La disminución de la grasa corporal por estrategias siglo XX
Publicado 27 de agosto de 2015, 14:09
Si se conociera la respuesta orgánica ante el intento, el éxito estaría más cerca, o al menos el fracaso más lejos.
Jorge Roig (2015)
Como ya alguna vez desarrollé al respecto, la visión simplista de que existe una ecuación calórica que bien puede llevarnos a la pérdida de grasa corporal está demasiado lejos de ser verdad. Me refiero concretamente al hecho de la afirmación respecto de que si se ingresan al organismo más calorías de las que se gastan, el camino es la acumulación de grasas y lo contrario pasará si se pierden más de las que se incorporan con los alimentos. Respecto de lo anterior MacLean se expresa contundentemente afirmando que un modelo matemático estático no representa las adaptaciones fisiológicas dinámicas que se producen en respuesta a un déficit de energía impuesta (MacLean PS, et al. Biology's response to dieting: the impetus for weight regain. Am J Physiol Regul Integr Comp Physiol 2011).
Una de las luchas más “desleales” que tenemos contra el organismo a la hora de pretender perder grasa acumulada a través del ejercicio, es la que él entabla contra nuestra decisión sobre ello. La primera legión de luchadores que saldrán en defensa del organismo ante la detección de un aporte reducido de energía y nutrientes, estará conformada por el sistema endocrino. En relación a esto, las conclusiones de diferentes estudios muestran la existencia de una respuesta hormonal a dietas hipocalóricas que promueve el aumento del hambre, reduce la tasa metabólica y puede afectar el mantenimiento de la masa muscular.
Entre las diferentes hormonas estudiadas en su relación con el hambre y actuando ante las variaciones en la ingesta, están las tiroideas por ejemplo, asociadas con un aumento o descenso en la tasa metabólica y en la termogénesis [Kim B, Thyroid hormone as a determinant of energy expenditure and the basal metabolic rate. Thyroid 2008]. También la leptina funciona como un sensor energético a corto y largo plazo, variando incluso según la cantidad de grasa acumulada en regiones como las piernas, respondiendo en una proporción inversa a esta concentración. Además hay evidencia que las cantidades más elevadas de leptina se asocian con aumento de la saciedad y el gasto energético, al menos que se padezca resistencia a la leptina [Margetic S et al: Leptin: a review of its peripheral actions and interactions. Int J Obes Relat Metab Disord 2002].
La insulina, que como bien se sabe no solo es una normalizadora de la hiperglucemia sino también desempeña un papel fundamental en la inhibición de la degradación de proteínas musculares, ella es fuertemente lipogénica. Así y en forma similar a la leptina, los altos niveles de insulina transmiten un mensaje de disponibilidad de energía, favoreciendo con ello un efecto anorexígeno.
Interesantemente, bajo condiciones de ayuno ciertas hormonas orexígenas son prontamente liberadas en la intención de preservar las reservas orgánicas intactas. La grelina, por caso, estimula el apetito y la ingesta de alimentos, y se ha demostrado que aumenta con el ayuno y disminuye después de la alimentación (Ariyasu H, et al. Stomach is a major source of circulating ghrelin, and feeding state determines plasma ghrelin-like immunoreactivity levels in humans. J Clin Endocrinol Metab 2001].
Otra hormona que es plenamente conocida por su rol anabólico proteico es la testosterona. Pero esta también tiene un protagonismo muy importante en la regulación de la adiposidad. De esta manera, cuando la grasa sufre variaciones en su concentración, se observa una correlación inversa con sus niveles circulantes.
Quien también tiene un alto protagonismo ante la perdida de peso corporal en dietas hipocalóricas es el cortisol, pero lamentablemente influye en el metabolismo proteico al punto que induce la degradación de proteínas musculares [Rooyackers OE, Nair KS: Hormonal regulation of human muscle protein metabolism. Annu Rev Nutr 1997]. De esta manera, su aumento conlleva hacia la proteolisis. En este punto es interesante considerar que hay evidencia que sugiere que los glucocorticoides pueden inhibir la acción de la leptina [Zakrzewska KE, et al. Glucocorticoids as counterregulatory hormones of leptin: toward an understanding of leptin resistance. Diabetes 1997].
Hasta este punto, al menos, es sabido que la restricción de energía, o también la muy baja adiposidad por ciertas formas asumidas de privación de alimentos, genera una disminución en la leptina circulante, en la insulina, en la testosterona así como en hormonas tiroideas. Pero además, aumenta la grelina y el cortisol en la medida que se instale una restricción al aporte de energía. Es para destacar en este punto que hay evidencia aportada por Sumithran, que advierte la persistencia de cambios desfavorables de los niveles de hormonas circulantes en quienes tratan de mantener forzadamente el peso bajo logrado con dietas restrictivas en calorías, incluso luego del cese “activo” de la misma (Sumithran P, et al. Long-term persistence of hormonal adaptations to weight loss. N Engl J Med 2011).
De acuerdo a lo expresado hasta acá, es evidente que pretender perder peso graso con estrategias en la reducción calórica tiene fuertes respuestas defensivas de nuestro organismo. Este posee sensores de calorías así como de la cantidad de grasa que posee, incluso del peso corporal total. Cualquier modificación “en baja” será interpretada como un potencial riesgo que atente contra la supervivencia. Y en todo esto, la masa muscular se muestra probablemente como la mejor herramienta asociada a la comunicación del estado de salud. Porque la integridad cuali-cuantitativa de sus receptores insulínicos, esteroides, de IGF, de las reservas glucogénicas y de vías de señalización anabólicas como las de la mTOR y de la biogénesis mitocondrial, entre otras tantas, accionan casi sinérgicamente para mantener un satisfactorio estado de equilibrio orgánico. El solo ingresar en un deterioro de este tejido, perdiéndose por estrategias dietarias hipocalóricas, necesariamente mostrará a quien a ellas se adhiera en un progresivo detrimento orgánico, donde la perdida de peso arrastrará un volumen muscular importante y con ello también al deterioro de la salud.
Y pensar que mantener la ingesta calórica igual, pero disminuyendo controladamente ciertos carbohidratos e incrementando el consumo proporcional de proteínas, es un recurso tan simple como eficaz al cual muchos aun se empecinan en cuestionar.
Para reflexionar…