Entrevista Ciencia y Práctica: sus protagonistas. Dr. Julián Álvarez "rompiendo mitos"

Publicado 25 de marzo de 2013, 10:42

Entrevista Ciencia y Práctica: sus protagonistas. Dr. Julián Álvarez "rompiendo mitos"

El Dr. Julián Álvarez es Doctor (PhD) en Medicina, Especialista en Medicina de la Educación Física y el Deporte y Experto Universitario en Fisiología del Ejercicio. Es un médico deportivo cuya trayectoria profesional ha transcurrido por multitud de deportes en el ámbito del alto rendimiento (halterofilia, triathlón, baloncesto, fútbol, etc.), además de haber trabajado en centros e instituciones punteras y especializadas en el apoyo al deportista de élite en España (C.A.R. de Sierra Nevada, Centro de Tecnificación Deportiva de Alicante, etc.). Todo ello le ha aportado un basto conocimiento y una experiencia polivalente en el terreno y en el laboratorio sobre las ciencias del deporte. Asimismo, también compagina su labor más técnica como médico deportivo y asesor nutricional de una conocida marca con la docencia universitaria, con esa pasión que le caracteriza y transmite, siendo profesor en numerosos Máster, Posgrados y cursos por todo el mundo (sin con ello menospreciar los numerosos artículos y capítulos de libros relacionados con la fisiología del deporte que ha escrito).

Por todo ello le consideramos uno de los referentes de la fisiología del ejercicio en España y estamos seguros que disfrutarán de esta interesante entrevista, donde le haremos algunas preguntas de distinta índole para que acerquemos su conocimiento y experiencia a los técnicos especialistas que trabajan en los distintos ámbitos:

1) De usted conocemos interesantes, inteligentes y justificadas teorías relacionadas con la denominada “sobre o supercompensación” en relación al ejercicio físico que serían de tremenda utilidad para los especialistas en actividad física. Desde una perspectiva fisiológica ¿podría explicárnosla brevemente?

