Análisis del Viraje en Natación

Publicado 24 de marzo de 2015, 22:20

Ya en anteriores entradas tuvimos ocasión de analizar el viraje de natación ;posiblemente sea uno de las acciones a entrenar más olvidadas dentro de nuestro plan de entrenamiento ya que dicha acción ocurre en un período de tiempo muy pequeño pero que va cobrando importancia a medida que la distancia de la competición aumenta (Maglischo, 1993).

Numerosos autores como Lyttle, Benjanuvatra, Mason y Cossor han podido demostrar que los virajes corresponderían a un tercio del total de tiempo de la prueba, por tanto la disminución de tiempo en la realización del viraje se va a ver reflejada de una manera sustancial en el tiempo de nado total (Lyttle, 2003), siendo después de la velocidad de nado el parámetro que más correlaciona con el tiempo final (Mason y Cossor, 2000).

Su objetivo no es otro que cambiar el sentido del desplazamiento en el menor tiempo posible de tal manera que la pérdida de velocidad sea mínima. Entendemos que con el menor tiempo posible nos referimos al tiempo óptimo, ya que se necesita un mínimo de tiempo para aplicar la fuerza en el impulso con la pared a su vez que una posición correcta del cuerpo para ofrecer la mínima resistencia, de tal manera que de nada nos serviría un viraje muy rápido sin una técnica/posición adecuada en el despegue para ofrecer la mínima resistencia.

En cuanto a las pruebas donde el viraje toma mayor relevancia destacan la de mariposa y la de estilos así como en si se realiza en piscina de 25m frente a piscina de 50m ya que esto implica un mayor número de virajes (Mason, 1999).

Para la óptima realización del viraje debemos analizar los principales factores que intervienen en dicha acción tal y como propone Hay en su tratado (Hay,1992).

Factores a tener en cuenta para optimizar un viraje:

