Masa muscular, ingestión de proteínas y sarcopenia
Publicado 2 de julio de 2018, 9:00
Una mirada equivocada al riñón, con elevado costo para el músculo y la salud
Con demasiada frecuencia se escucha decir que la ingestión abusiva de proteínas tiene un final no deseado sobre los riñones, ya que afecta negativamente el filtrado glomerular a riesgo de acabar ello por generar la conocida insuficiencia renal crónica (IRC). Cuando uno pide la evidencia científica de dicha aseveración, una vez más, y como lamentablemente acontece, ella no aparece. En toda esta historia de alto contenido hipotético pero no documentado científicamente, valga destacarlo, la pérdida de masa muscular, la que depende linealmente del consumo suficiente de proteínas, para muchos profesionales parece ser irrelevante en la problemática del sostenimiento de la salud e, incluso, en la lucha contra muchas patologías. Sin embargo, y tal como lo documenté recientemente en otro artículo: “Proteína y daño renal” (http://jorgeroig.info/blog/proteinas-y-dano-renal-bp-X5b0a7261e4182), el deterioro muscular por acentuación de su catabolismo proteico acaba por afectar al referido órgano.
Tal y como sostienen Cruz-Jentofty colegas, se piensa que la baja ingesta de proteínas contribuye a la sarcopenia y esto asociado además a la disminución de la fuerza muscular (Cruz-Jentoft AJ, et al.. Sarcopenia: European consensus on definition and diagnosis: Report of the European Working Group on Sarcopenia in Older People. Age Agein 2010). En línea con lo anterior, Houston y su equipo concretaron una investigación con más de 2000 personas de ambos sexos que transitaban la octava década de la vida. De su trabajo denominado “Salud, Envejecimiento y Composición corporal”, los autores documentaron que la pérdida de la masa muscular de los evaluados fue menor en el quintil más alto de la ingesta proteica (1,2g/kg/día), al compararse a estos con los que integraban el quintil más bajo, cuyo consumo fue de 0,8g/kg/día (Houston DK, et al. Dietary protein intake is associated with lean mass change in older, community-dwelling adults: the Health, Aging, and Body Composition (Health ABC) Study. Am. J. Clin. Nutr. 87, 2008).
En línea con esto, distintos autores han dado suficiente evidencia en los últimos años que la ingesta diaria recomendada oportunamente, y definida como 0,8g/kg/día, es absolutamente limitada, especialmente en aquellas poblaciones en las cuales se manifiesta una pérdida de masa muscular, un consumo de energía reducida, una actividad física muy pobre o ausente, así como el padecimiento de enfermedades crónicas (Layman DK, et al. Defining meal requirements for protein to optimize metabolic roles of amino acids. Am. J. Clin. Nutr. 101, 2015).
Como bien es conocido, la manera que tiene una proteína de favorecer la construcción proteica es a partir de donar sus aminoácidos (AA) obtenidos por su catabolismo, por lo que un primer punto a considerar es que ella deberá degradarse. En este proceso degradativo, los AA aportados en exceso, si eventualmente superaran las necesidades, se oxidan, por lo que su destino final será la mitocondria y no la síntesis de nuevas proteínas. A partir de esto se puede afirmar entonces que a lo sumo el excedente que se ingiera y biológicamente se desaproveche, podrá ser en todo caso considerado como un “desperdicio”, pero nunca como un potencial metabolito que acabe perjudicando a los riñones, porque ni siquiera llegarán a filtrarse en ellos.
