Introducción a la actividad física en trastornos mentales
Publicado 23 de mayo de 2014, 19:18
Prof. Antonio Moreno Campos
En la actualidad consideramos la práctica de actividad física como beneficiosa para todo el mundo a todas las edades desde la infancia hasta la vejez, para el individuo que goza de buena salud y para el aquejado por una enfermedad o minusvalía, (Vouri, Fentem, 1995); los beneficios de la práctica de actividad física se encuentran ampliamente demostrados en numerosos estudios, el concepto de ejercicio físico (EF) orientado a la salud “ha cambiado sustancialmente a través de los tiempos como consecuencia de los avances médicos y científicos, así como de los cambios sociales, políticos, económicos y culturales de la sociedad en general”. (Rius i Prey, E. 2004), así la incorporación de ejercicio físico en las poblaciones especiales es una realidad, todos los indicadores muestran un incremento notable de la práctica de actividad física regular en estas poblaciones.
Consideramos población especial a toda “aquella persona que presenta características especiales para la práctica de actividad física” (ACSM,2007); dentro de estas poblaciones especiales encontramos personas con trastornos mentales, la literatura específica describe diferentes definiciones de trastorno mental, todas hacen referencia al diagnóstico clínico, “condición particular de funcionamiento intelectual, caracterizada por limitaciones tanto de la inteligencia como en las habilidades de adaptación social y práctica”; y a la duración del trastorno; en España, entre un 1 y un 3% de la población tiene algún tipo de trastorno mental, la mitad de estas personas tienen síndromes reconocidos de origen principalmente genético o conductual.
La práctica de
actividad física también es muy importante cuando nos referimos a individuos con trastornos mentales a pesar de no encontrar un gran mercado
que ofrezca servicios específicos, debemos tener en cuenta que comúnmente las personas con
trastornos mentales muestran niveles más
bajos en cualquiera de las variables de la condición física relacionadas con la
salud y la composición corporal; por ejemplo valores más bajos de consumo
máximo de oxígeno (Vo2 Max), frecuencia cardiaca máxima (Fcmax) y
manifestaciones de las cualidades básicas fuerza y flexibilidad más reducidas.
Los altos niveles de sedentarismo
unido al consumo de cierto medicamentos por parte de estas poblaciones provoca altas tasas de sobrepeso y obesidad
encontrando también un gran número de sujetos con síndrome metabólico,
aumentando así su tasa de mortalidad y recortando su
esperanza de vida. (Melville, 2007)
Son varias las investigaciones que analizan los efectos de la actividad física en los trastornos mentales,la mayoría de estos estudios han demostrado que el ejercicio físico puede tener efectos positivos sobre gran cantidad de variables de salud y condición física, entre las que se incluyen: equilibrio, fuerza muscular, capacidad aeróbica, peso corporal y los diferentes compartimentos de la composición corporalaumentando así la capacidad de estas personas para llevar a cabo sus tareas diarias, ( Bartlo, 2011).
Además de lo comentado anteriormente, la actividad física desencadena otro tipo de beneficios, no puramente físicos, la aceptación y adherencia a la práctica de actividad física entre los participantes y sus familiares provocan una mejora en autoestima, socialización, ansiedad y diferentes indicadores de calidad de vida (Hartdoy 2011)
Por todo lo expuesto anteriormente parece razonable plantearse la práctica de actividad física como un complemento ideal en el aborde multidisciplinar de los trastornos mentales. Debemos tener claro que el primer objetivo es conseguir adherir a estas personas a la práctica de actividad física, por tanto es necesario partir de un entrenamiento íntimamente supervisado, haciendo especial hincapié en factores como la motivación, la comprensión y otros que puedan comprometer la adherencia al programa de entrenamiento.
Otra de las premisas que se debe tener en cuenta cuando se realiza actividad física en estos individuos es que la comprensión de los ejercicios a veces toma más tiempo de lo deseado, por lo que debemos plantear ejercicios con la mayor sencillez posible y no variar excesivamente la dinámica de entrenamiento.
Los contenidos principales del trabajo físico van a estar muy condicionados por las propias características individuales de la persona pero en líneas generales podemos recomendar el trabajo de resistencia cardiorrespiratoria; cualquier tipo de ejercicio desde caminar, trotar, pedalear o nadar, siendo el uso de la música un recurso muy agradable y eficaz. La intensidad de trabajo recomendada por el Colegio Americano de Medicina del Deporte para el trabajo cardiovascular en estas poblaciones es de entre el 60-80% del VO2max, 3 ó 4 días por semana y entre 20 y 60 minutos por sesión.
Para trabajar la fuerza muscular, lo recomendable es trabajar siempre grandes grupos musculares, de nuevo el Colegio Americano de Medicina del Deporte recomienda entrenar entre el 70 y 80% de una repetición máxima, 2 días por semana, y 3 series de 8 a 12 repeticiones por sesión.
La flexibilidad debe ser otro de los contenidos más utilizados en este tipo de sesiones, 2 ó 3 días por semana, y con el objetivo de mantener y mejorar la amplitud articular, evitando así inmovilidades debidas a la inactividad física.
Estas líneas de trabajo generalistas se ven complementadas con la denominada práctica psicomotriz en el contexto de Actividad Motriz Espontánea, “puerta a la creatividad sin fronteras, libre expresión pulsional a niveles imaginarios y simbólicos” (Lapierre y Aucouturier, 1977:20); son varios los especialistas que sugieren el uso de estas prácticas corporales en el tratamiento de los trastornos mentales y afirman que tanto la “actividad motriz espontánea como la asociación libre, son de los medios más privilegiados de intervención educativa o clínica en el proceso de construcción subjetiva”. (Rodríguez Ribas, 2013).
Referencias Bibliográficas
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Fernhall, B.; Pitetti, K. H.; Rimmer, J. H.; McCubbin, J. A.; Rintala, P.; Millar, A. L.; Kittredge, J.; Burkett, L. N. Cardiorespiratory capacity of individuals with mental retardation including Down syndrome. Med. Sci. Sports Exerc. 28 (3): 366-371, 1996.
Melville, C. A.; Hamilton, S.; Hankey, C. R.; Miller, S.; Boyle, S. The prevalence and determinants of obesity in adults with intellectual disabilities. Obes. Rev. 8 (3): 223-230, 2007.
Jaffe, J. S.; Timell, A. M.; Elolia, R. Thatcher S.S. Risk factors for low bone mineral density in individuals residing in a facility for the people with intellectual disability. J. Intellect. Disabil. Res. 49: 457-462, 2005.
Carolina Hardoy, M.; Luisa Seruis, M.; Floris, F.; Sancassiani, F.; Francesca Moro, M.; Mellino, G.; Efisia Lecca, M.; Adamo, S.; Giovanni Carta, M. Benefits of exercise with mini tennis in intellectual disabilities: effects on body image and psychopathology. Clin. Pract. Epidemiol. Ment. Health. 7 (157-160, 2011.
Rodríguez Ribas, la práctica psicomotriz en el tratamiento psíquico ,Ediciones Octaedro, S.L.;(09/2013)
ACSM. Guidelines flr exercise testing and prescription (4th edition). Philadelphia. ( 1994)