Obesidad y disfunción muscular

Publicado 7 de septiembre de 2018, 12:24

Obesidad y disfunción muscular

En una entrada reciente donde hablamos de la importancia del entrenamiento de fuerza (link), comentamos por encima que las personas con obesidad acontecían diferencias a nivel muscular cuando eran comparados con sujetos sanos. Debido a la cada vez más prevalente sarcopenia (link) en los sujetos con obesidad, es de vital importancia conocer que cambios se producen tanto a nivel estructural como de función en el músculo, las causas y todas las implicaciones que esto conlleva. Solo de esta manera podremos abordar el entrenamiento de fuerza de una manera inteligente y efectiva para que se traduzca en una mejora de la función del sujeto.

En primer lugar debemos conocer como esta patología produce una transición progresiva hacia la prevalencia de fibras tipo II (fibras rápidas) en detrimento de las fibras tipo I (fibras lentas). No es la obesidad per se, sino la necesidad del sujeto de generar una mayor fuerza para poder desplazar la gran masa corporal con la que se enfrenta. Como se ha podido observar en algunos estudios (1,2), estas adaptaciones son sobre todo específicas de los músculos denominados anti gravitacionales, o en otras palabras, aquellos músculos sobre los que recae la mayor responsabilidad a la hora de desplazar la masa de la persona.

Es importante aclarar este aspecto, pues en gran cantidad de ocasiones se afirma que los sujetos con obesidad presentan unos valores mayores de fuerza cuando se los compara con sujetos sanos. Esto puede ser cierto (y no en todos los casos) cuando se trabaja con valores absolutos. Sin embargo, cuando estos valores se relativizan a la masa muscular de los sujetos, se observa como las personas con obesidad presentan unos niveles de fuerza menores.

Por otro lado, este exceso de peso corporal produce una sobrecarga sobre ciertas estructuras (músculo, tendón y la propia articulación) que en gran cantidad de ocasiones desembocan en una percepción de dolor por parte del sujeto (3).

De hecho, es importante hablar de los diferentes cambios fisiológicos y metabólicos que acontecen en el organismo de la persona con obesidad, y las implicaciones que estos tienen en la función del músculo.

Tejido adiposo e inflamación crónica de bajo grado (1,4,5)

La obesidad está caracterizada por la presencia de una cantidad elevada de tejido adiposo visceral y en este caso que nos concierne, por la presencia de esta adiposidad de manera intramuscular y perimuscular (entre musculo y fascia). Este tipo de tejido adiposo produce grandes niveles de proteínas y citoquinas inflamatorias como la Proteína C-reactiva, TNF-α, IL-6 e IL-1β entre otras. Esto da lugar a un estado inflamatorio crónico de bajo grado que se relaciona con efectos con efectos muy perjudiciales para el organismo y en específico para el músculo. La presencia de TNF-α en concreto, ha demostrado entre otras cosas un efecto directo sobre el catabolismo muscular al afectar a la síntesis proteica de manera negativa.

Interesante también es el hecho de que gran cantidad sujetos con obesidad presentan un mayor ángulo de peneación muscular (más fibras musculares en paralelo = más fuerza producida). Sin embargo, parece ser que en muchos de los casos este aumento se debe a dicho almacenamiento de tejido adiposo entre las fibras musculares. Por lo que no solo no se traduce en más fuerza, sino que dificulta la acción muscular.

Función mitocondrial y estrés oxidativo (6,7)

En un ambiente de sobrecarga nutricional y exceso de energía se produce una desregulación de las vías metabólicas, en específico, una disminución de la actividad de la AMPK (una de las principales reguladoras del catabolismo). Esto produce a su vez una serie de consecuencias en cascada como la reducción en la activación de la PGC1α, que es el mayor regulador de la biogénesis mitocondrial. Esta biogénesis mitocondrial reducida da lugar a un metabolismo incompleto de los ácidos grasos y consecuentemente, un aumento de las especies reactivas del oxígeno (ROS) o radicales libres, una menor utilización de la glucosa, resistencia a la insulina y en general un mayor estrés oxidativo.

Estos radicales libres están implicados en la disfunción contráctil del músculo esquelético dificultando la interacción entre la actina y la miosina, al mismo tiempo que interrumpen la correcta señalización del Calcio en la célula muscular. Ambos efectos provocan alteraciones en la función del músculo y como consecuencia se reducen los niveles de fuerza que puede producir el sujeto.