Vale además agregar algo de relevancia y es que la ingestión proteica deberá ser concretada de una manera homogénea en el día y en cantidad tal que el aporte de leucina contenida en ella sea la suficiente, porque este aminoácido es justamente el de alto efecto anabólico. Esto, a decir por Volpi, implica alcanzar dos umbrales, el del referido AA y además el de las proteínas,las que tendrán que ingerirse en cantidades suficientes en 3 momentos principales, en el desayuno, el almuerzo y la cena, porque si esto no se distribuyera en esta forma, podrían existir momentos de alto predominio catabólico al alterarse el equilibrio entre el aporte y la pérdida de proteínas (Volpi E, et al.. Essential amino acids are primarily responsible for the amino acid stimulation of muscle protein anabolism in healthy elderly adults. Am. J. Clin. Nutr. 78, 2003).Así, no pocas veces la cantidad de proteínas y AA a aportar estará muy por encima de lo sugerido como “suficiente”, porque entonces lo que se observa es que no se trata de comer dicho macronutriente solamente, sino hacerlo con la distribución diaria correcta y en “dosis” que garanticen la respuesta buscada. Y ello, como veremos, varía sustancialmente cuando de sujetos jóvenes o de edad avanzada se trate, pero también, según sean sedentarios o deportistas. Respecto justamente de estos últimos, McGlory C y Phillips advierten que las fluctuaciones entre la síntesis de proteínas musculares y su catabolismo están asociadas amplificadamente a la ingestión de proteínas por las propias contracciones musculares, por lo que las cantidades a ingerir son holgadamente superiores a las que les corresponden a los sujetos no deportistas (McGlory C, Phillips SM.. Assessing the regulation of skeletal muscle plasticity in response to protein ingestion and resistance exercise: recent developments. Curr. Opin. Clin. Nutr. Metab. Care 17,2014). Y aquí Burke y colegas hacen también un aporte de interés, porque advierten que cuando se consume una comida mixta, la digestión de las proteínas será mucho más lenta y por ello de llegada tardía, lo que afectará la indispensable hiperaminoacidemia que limitará la síntesis proteica ( Burke LM, et al. Effect of intake of different dietary protein sources on plasma amino Acid profiles at rest and after exercise. Int. J. Sport. Nutr. Exerc. Metab. 22 2012)
Un dato de gran interés de considerar es que la respuesta anabólica proteica que genera la hiperinsulinemia se manifiesta normalmente disminuida en los sujetos adultos mayores, hecho documentado por Chevalier y su equipo (Chevalier S. Et al.. Influence of adiposity in the blunted whole-body protein anabolic response to insulin with aging. J. Gerontol. A Biol. Sci. Med. Sci. 61, 2006), lo que acabó por mostrar una incapacidad fisiológica del organismo a mantener su fuerza anabólica durante la vejez.Esta condición, suficientemente demostrada por distintos investigadores, aumenta el umbral para el anabolismo proteico postprandial, lo que significa decir que mayor cantidad de proteínas deberán ser ingeridas por estas poblaciones en la intención de sostener el tejido muscular sin que el mismo entre en una insuficiente carga de dicho macronutriente y ello acelere su inclusión en una condición de sarcopenia ( Boirie Y. Fighting sarcopenia in older frail subjects: protein fuel for strength, exercise for mass. J. Am. Med. Dir. Assoc. 14, 2013).
Desde el conocimiento de que una ingesta proteica mayor tiene la capacidad para limitarel catabolismo proteico, recientemente fue demostrado que el anabolismo neto de proteínas (síntesis menos catabolismo) está relacionado linealmente con la ingesta de proteínas y ello sin meseta aparente, tal como lo documentan Deutz y Wolfe (Deutz NE, Wolfe RR. Is there a maximal anabolic response to protein intake with a meal? Clin. Nutr. 32, 2013). De esta manera, se afirma que cualquier ingesta excesiva no solo no se desperdicia sino que tiene un rol anabólico destacado. Y esto, para el adulto mayor o para quienes pueden estar afectados por un catabolismo proteico dominante (malnutrición, exceso de entrenamiento con reposición insuficiente, vejez, enfermedad, etc.) está claro que presentarán un umbral anabólico más alto, lo que obliga necesariamente a considerar un aporte de proteínas y de AA como la leucina superior a lo considerado históricamente como suficiente.
Para finalizar, vale considerar las afirmaciones de Phillips al sostener que la evidencia actual sugiere que la ingesta de proteínas de alta calidad está en el rango de 1.2-1.6 g /kg día, de manera de obtener un estado de salud óptimo en adultos. Pero también el referido investigador hace una muy interesante advertencia cuando afirma que al presente que no hay evidencia que apoye que mayores ingestas de proteínas conduce a insuficiencia renal. Y agrega textualmente que las declaraciones que relacionan un declive en la función renal con el consumo de una dieta con mayor contenido proteínico se basan en creencias y no en pruebas.