Creo entender a que se refiere y no creo que se trate de ninguna “nueva” teoría, tal vez algún día…Como decía, supongo que se refiere a mis “críticas” sobre el, casi elevado a axioma, modelo de la fatiga-supercompensación. Aunque, en realidad, se trata de una crítica sobre su lectura o interpretación y la forma de aplicarlo, y sobre la influencia, yo creo que negativa, que ejerce sobre muchos entrenadores y profesionales de la actividad física. Para empezar podríamos, tal vez deberíamos, hacer una revisión conceptual de los términos. Yo creo que los conceptos correctos serían estímulo-adaptación. En esa relación, aunque no es lineal, podríamos hablar de que, en líneas generales, cuanto más estímulo, más adaptación. Este intento de generar un estímulo cuanto más grande mejor lleva inexorablemente a un cierto grado de agotamiento o fatiga durante el entrenamiento, pero eso no quiere decir ni que la fatiga sea nuestro objetivo ni mucho menos que la fatiga sea la responsable de la adaptación. Sin embargo, muchas veces parece que esto es así, buscamos “fatigar” al deportista, como si el alcanzar esa situación (que no olvidemos que es una situación de “fracaso” del sistema) fuera nuestro máximo objetivo. Expresiones como “no pain, no gain”, o “hasta el fallo” o “darlo todo”, que pueden tener un cierto sentido en el deporte competitivo en algunos momentos en el entorno de la competición, se utilizan cotidianamente en los entrenamientos y llevan a eso, a niveles de fatiga mayores de lo tolerable o mayores de los estrictamente necesarios para alcanzar un determinado estímulo. Nuestro objetivo entrenando debe ser exactamente lo contrario, conseguir el mayor nivel de estímulo de adaptación con el mínimo nivel de fatiga. De ahí que busquemos métodos de entrenamiento, de recuperación, ayudas ergogénicas y otras maniobras nutricionales y de apoyo al deportista que “alejen” la fatiga y que le permitan entrenar un poco más antes de que ese terrible enemigo aparezca y ponga fin al entrenamiento. Y, además, ponga en marcha toda una casacada de fenómenos catabólicos que actúan en sentido opuesto de nuestra intención (anabólica por definición). Sin embargo, es difícil, y en ocasiones, para poder llegar a ciertos estímulos tenemos que “aceptar” diversos grados de fatiga que en ocasiones nos van a obligar a un tiempo de reposo/recuperación para superar esa “crisis” y poder ver los efectos de la adaptación digamos en toda su expresión. Pero, insisto, no es que busquemos la fatiga, es que hay veces en que no tenemos más remedio, o sin querer (ya que nos movemos en un límite muy estrecho y las medidas de control de entrenamiento son en la mayoría de los casos más que deficientes) pisamos ese terreno nada favorable. En fin, dejando al margen lo que sería la fatiga por consumo de combustibles (pero no olvidándonos de ella ya que podemos trabajar mucho sobre la misma con una correcta nutrición deportiva) yo creo que el arte/ciencia de entrenar consigue en buscar el máximo estímulo hasta justo ese punto, hasta que “quiere aparecer la fatiga”, lo cual permitirá más sesiones de entrenamiento y de más calidad y a la postre mayor estímulo y más adaptación. Y, por desgracia, no hay un Dios del Entrenamiento (Zeus o algo parecido) que esté ahí, viendo como sufrimos o hacemos sufrir a nuestros atletas para premiarnos/premiarles con “superpoderes” o una “supercompensación” por el gran esfuerzo realizado durante los entrenamientos. La única situación en que considero que está de alguna manera justificado ese tipo de entrenamiento es cuando queremos entrenar el factor psicológico de cara a la competición, la capacidad de sufrimiento, de esfuerzo y sacrificio en una situación límite, pero con mucho cuidado y muy puntualmente. No tendría claro dónde poder el límite y tal vez éste sería muy estrecho. Todavía (por esa deficiente información en cuanto a las cargas y al control del entrenamiento) no tenemos suficiente información científica que nos permita fijar dichos límites (en parte, por eso el entrenamiento sigue teniendo un aspecto de arte). Pero sumarizando, no debemos “buscar” la fatiga aunque debemos saber que nos podemos encontrar con ella. Y lo que genera el entrenamiento es una adaptación por mecanismos fisiológicos (que cada día conocemos un poco mejor, incluyendo señales celulares y modificaciones en la transcripción de determinados genes), no una “compensación” para “resarcirnos” del duro esfuerzo realizado.

2) ¿Considera que las actuales pautas de prescripción de ejercicio físico son adecuadas para lograr objetivos relacionados con la salud? ¿Cuáles cree que son las adaptaciones principales que se deberían considerar para lograr los mismos? ¿Qué puede aportar el conocimiento procedente del ámbito del entrenamiento deportivo al ámbito de la salud y viceversa?