  • Aproximación a la pared
  • Giro en la pared
  • Separación de la pared

  1. Aproximación a la pared: se realiza en la primera fase del viraje, donde el objetivo del nadador es acercarse a la pared para cambiar su sentido de nado. El primer factor a analizar es la velocidad de aproximación. A medida que disminuye la distancia de la prueba, la velocidad de aproximación aumenta (Hay y Guimaraes, 1983, Chow y col, 1984, Lyttle y Mason, 1997) de forma que representa uno de los factores clave de esta fase; por tanto uno de los objetivos del entrenamiento puede ser tratar de que esta velocidad no disminuya (Lyttle y Mason, 1997, Lyttle y Benjanuvatra, 2004). El siguiente de los factores importantes, es la distancia de la última brazada a la pared. Este factor se encuentra íntimamente ligado a la altura del nadador y, es por ello, que los hombres suelen presentar distancias mayores que las mujeres. Al igual que la velocidad de aproximación, la distancia de la última brazada a la pared aumenta a medida que la longitud de la prueba disminuye (Chow y col, 1984). Para lograr una distancia óptima, el nadador debe haber trabajado su frecuencia (Fc) y longitud de ciclo (Lc) durante su nado previo al viraje. La acción se complica en el caso del viraje de espalda, donde el momento del giro de la posición dorsal a la ventral puede ser determinante (Dubois y Robin, 1993). De este último factor deriva otro igual de importante en el caso del estilo crol y espalda: la distancia a la que se inicia el volteo. De nuevo la altura juega un papel fundamental ya que, si bien es cierto que a un nadador alto le requiere un esfuerzo mayor para realizar el giro, también lo es que empieza el volteo 10-15 cm más lejos que un nadador más bajo, con el mismo grado de flexión en las rodillas y caderas (Blanksby, 1999). Por lo tanto, en una prueba de 1500m en piscina corta (25m) con 59 virajes, tendrá que nadar casi 18 metros menos (59 x 30 cm = 17,7 m), consiguiendo una ventaja considerable sobre sus oponentes. Así pues, es importante realizar el giro a una distancia óptima, y no demasiado cerca de la pared (Lyttle y Mason, 1997). El siguiente factor a analizar es la velocidad o tiempo de rotación, es decir, el tiempo que tarda el nadador en realizar el giro sobre el eje transversal y tocar con sus pies en la pared. Un aspecto interesante es que el nadador adopte la flexión de piernas óptima durante el giro para no tener que perder tiempo luego en flexionarlas una vez que apoya los pies en la pared (Goya y col., 2000).
  2. Giro en la pared: se trata de una fase muy importante, sobre todo por la influencia que tiene sobre la siguiente fase de separación (Lyttle y Mason, 1997); normalmente, es una parte del viraje descuidada por los entrenadores y que, salvo en ciertos análisis biomecánicos con plataformas de fuerzas, no se le suele dar la importancia que merece. El primero de los factores a analizar es el tiempo de contacto en la pared. Como comentábamos al principio del artículo, la mayoría de autores coinciden en la existencia de un tiempo óptimo de contacto, es decir, ni muy corto ni muy prolongado (Blanksby, 1999, Lyttle y col, 1999b). En el primer caso, con un tiempo muy corto no sería posible aplicar un impulso suficientemente bueno. Por otro lado, si el tiempo es demasiado prolongado, repercutiría negativamente en el tiempo total de viraje. Así pues, el tiempo de contacto tenemos que analizarlo siempre junto con la fuerza aplicada en la pared, de tal forma que dividimos el tiempo en dos partes: tiempo pasivo y tiempo activo (Lyttle y Benjanuvatra, 2004). La parte pasiva corresponde a la fase donde los pies del nadador están en contacto con la pared pero no ejercen ninguna fuerza de propulsión sobre ella; en cambio, la parte activa es aquella donde el nadador sí que ejerce dicha fuerza. Por tanto el objetivo del entrenamiento es claro: tratar de minimizar al máximo el tiempo de contacto en la pared manteniendo una fuerza aplicada óptima, esto es, disminuyendo el tiempo pasivo lo máximo posible y haciendo que el tiempo de contacto en la pared sea en su gran mayoría tiempo activo. Otro aspecto interesante a tener en cuenta es la resistencia del agua que se opone al nadador en el momento del impulso en la pared (“timing peak drag force”), es decir, cómo evoluciona esa resistencia a medida que el nadador se va impulsando en la pared. Si el pico de fuerza propulsiva se alcanza pronto en el impulso, el pico de la resistencia del agua también aparecerá pronto y frenará al nadador antes de que los pies se separen de la pared. En cambio, si el pico de fuerza se alcanza próximo al despegue de los pies, no se habrá desarrollado una alta resistencia que frene al nadador antes de este punto (Blanksby, 1999). La principal ventaja de alcanzar el pico de resistencia del agua próximo al despegue de los pies, es que el nadador se encuentra en una posición más hidrodinámica que en el otro caso (mayor extensión), con lo que se resumirá en una menor desaceleración (Clarys, 1979). Para demostrar que la fuerza aplicada en la pared no es el único factor determinante en esta fase, sino que la influencia de varios es lo que determina el rendimiento, vemos el siguiente ejemplo propuesto por Brian Blanksby (Blanksby, 1999):

Figura 1.Evolución de la fuerza de resistencia del agua sobre el nadador en 3 sujetos con distintos valores de velocidad de salida , tiempo activo de contacto en la pared e impulso (Adaptado de Blanksby, 1999).

