vez hay menos aptitud para concretar satisfactoriamente incluso las cuestiones la vida diaria. Siendo así, mal puede pretenderse que algo mejore a nivel de aptitudes si el agotamiento temprano será un factor limitativo para intentar cualquier progreso por entrenamiento de los sistemas. De esta manera, y tal cual advierten muchos investigadores, las restricciones en la función contráctil del músculo esquelético en los pacientes con IC pueden contribuir a la discapacidad física y disminuir su calidad de vida (Ploutz-Snyder LL, et al. Functionally relevant thresholds of quadriceps femoris strength. J Gerontol. 2002).

Entre las evidencias que han sido informadas recientemente, quizás las alteraciones en las proteínas contráctiles miofibrilares en los individuos que padecen IC estén entre las que menos se han destacado pero que merecen un espacio de exclusiva consideración, como se verá seguidamente. Así por caso, se ha observado la reducción de miosina y también disminución en la cinética de los puentes cruzados del complejo actina-miosina (Miller MS, et al. Chronic heart failure decreases cross-bridge kinetics in single skeletal muscle fibers from humans. J Physiol. 2010). Así, y tal como lo afirma Savage y su equipo, esta condición en quienes padece IC reduce obligadamente la aptitud del músculo en su capacidad para generar fuerza y potencia, todo lo cual impacta negativamente contribuyendo a la discapacidad física (Savage PD, et al. Effect of resistance training on physical disability in chronic heart failure. Med Sci Sports Exer. 2011). El mismo autor resalta incluso que el entrenamiento de fuerza en personas con IC genera una mejora de dicha capacidad y reduce la discapacidad física, algo que también antes había advertido Spruit y colegas (Spruit MA, et al. Effects of moderate-to-high intensity resistance training in patients with chronic heart failure. Heart. 2009).

Otro punto de apoyo al entrenamiento de fuerza es que si bien numerosos estudios documentan la eficacia y la mejora cardiovascular asociada al ejercicio aeróbico en pacientes estables con IC sistólica, diversos trabajos advierten que el entrenamiento aeróbico por sí solo no puede abordar de manera óptima la pérdida de fuerza muscular, la disminución funcional a la cual esta merma conduce y, finalmente, la discapacidad progresiva que se produce (Volaklis KA, Tokmakidis SP. Resistance exercise training in patients with heart failure. Sports Med. 2005).

Quizás los frenos que ha recibido la puesta en práctica de entrenamientos de fuerza muscular, se basen en la preocupación que existe en cuanto a que este modelo de ejercitación puede potenciar la remodelación ventricular izquierda y de esta manera empeorar el estado hemodinámico en pacientes con IC. Sin embargo las guías más recientes recomiendan ejercicios de fuerza como un modo de entrenamiento seguro y eficaz, potenciando los beneficios que el ejercicio aeróbico puede brindar (Williams MA, et al. American Heart Association Council on Clinical Cardiology; American Heart Association Council on Nutrition, Physical Activity, and Metabolism. Resistance exercise in individuals with and without cardiovascular disease: 2007 update: a scientific statement from the American Heart Association Council on Clinical Cardiology and Council on Nutrition, Physical Activity, and Metabolism. Circulation. 2007).

Lamentablemente, y tal como lo señalan diversos autores (Chiarantini D, et al.; Card Fail. 2010; Afilalo J, et al. Am J Cardiol. 2009), el manejo de la IC tradicionalmente se enfocó más en reducir la progresión de la enfermedad que en estrategias para atenuar la discapacidad física y funcional. Ya esto también lo destaqué en un artículo reciente respecto de la Diabetes, donde se aprecia una tarea profesional desde la Medicina más direccionada a controlar la glucemia que el deterioro muscular grave de estos pacientes. Y este descuido también tiene sus implicancias negativas a nivel de la IC, porque no considerar las limitaciones físicas y funcionales que padecen los sujetos que la presentan afecta linealmente la independencia en estos, y con ello el impacto de la patología es aun mayor. Y no menos importante, tal como lo refiere Bergman y colegas, es tener presente que debido a que muchas tareas domésticas dependen esencialmente de la fuerza, evaluarla debidamente puede reflejar más exactamente la capacidad de realizar estas tareas rutinarias y luego actuar para mejorarla (Bergman H, et al. Frailty: an emerging research and clinical paradigm—issues and controversies. J Gerontol A Biol Sci Med Sci. 2007). Y todo esto, además, porque existe una perturbación de vías hormonales específicas, incluyendo las que involucran al IGF-1 y al IGFB-5 (Proteína 5 de unión al factor de crecimiento similar a la insulina), que probablemente afectan al metabolismo muscular y también su regeneración. En este aspecto, y para tener una consideración muy especial, es sabido que en la IC crónica se observa una transformación de las isoformas de cadena pesada de miosina del músculo esquelético (MHC) de la forma MHC I (fibras contracción lenta) a la forma MHC IIa e IIb (x) (fibras contracción rápida). Este cambio para los pacientes con IC, donde se pasa a incrementar las fibras glucolíticas rápidas, conlleva un problema no menor, porque ello resultará en una disminución de la resistencia muscular y un incremento en la fatiga rápida generando mayor estrés físico y limitaciones en el rendimiento diario y, con ello, caída de la capacidad física general.

Para reflexionar…