​Utilizando la razón en ejercicios aeróbicos

Publicado 5 de septiembre de 2017, 10:35

​Utilizando la razón en ejercicios aeróbicos

Hay razones del corazón, que la razón no entiende. Y hay razones musculares que quien no las entiende es el profesional.

Recientemente en una jornada en la cual me tocó participar, una interesante afirmación de alguien, avalada por muchos de los presentes, me llevó a considerar la posibilidad de “blanquear” algunas cuestiones que están con un grado de confusión entre muchos profesionales, lo que realmente debiera preocupar. Por supuesto que busqué razones del por qué ella estaría tan instalada, firme y linealmente con ello, equivocada, y volví a descubrirlas nuevamente en el campo de las Ciencias Médicas, ahora más concretamente en la Cardiología. Paso a desarrollar algunas cuestiones que intentarán aclarar desde el análisis del mismísimo error .

Quizás por eso de estar convencidos de que el sistema cardiocirculatorio (SCC) es el “alma mater” del entrenamiento deportivo en general, y de lo aeróbico en particular, es que “hacer cardio”, en demasiados profesionales de las Ciencias del Ejercicio, se ha convertido en el objeto del centro de la vitrina a adorar, ese que sobresale por sobre el resto y por ello “hay que consumir cardio”. Todo parece indicar, según la lectura descontextualizada y no menos sesgada, que el corazón es el responsable de los cambios y acontecimientos que existirán a partir de que él sea involucrado en todo ejercicio que reclame, al menos, aportar oxígeno durante un determinado tiempo. Pues lamento comunicar que no solo no es así, sino exactamente al contrario. Los cambios son periféricos primero, luego se harán centrales. Comencemos el análisis, porque su errada interpretación conduce a equivocaciones a la hora de delinear estrategias, sean esas en el campo del entrenamiento como también en el de la salud.

Para comenzar a entender, debe aceptarse que la actividad muscular es, necesariamente, la generadora de “reclamos” a todo el organismo según el tipo de exigencia a la que se la someta. Pero valga tenerlo siempre presente, toda forma de ejercitación corporal voluntaria, que nace en respuesta a una orden emergente de una motoneurona, acaba en un tipo de modelo fibrilar que mostrará una manera de actuar propia de esa unidad motora que conforma, con reclamos energéticos específicos provenientes de sistemas concretos, vías moleculares especializadas en garantizar acontecimientos únicos y propios, vincularse a ciertas hormonas que den repuestas a sus necesidades, y, prácticamente en contestación a una dada intensidad que en general responde a la dimensión que al individuo le represente. Así, normalmente y en el ámbito aeróbico, este nivel de exigencia es relativo y no absoluto. De esta manera, la dimensión de un esfuerzo en ese ambiente en el cual está comprometido el sistema mioenergético, y donde el oxígeno tiene un protagonismo tan central como excluyente, es propia de cada sujeto. Lo que a él le represente como exigencia el ejercicio, no tiene una respuesta idéntica en el resto de los sujetos, necesariamente. Y este es el punto al que debemos analizar por sobre el resto, y hacia allí me dirigiré.

La fibras musculares tienen la particularidad de poseer, entre otras diferenciaciones, una característica energética propia que le garantiza dar respuestas concretas en la unidad de tiempo, las que además tendrán su magnitud específica. En razón a que el estímulo nervioso es de características trofotrópicas, la respuesta a esperar de la fibra esta en línea con el impulso que le llega, el que a través del tiempo va generando adaptaciones en la fibra a la cual alcanza, modificaciones estas que incluyen a sus componentes, sean ellos las organelas (en número y/o tamaño), sus concentraciones de micro y macronutrientes, la cantidad de líquido que alberga, proteínas-quinasas dominantes, concentración de receptores hormonales según el tipo de fibra, e incluso, elementos exógenos a la fibra como lo son su red capilar. Así, y en función a la modalidad de estímulo que el cerebro envíe, serán fibras específicas que generen respuestas y adaptaciones. En este orden, el SCC saldrá en procura de la fibra muscular para lograr satisfacer la demanda y, en función a ello, se adaptará de manera de poder satisfacer el reclamo que muscular ante el esfuerzo. Pero es en ese sentido y no al contrario. El miocardio lee, interpreta, y da su carga sistólica por minuto , y como feedback de lo que envíe recibirá respuestas que le reclamen adaptaciones o no.