Se trata de 3 sujetos (sujeto A, sujeto B y sujeto C) que realizan el viraje de 3 maneras distintas:

  • El primero de ellos, el sujeto A, aplica una fuerza sobre la pared de 1396 N en tan solo 0,18 seg. (tiempo activo = 47% del tiempo de contacto). Esto resulta en un pico alto de resistencia del agua de 929 N y una velocidad de salida relativamente baja de 2,46 m/seg.
  • En el caso del segundo sujeto, el sujeto B, aplica una fuerza mayor que el anterior, 1727 N en 0,23 seg. (tiempo activo = 66% del tiempo de contacto). Esto produce un pico mayor de resistencia del agua de 1085 N, y una velocidad de salida de 2,64 m/seg.
  • Por último, el sujeto C, representa el ejemplo de una secuencia de acciones óptima. Produce una fuerza en el impulso de 1074 N en 0,27 seg (tiempo activo = 90% del tiempo de contacto). Con esto, produce un pico de resistencia del agua de tan sólo 235 N y una velocidad de salida de 3,03 m/seg.

La principal conclusión que podemos extraer de este ejemplo, es que el sujeto C es el que produce una menor fuerza de resistencia que hace que se frene menos que el resto. Asimismo, es el que produce el pico de fuerza más próximo al despegue de los pies, confirmando la idea propuesta anteriormente de no producir fuerza de resistencia en los momentos iniciales del impulso cuando la posición es menos hidrodinámica.

El siguiente parámetro interesante a evaluar es el grado de acercamiento de la cadera a la pared (“tuck index”) cuando los pies están en contacto. Se suele medir como porcentaje de la altura trocantérica (Blanksby y col, 1996). Este aspecto correlaciona negativamente con el tiempo total del viraje, es decir, cuanto mayor sea el “tuck index” (en porcentaje), menor será el tiempo de viraje (Lyttle y Benjanuvatra, 2004). Indudablemente, no se puede concebir este parámetro sin tener en cuenta otro que influye al primero de manera importante: el ángulo de la rodilla. Resulta obvio pensar que la mayor o menor flexión de la rodilla situará al nadador más o menos lejos de la pared. La mayoría de estudios concluyen que el ángulo óptimo de la rodilla debería estar entre 110 y 120 grados de flexión, ya que una angulación menor, posicionaría al cuádriceps de forma ineficaz (Takahashi, 1983; Lyttle y Benjanuvatra, 2004). Asimismo, la flexión de rodilla que presentan los nadadores de alto nivel es menor que la del resto de nadadores de nivel inferior (Takahashi, 1983).

3. Separación de la pared: la fase más importante y significativa del viraje es la separación de la pared (Mason y Cossor, 2001). Normalmente, es una fase que interesa a los entrenadores, pero dada la necesidad de cierta tecnología para su análisis, termina por dejarse a un lado. De forma general, las variables que mejor resumen esta fase son distancia, tiempo y velocidad subacuática. En realidad, el tiempo subacuático está determinado por la distancia y la velocidad subacuáticas: la distancia subacuática (cuyo valor disminuye a medida que la distancia de la prueba aumenta (Chow y col, 1984)) resulta no ser significativa (r = 0,10) mientras que la velocidad es el factor dominante y significativo (Guimaraes y Hay, 1985); por lo tanto, es sobre este último factor sobre el que han de dirigirse todos nuestros esfuerzos como entrenadores. Esta velocidad subacuática está, a su vez, influenciada por tres factores principalmente: ƒ

  • Velocidad de entrada al agua (no significativa, r = -0,18) ƒ
  • Resistencia al avance. ƒ
  • Fuerza propulsiva.

En cuanto a la resistencia al avance, es necesario analizar la posición hidrodinámica que debe adoptar el nadador: las manos y los pies deben estar juntos, los brazos extendidos con la cabeza entre ellos (ni elevada ni descendida) y los tobillos en flexión plantar (Lyttle y Benjanuvatra, 2004). Otro aspecto interesante es la profundidad a la que se nada la distancia subacuática: cuanto mayor es la profundidad, menor es la resistencia de oleaje (Herthel, 1966; Larsen y col, 1981). Numerosos estudios han comprobado que existe mayor resistencia al avance en la superficie que a 0,2, 0,4 y 0,6 metros de profundidad y que, además, a velocidades por encima de 1,9 m/seg, hay más resistencia a 0,2 metros que a 0,4 y 0,6 (Blanksby y col,1998; Lyttle y col, 1998a y b; Blanksby, 1999; Lyttle y Blanksby, 2000). Por lo tanto, los autores concluyen que 0,4 metros es la profundidad óptima.