Uff complicada “triple pregunta” la que me hace. Voy a empezar haciendo una consideración sobre la última de ellas, y es que el conocimiento yo lo entiendo como algo universal, otra cosa es que traslademos modelos de unos ámbitos a otros o que el conocimiento que se esté “aplicando” en determinadas áreas no esté siendo aplicado en otras. Hecha esta observación, dejaremos la tercera pregunta para el tercer lugar y empezaremos por la primera, como se suele decir, “me alegro de que me hagan esa pregunta”. Porque creo que muchos de los profesionales que promueven e incluso trabajan en el área de la salud o, más concretamente, en el área del ejercicio para la salud, no han actualizado sus conocimientos con ese “conocimiento universal” del que antes hablábamos. Y esto lleva a que nos encontremos con grandes diferencias en las formas de enfocar el tema y que en ocasiones lleguen a ser casi contradictorias. Igual que en la pregunta anterior le comentaba que se suela “pecar” por exceso, en este caso se suele “pecar” por defecto. En ocasiones porque no hay obetivos claramente definidos ni ningún tipo de “presión” para conseguir esos objetivos ya que “estamos hablando de salud”. Me refiero a que te puedes encontrar por ejemplo con programas de rehabilitación cardiaca en los que tras el “programa” los pacientes no mejoran significativamente respecto a si no lo hubieran hecho. O, sin llegar a estos extremos pienso que esa “falta aparente de presión” hace que no se optimicen los recursos. Y yo pienso que, sobre todo el factor tiempo, es algo que debemos optimizar en ese trabajo de ejercicio para la salud. Porque es el “factor limitante”, porque la mayoría de las personas dedican muy poco tiempo y para ellos es el principal determinante que, en muchas ocasiones, les lleva a convertirse en sedentarios. En ese sentido todavía nos encontramos en muchos ámbitos el modelo de “ejercicio aeróbico a baja intensidad” (como por ejemplo la “clásica” recomendación de andar, no teniendo en cuenta en la mayoría de las ocasiones que al margen de que puede ser una intensidad insuficiente para generar adaptaciones, se trata de una actividad de impacto). Ese modelo, por tanto, si no totalmente érroneo o inútil, es a todas luces, en muchos casos, insuficiente. Ya desde el año 1998 las recomendaciones del ACSM incluyen el trabajo de fuerza y cada día hay más evidencia de la gran utilidad del trabajo interválico e incluso del trabajo de alta intensidad para generar adaptaciones beneficiosas para la salud. Aquí podemos pasar a la segunda pregunta para casi dejarla sin contestar ya que tendríamos que decir “depende”. Pero en general se trabaja poco en el área de la mejora de la fuerza muscular, en la mejora del “software” (postura, patrones motores, equilibrio, etc) y en lo que se refiere a las intensidades de trabajo, en la mayoría de los casos un salto en dicha intensidad nos permitiría más y mejores adaptaciones con menos tiempo. Claro que esto último exige un mejor control de la situación de pártida (reconocimientos médico-deportivos) y de la ejecución del entrenamiento (profesionales en el ámbito de la actividad física y el deporte con una formación adecuada) para no generar un incremento de los riesgos de la actividad que nadie parece estar dispuesto a asumir. Casi con esto también hemos contestado a la tercera en el sentido de que lo que debería ocurrir es que se conocimiento “global” se aplicara con el criterio correcto en todos los ámbitos y eso pasa, como decíamos antes por contar siempre con profesionales bien formados a cargo de estos programas, algo que a día de hoy solo ocurre en contadas ocasiones.

3) Háganos una breve disertación sobre la correcta concepción del metabolismo aeróbico versus anaeróbico.

Vaya, también “me alegra que me hagan esta pregunta”, parece que nos conocemos... Creo que esto es una de las cuestiones en que más insisto en mi faceta de docente sobre todo para los futuros licenciados en Ciencias del Deporte, ya que suele existir un error conceptual muy muy grave y que pienso que debería corregirse. A lo mejor parte de esa visión “dicotómica” que en nuestros días parece que tenemos que tener del mundo (¿eres del Barsa o del Madrid? ¿proamericano o antiamericano? ¿de mar o de montaña?...). Parece que en todo hay que “alinearse” y que, casi siempre, los “bandos” son excluyentes. No es éste el foro para plantear estas cuestiones filosóficas, pero ya que lo comentamos, tal vez deberíamos reflexionar sobre eso si queremos una humanidad mejor, más tolerante y compartida. En fin, en el tema que nos ocupa, la dicotomía sería si un ejercicio es “aeróbico” o “anaeróbico” y claro…, como encima tenemos un límite claro para hacer esa distinción (¡qué invento lo del umbral anaeróbico!) pues “tema resuelto”. Y, nada más lejos de la realidad. No tenemos que olvidar que somos seres básicamente aeróbicos, obtenemos la energía mediante la oxidación de los principios inmediatos y el O2 es el aceptor último de esos electrones. Solo recurrimos al metabolismo anaeróbico cuando la demanda de energía no puede ser cubierta por la combustión completa de los principios inmediatos, fundamentalmente de las grasas. Y en realidad esa “vía anaeróbica” no es “otra” vía, no es más que la “primera parte” de la vía aeróbica, del metabolismo de la glucosa antes de entrar en la mitocondria, con el “añadido” de la transformación en piruvato en lactato (básicamente para recuperar el NAD+ y así poder continuar con la glucólisis). Y, como comentamos es un “recurso de excepción”. Incluso el reclutamiento de fibras musculares en un ejercicio voluntario siempre comienza por las motoneuronas más pequeñas (principio del tamaño de Henneman, 1965) que son las que corresponden a las fibras tipo I o “aeróbicas”. Pero, lo que es más importante, siempre se solapan todos los sistemas, y siempre están funcionando simultáneamente (incluso en reposo), lo que ocurre es que en reposo y a intensidades de trabajo por debajo del umbral, prácticamente no es apreciable esa pequeña porción de metabolismo anaeróbico (no apreciamos un aumento de la concentración de lactato). Empezamos a apreciarla a intensidades por encima del umbral. Pero incluso a esas intensidades, por encima del umbral anaeróbico, el metabolismo “aeróbico” sigue creciendo, y es mayor que a intensidades por debajo de dicho umbral. Si observamos una gráfica de consumo de oxígeno en una prueba de esfuerzo incremental, vemos que éste no se “derrumba” tras el umbral, si no que sigue aumentando inexorablemente hasta llegar a su máximo (o pico). Eso quiere decir que seguimos buscando la vía aeróbica como vía prioritaria. Incluso, cuando luego nos detenemos tras un ejercicio cuya solicitación de energía haya excedido ese aporte aeróbico, aparecerá un aumento del consumo de oxígeno por encima de los valores de reposo (EPOC) para “pagar esa deuda”. Por eso debemos recordar siempre que los trabajos “anaeróbicos” tienen también un componente aeróbico que puede llegar a ser más importante de lo que suponemos (por ejemplo, en un típico test anaeróbico como es el test de Wingate se estima que la contribución aeróbica puede llegar a ser de alrededor del 30%), por lo que siempre deberíamos tener en mente que se trata de intensidades “aeróbico-anaeróbicas” aunque mantengamos el término “anaeróbico” por facilidad de uso.

