La Variabilidad de la Frecuencia Cardiaca y las Adaptaciones al Entrenamiento

Publicado 27 de enero de 2014, 10:09

La Variabilidad de la Frecuencia Cardiaca y las Adaptaciones al Entrenamiento

Los antiguos chinos, más avanzados en medicina que sus homólogos occidentales, ya sabían que, cuando un anciano tenía un pulso muy regular, como un metrónomo, ése era el síntoma inequívoco de que le quedaban pocos días de vida. Hoy en día denominaríamos a ese síntoma como disfunción autonómica, esto es, el control deficiente del sistema nervioso autónomo (SNA) sobre el corazón. Recordemos que el SNA es la parte del sistema nervioso que controla las funciones corporales involuntarias como la frecuencia cardiaca (FC) o la digestión. El pulso algo irregular, contrariamente a lo que muchos creen, es el que se asocia a la salud, y el muy regular el que se relaciona con la enfermedad. Esto tiene muy fácil explicación. El corazón, sin la influencia de las ramas simpática y parasimpática del SNA, latiría aproximadamente a 100 ppm en reposo debido al ritmo autoexcitable de su propio marcapasos fisiológico. Así, la acción simultánea de la rama parasimpática que reduce la frecuencia cardiaca, y de la rama simpática que la eleva, provoca que el ritmo real del corazón se aleje de ese ritmo propio de 100 ppm para, descender en reposo (predominancia parasimpática), y elevarse durante el ejercicio (predominancia simpática). La irregularidad de la FC, en consecuencia, es el reflejo de la correcta interacción de las ramas simpática y parasimpática para adecuar las funciones del organismo, incluyendo la FC, a las demandas del entorno. La variabilidad de la FC (VFC) sería, por lo tanto, la mayor o o menor irregularidad de la FC que nos permite, inferir así, la actividad del SNA a través del estudio de las variaciones de la FC con diferentes métodos matemáticos.

Una de las adaptaciones cardiacas al entrenamiento más evidentes es la reducción importante de la FC en reposo (bradicardia), como consecuencia de un mayor control del SNA por la principal influencia de la rama parasimpática. Así, frente a las 80 ppm de un sedentario, un atleta bien entrenado tendría 50-60 ppm, y un atleta muy entrenado podría llegar a las 40 ppm o incluso menos, como las 36 ppm al acostarse que ya registré en un maratoniano de élite. Esa bradicardia se acompaña, además, de una mayor VFC. Éste es un aspecto relevante porque, a igualdad de FC, puede ocurrir que un atleta tenga más VFC que otro. Me estoy acordando, por ejemplo, de la diferente VFC de dos jugadores de fútbol de élite que tenían la misma FC en reposo (55 ppm). Por eso que la FC en reposo es un método muy grosero para inferir adaptaciones al entrenamiento. En cambio, la VFC es un método mucho más preciso, aunque también tiene sus limitaciones, por lo que requiere de un gran control metodológico. De hecho, su elevada sensibilidad es su talón de Aquiles porque, factores ajenos a la adaptación fisiológica al entrenamiento como pueden ser el estrés psicológico o la temperatura ambiental entre muchos otros, pueden influir en la validez de las evaluaciones. Eso mismo es lo que discutí estos días con el preparador físico de un club de fútbol de élite europeo ya que, a la hora de utilizar la VFC en un contexto competitivo, es muy importante obtener información válida con el mínimo coste de recursos y tiempo, sin interferir además en las actividades diarias de los deportistas.

De los múltiples aspectos metodológicos a considerar en la aplicación de la VFC, uno de los más relevantes se refiere al número de medidas necesarias para poder comparar diferentes momentos en el estado de forma o de la preparación. Ésta cuestión no es irrelevante porque, si precisamente el día de evaluación había algún factor externo no controlado que afectaba a la VFC, estaríamos midiendo otra cosa diferente a la adaptación del SNA al entrenamiento. Así, en el anterior material básico de estudio sobre VFC que elaboré para el Curso de Fisiología del Ejercicio Aplicada, no recomendaba especialmente el empleo de la VFC como recurso principal para monitorizar las adaptaciones al entrenamiento por el número insuficiente de estudios en diferentes deportes, y por la gran discrepancia entre los existentes que, en gran medida, se debían a la baja validez de las evaluaciones como consecuencia del análisis de un único registro antes y después de los periodos de entrenamiento monitorizados. Sólo ahora, con la aparición de algunos estudios recientes, parece que este problema se ha solucionado. Así, el estudio de Plews y cols. (in press) nos confirma que necesitamos 3-4 registros durante la misma semana para poder indentificar las adaptaciones del SNA al entrenamiento en diferentes fases de la preparación como el afinamiento o el sobreentrenamiento. Éste y otros estudios recientes son los que motivan ahora la actualización del material básico que presento en el curso que comienza en breve, en el que podré recomendar con más entusiasmo el empleo de la VFC para la monitorización del entrenamiento en diferentes deportes. En cualquier caso, la VFC como cualquier otra técnica o método de evaluación de la adaptación fisiológica al entrenamiento, nunca estará exenta de limitaciones metodológicas. La cuestión está en saber cuáles son y cómo minimizarlas para ponderar en su justa medida la información obtenida, triangulando diferentes métodos de evaluación para la toma de decisiones.

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