Gráfica 2: Distancias recorridas en un segundo a distintas profundidades (Adaptado de Lyttle y Blanksby, 2000)

El siguiente de los factores a analizar es el referente a la fuerza propulsiva del nadador que, en definitiva, es el batido. Desde que Karpovich hace ya más de 70 años analizó la relación del batido con la resistencia al avance, han sido muchos los estudios realizados hasta la fecha; el mismo Karpovich, demostró la existencia de una mayor resistencia al avance en posición de espalda que ventral (Karpovich, 1933). Generalmente se dice que el batido de mariposa lateral es mejor que el resto, pero no hay evidencias científicas de ello; incluso parece que la posición lateral tiende a tener mayor resistencia al avance, aunque estas diferencias no sean significativas (Lyttle y Blanksby, 2000). En cambio, el batido de mariposa ventral es el que provoca menor desaceleración manteniendo la velocidad por más tiempo (Lyttle y Benjanuvatra, 2004). Otro aspecto muy interesante y que normalmente no se mide en los análisis biomecánicos, es el tiempo de inicio del batido, es decir, cuánto tarda el nadador en iniciar el batido después del impulso en la pared; a menudo ocurre que el nadador empieza el batido antes de tiempo, lo cual es un error ya que se pierde lo ganado en un buen impulso en la pared (Blanksby y col, 1996).

Gráfica 3: Velocidad real del nadador después del impulso en la pared (en azul) y velocidad teórica en posición hidrodinámica, sin realizar batido (en rojo). (Adaptado de Sanders, 2003)

En otras palabras, el nadador puede desarrollar una velocidad máxima mediante su batido (por poner un ejemplo práctico, 3 m/seg) que será siempre menor a la que desarrolla cuando se impulsa en la pared (por ejemplo 6 m/seg); por ello, el nadador no deberá de iniciar su batido hasta que su velocidad de desplazamiento descienda a valores que puede alcanzar con el batido de piernas (en este caso 3 m/seg). De lo contrario, generaría una desaceleración al no poder producir su batido una velocidad por encima de 3 m/seg. (Sanders, 2003). En la figura 5, se observa una comparación de la velocidad después del impulso en la pared, en un caso dando el batido (en azul) y en otro en posición hidrodinámica sin darlo (en rojo). Se puede apreciar como existen oscilaciones en la velocidad incluso por debajo de la velocidad teórica sin la acción de piernas. Es un parámetro muy individual de cada nadador, pero los autores concluyen que entorno a un segundo es el tiempo en el cual el nadador debería empezar el batido de piernas (Sanders, 2003). En el caso de la figura 6, se representa la distancia recorrida en cada variante viendo que la acción de piernas no empieza a mostrar beneficio alguno hasta 1 segundo aproximadamente, lo cual corrobora la afirmación anterior de “esperar” en torno a 1 segundo para empezar el batido (Sanders, 2003).

Gráfica 4: Distancia real recorrida por el nadador en 2 segundos desde el impulso en la pared (en azul) y distancia teórica recorrida en posición hidrodinámica, sin batido (Adaptado de Sanders, 2003).

La última característica referente a la acción de piernas que nos queda por analizar es la magnitud del batido. La sucesión ideal es empezar con un batido pequeño con una amplitud menor para disminuir lo máximo posible la resistencia al avance; Seguidamente, se ha de continuar aumentando dicha amplitud del batido hasta hacerla óptima (Lyttle y Benjanuvatra, 2004).

Autor: Rafa Martínez Requena

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BILBIOGRAFÍA:

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