4) ¿Qué le ha enseñado la práctica del control del entrenamiento de deportistas que no le haya enseñado el conocimiento científico sobre ciencias del deporte?

Como decíamos antes, el control real de ese entrenamiento, hoy por hoy, en realidad es un arte, aunque ya cuenta con herramientas científicas para ser desempeñado con mayor eficacia y seguridad. Y ambos tienen que ir de la mano. Es como si entendiéramos que, como la arquitectura es un arte, no hay que hacer cálculos de estructuras o de resistencias de materiales a la hora de diseñar un edificio. Cuando no contábamos con esas herramientas tenía sentido emplear métodos de ensayo/error, pero a medida que se desarrollan esas herramientas la más simple de las lógicas nos debería llevar a utilizarlas y a acotar el elemento artístico dentro de los límites que nos pueda marcar la ciencia. Obviamente, aplicar la ciencia a la práctica sigue requiriendo de ese “arte” ya que hablamos de seres humanos donde la singularidad es una característica inherente. Y eso es lo que más te enseña la práctica, las limitaciones de la ciencia y al mismo tiempo el gran valor de la misma cuando se sabe aplicar con sentido común. Como ejemplo basta decir que probablemente una de las herramientas más útiles en el control de entrenamiento es una medida, que podría ser tildada de imprecisa o subjetiva, pero que cuenta con un vasto soporte de evidencia científica, como es la percepción del esfuerzo. Y a pesar de ser una herramienta al alcance de todos está infrautilizada. A pesar de contar, como decíamos, con un gran soporte de validez y conocimiento científico sigue siendo infravalorada respecto a otro tipos de medida (como pudieran ser el lactato o la frecuencia cardiaca). Y creo que aquí también tendríamos que hacer una reflexión, ya que a veces parece que ser científicos no es utilizar el método científico y el conocimiento obtenido a través del mismo, sino el empleo de material sofisticado. No obstante el gran elemento “artístico” en el control de entrenamiento consiste en “dibujar el cuadro”, es decir, ser capaz de tener una visión global de lo que está pasando manejando todas las informaciones “parciales” que recibimos (datos biológicos, percepciones, frecuencia cardiaca, cumplimiento/rendimiento, diarios, etc.). Y ambas facetas evolucionan de la mano y se alimentan una de la otra. La práctica abre nuevos campos de investigación a la ciencia y la ciencia devuelve lo que el alcance del conocimiento puede sumar a la práctica y de alguna manera modela la evolución de ésta.

Muchas gracias profesor Julián, ha sido una entrevista muy interesante e ilustrativa.