Quizás una de las evidencias más contundentes que pueden observarse en cuanto a quién rige las adaptaciones musculares y cardíacas es observar las acciones in situ. Si miramos la enorme adaptación que tiene el corazón de un ciclista, de un esquiador de fondo, o de un remero, tan solo como ejemplos, veremos que todas ellas son relevantes a nivel cardíaco si analizamos la performance de dicho órgano. Desde los cambios en tamaño del miocardio hasta el VO2max en pruebas específicas se observan como muy significativos. Sin embargo, y a pesar de ello, el sacarlo de la especialidad y evaluarlo o entrenarlo en lo “inespecífico”, nos pondrá en evidencia lo no esperable ante semejante rendimiento en sus pruebas. Así por caso, si pusiéramos a un ciclista a correr fondo y buscáramos alto nivel de performance allí en el pedestrismo, veríamos que a pesar de su enorme aptitud cardiocirculatoria sobre las dos ruedas lo mostraría plenamente inepto sobre sus dos piernas trasladando el propio peso corporal. Algo muy similar lo veríamos en un remero esquiando, o en el esquiador pedaleando. Es obvio que en todos los casos el SCC se brindará al máximo de lo que de él se espere, pero entonces, dónde está la diferencia que le hace caer el nivel de rendimiento en pruebas no específicas si el corazón aporta ante el reclamo? Justamente en la ineptitud fibrilar frente a la inespecificidad. Porque el músculo “lee” la exigencia, “la interpreta”, y a partir de allí genera adaptaciones propias que van luego ellas solicitando a otros órganos y sistemas (el cardiocirculatorio, por ejemplo), lo que le garanticen poder satisfacer con la demanda del ejercicio.

Muchísimos errores principian en la lectura inversa y no solo en esta que señalo. Basta ver cuando para que alguien adelgace se le solicita que haga “cardio”, en un análisis que filtra por lo metabólico energético en el convencimiento de que si el oxígeno llega a destino, las grasas se usarán y el individuo perderá ese tejido que pretenden disminuir. Allí, equivocadamente, se ha ignorado a la fibra muscular, porque aun utilizando aquellas que podrían metabolizar grasas, para que ello ocurra deberán reunirse condiciones de excelencia, como por ejemplo poseer un reservorio mitocondrial desarrollado en tamaño e, idealmente, en número, tener incrementado las dimensiones del retículo sarcoplásmico, haber logrado una adecuada angiogénesis para aportar una cantidad de oxígeno suficiente y, aun mejor, de dicho gas por unidad de tiempo, mostrar mayor capacidad buffer para limitar la cantidad de H+ libres que, de no controlarlos, acelerarían la glucólisis entrando en una degradación rápida de los azúcares con lo que ello conlleva, lo que necesariamente implica incrementar no solo el bicarbonato de sodio sino también, entre otras proteínas, la mioglobina. Todo esto, y otras adaptaciones más, tendrán finalmente incidencia sobre lo que se conoce como diferencia arterio-venosa de oxígeno muscular, la que finalmente comunica cuánto del oxígeno que llega al músculo queda en él y cuánto seguirá sin ser aportado para sacarle rédito a nivel miofibrilar. Y todo esto, créase o no, pasa a nivel muscular y define lo cardíaco y no al revés.

Quizás muchos libros y otros tantos profesionales deberán darle más importancia al tan desvalorizado tejido muscular y no detenerse empecinadamente en el corazón. Porque el protagonismo del músculo, mucho más allá de ser un órgano contráctil (enhorabuena!), es el de ser responsable de que nuestra salud se mantenga de la manera más cualificada posible, algo que logra al accionar sobre sí mismo, pero además sobre el sistema óseo, el neuroendocrino, el adiposo, el respiratorio, y, especialmente, sobre el SCC.