Otras hormonas de importancia (1,4,5)

El tejido adiposo genera una gran cantidad de hormonas que en proporciones normales son beneficiosas para la salud, como es el caso de la leptina (induce a la saciedad y regula la composición corporal) y la adiponectina (antiinflamatoria y antiaterogénica). La obesidad da lugar a un estado de resistencia a la leptina y a una reducción de los niveles de adiponectina. Un exceso de leptina y de TNF-α contribuyen a una mayor resistencia a la insulina y a una atenuación de los niveles de hormona de crecimiento (GH). Por otro lado, el descenso de la adiponectina favorece la perpetuación de un estado crónico de inflamación en el músculo, lo que dificulta su función.

Por otra parte, sabemos también que la obesidad se caracteriza por una reducción de los niveles de testosterona, que sumado a los bajos niveles de GH, dan lugar a una reducción de la fuerza muscular.

Figura modificada de Sinha et al. (2017). Systemic regulators of skeletal muscle regeneration in obesity

Figura modificada de Sinha et al. (2017). Systemic regulators of skeletal muscle regeneration in obesity

En resumen, poniendo todo en perspectiva y buscando posibles conclusiones para la práctica tenemos:

  • Un elevado nivel de inflamación a nivel musculoesquelético, que no solo puede dar lugar a dolor durante la práctica de ejercicio si no se toman las medidas oportunas, sino que también dificulta la propia acción del músculo.
  • Un músculo que tiene dificultad para captar glucosa y ácidos grasos, y que además tiene dificultada su utilización (dificultad para obtener la energía necesaria para realizar el trabajo), lo que sumado a la predominancia de fibras tipo II da lugar a una aparición bastante prematura de la fatiga en las personas con obesidad.
  • Un elevado abanico de trastornos hormonales que no solo reducen la función muscular y la capacidad de producir fuerza, sino que además hacen más dificultosos los procesos de regeneración y crecimiento muscular que acontecen después del entrenamiento.

Todos estos factores evidencian una vez más la necesidad de entrenar la fuerza en los sujetos con obesidad con el fin de revertir o minimizar esta clase de efectos adversos. Sin embargo, y como veremos también en próximas entradas, no todos los entrenamientos de fuerza son igual de efectivos, y como entrenadores debemos buscar aquellos que mejoren específicamente la fuerza del sujeto y puedan transferirse a las acciones del día a día. Es decir, aquellos entrenamientos de fuerza con un componente predominantemente neuromuscular: pesos no muy elevados (al principio de la progresión al menos) y un número de repeticiones que garanticen una técnica de los movimientos lo más perfecta posible, variable en función de otros factores como la velocidad de ejecución (entre otros), sobre los que podrás profundizar en el Curso de Entrenador Especialista en Pérdida de Peso.


No nos gustaría dejar de lado la importancia del entrenamiento aeróbico o de resistencia, el cual influye también en la mejora de alguno de los procesos anteriormente comentados y que además tiene efectos sobre otras vías metabólicas que el entrenamiento de fuerza no puede alcanzar. Por lo tanto, ambas modalidades de entrenamiento deben de combinarse para tratar de conseguir los mejores resultados.

Referencias del artículo

1. Bollinger LM. Potential contributions of skeletal muscle contractile dysfunction to altered biomechanics in obesity. Gait and Posture. 2017.

2. Shultz SP, Byrne NM, Hills AP. Musculoskeletal Function and Obesity: Implications for Physical Activity. Curr Obes Rep. 2014;

3. Vincent HK, Adams MCB, Vincent KR, Hurley RW. Musculoskeletal pain, fear avoidance behaviors, and functional decline in obesity potential interventions to manage pain and maintain function. Regional Anesthesia and Pain Medicine. 2013.

4. Vincent HK, Raiser SN, Vincent KR. The aging musculoskeletal system and obesity-related considerations with exercise. Ageing Research Reviews. 2012.

5. Sinha I, Sakthivel D, Varon DE. Systemic regulators of skeletal muscle regeneration in obesity. Frontiers in Endocrinology. 2017.

6. Chen PB, Yang JS, Park Y. Adaptations of Skeletal Muscle Mitochondria to Obesity, Exercise, and Polyunsaturated Fatty Acids. Lipids. 2018.

7. Tallis J, James RS, Seebacher F. The effects of obesity on skeletal muscle contractile function. 2018;

Artículo desarrollado por el equipo de Obesity Management School


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